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samuel castro
Miembro de la Online Film Critics Society.
Todos sabemos ya, a estas alturas, cómo se construye una película de superhéroes. Un actor carismático y que se vea bien en uniforme (o anticarismático si el superhéroe es Batman), una trama simple, una historia de origen interesante y un villano que esté a la altura. Y muchos efectos especiales, claro. También sabemos, a pesar de los estilismos preciosistas de propuestas como John Wick, que una película de acción no es más que una sucesión de combates y peleas, cada una más espectacular y con más sangre que la anterior, y cada una con la obligación de dejarnos con ganas de seguir viendo. Las fórmulas de ciertos géneros son como las recetas de cocina, dirán algunos.
“La vieja guardia”, de Gina Prince-Bythewood, estrenada el viernes pasado en Netflix, viene siendo la mejor combinación de los últimos tiempos entre cinta de superhéroes y título de acción, justamente porque hace los suficientes cambios en la fórmula para ser apreciable. La directora ha sabido encontrar el balance entre sustento dramático (el drama es el género en el que se ha movido su carrera hasta ahora) de unos personajes que normalmente son arquetipos, y unas secuencias de acción bastante asombrosas para los aficionados al género.
Charlize Theron, la actriz a la que uno le cree todo, desde una patada voladora hasta un embarazo mal llevado, es acá la líder de un equipo de mercenarios que son contratados para ejecutar misiones que, como sabremos en algún momento de la trama, estén acordes con lo que ellos crean que es justo. Y si se dice siempre de los héroes que “no le temen a la muerte”, en el caso de este equipo es literalmente cierto, pues su superpoder es la inmortalidad. No es que sean invulnerables y las balas reboten en ellos, como en Superman, sino que después de que los cosen a balazos, sus huesos se unen y sus heridas sanan.
Tal vez por ese dolor que sienten después de cada batalla, no poseen esa autoconfianza desmedida de otros escuadrones de superhumanos, lo que hace que los personajes sean más tridimensionales: hay soledad, historias de amor, desilusión y melancolía. Ha pasado tanto tiempo y han hecho tan poco por la humanidad, piensa Andy, que tal vez sea hora de dejarlo. Esa pesadumbre que carga el rostro de Theron, más las historias que insinúan sin nombrarlas de lleno, son lo mejor de “La vieja guardia”, que nos deja con ganas de saber más sobre los que la conforman. Sobre todos, porque la elección del reparto es otro punto a favor: Marwan Kenzari, Luca Marinelli y KiKi Layne, los menos conocidos, son buenos actores, perfectos para sus personajes y para cultivar fans en cada continente.
Lo que no cuadra mucho es el villano, cada vez más común en su arquetipo: el niño genio convertido en gurú mundial, con líos para entender la inmoralidad de una decisión. Otros lo han hecho y lo han hecho mejor, y no es éste un título al que le siente bien coquetear con el humor. Pero no hay que afanarse, ya mejorará el asunto: los mercenarios inmortales tienen mucho tiempo disponible para encontrar rivales a su altura.