viernes
7 y 9
7 y 9
Así como hay series que tendrían que haber sido películas (ay, “Manifest”, sabes que es contigo), de vez en cuando surgen películas con un planteamiento central tan atractivo y lleno de posibilidades, que tendrían que convertirse en series. Es lo que ocurre con la simpática y entrañable “Terapia a la francesa”, de Manele Labidi, en nuestras carteleras desde hace pocos días. Su historia principal es tan simple como poderosa: una sicóloga en sus treintas, Selma, vuelve después de varios años de vivir en París a su Túnez natal, con la idea de establecer su propio consultorio de sicoanálisis.
Pareciera un hecho simple y casi intrascendente. Pero aquí es donde el contexto cultural lo es todo. Porque Túnez es hoy un país en construcción. Es más, casi podríamos decir que es un territorio que no se ha definido a sí mismo o que sufre de un desorden de la personalidad, pues con una nueva Constitución promulgada apenas en 2014, es una sociedad que está decidiendo hacia dónde quiere ir. Por eso la llegada de esta mujer independiente, soltera y poco religiosa, que invita tanto a hombres como a mujeres a entrar a su casa (Selma ubica su consultorio en la terraza de la vivienda familiar) a que conversen con ella sobre todo lo que les pasa, crea una pequeña revolución.
Conoceremos entonces a varios personajes que representan también distintos aspectos de la sociedad tunecina (como ese panadero que quisiera vestirse de mujer más seguido, o la dueña de una peluquería que descubre con horror cierto rencor hacia su madre) y justo en ese momento pensaremos lo bueno que sería si le diéramos más tiempo a estas tramas, o si el lío judicial y burocrático que se arma con la petición de Selma de ejercer su carrera tuviera más tiempo para ramificarse y complejizarse, hasta desnudar por completo los defectos del aparato estatal. ¡Qué serie sería “Terapia a la francesa”!
No es la intención, sin embargo, de Manele Labidi, la directora y guionista, que aprovecha su planteamiento para tocar otros puntos importantes, como la poca libertad para las mujeres en las sociedades religiosas, o el abuso de poder de las fuerzas policiales. Por supuesto que el tono es de comedia y eso permite que algunas de las subtramas se resuelven con más facilidad que verosimilitud, pero estas pequeñas licencias no erosionan la totalidad de la construcción narrativa, que incluso logra usar el elemento romántico con perspicacia, al permitir que un policía honesto ponga por delante de su interés por Selma su objetivo mayor de hacer cumplir las leyes.
Si a todo esto agregamos la fabulosa química con la cámara que tiene el rostro de Golshifteh Farahani, estamos ante un título de esos cada vez más raros en el panorama comercial del cine: una comedia que habla de cosas importantes mientras nos hace sonreír. Para los tiempos que corren, casi una odisea.
Así como hay series que tendrían que haber sido películas (ay, “Manifest”, sabes que es contigo), de vez en cuando surgen películas con un planteamiento central tan atractivo y lleno de posibilidades, que tendrían que convertirse en series. Es lo que ocurre con la simpática y entrañable “Terapia a la francesa”, de Manele Labidi, en nuestras carteleras desde hace pocos días. Su historia principal es tan simple como poderosa: una sicóloga en sus treintas, Selma, vuelve después de varios años de vivir en París a su Túnez natal, con la idea de establecer su propio consultorio de sicoanálisis.
Pareciera un hecho simple y casi intrascendente. Pero aquí es donde el contexto cultural lo es todo. Porque Túnez es hoy un país en construcción. Es más, casi podríamos decir que es un territorio que no se ha definido a sí mismo o que sufre de un desorden de la personalidad, pues con una nueva Constitución promulgada apenas en 2014, es una sociedad que está decidiendo hacia dónde quiere ir. Por eso la llegada de esta mujer independiente, soltera y poco religiosa, que invita tanto a hombres como a mujeres a entrar a su casa (Selma ubica su consultorio en la terraza de la vivienda familiar) a que conversen con ella sobre todo lo que les pasa, crea una pequeña revolución.
Conoceremos entonces a varios personajes que representan también distintos aspectos de la sociedad tunecina (como ese panadero que quisiera vestirse de mujer más seguido, o la dueña de una peluquería que descubre con horror cierto rencor hacia su madre) y justo en ese momento pensaremos lo bueno que sería si le diéramos más tiempo a estas tramas, o si el lío judicial y burocrático que se arma con la petición de Selma de ejercer su carrera tuviera más tiempo para ramificarse y complejizarse, hasta desnudar por completo los defectos del aparato estatal. ¡Qué serie sería “Terapia a la francesa”!
No es la intención, sin embargo, de Manele Labidi, la directora y guionista, que aprovecha su planteamiento para tocar otros puntos importantes, como la poca libertad para las mujeres en las sociedades religiosas, o el abuso de poder de las fuerzas policiales. Por supuesto que el tono es de comedia y eso permite que algunas de las subtramas se resuelven con más facilidad que verosimilitud, pero estas pequeñas licencias no erosionan la totalidad de la construcción narrativa, que incluso logra usar el elemento romántico con perspicacia, al permitir que un policía honesto ponga por delante de su interés por Selma su objetivo mayor de hacer cumplir las leyes.
Si a todo esto agregamos la fabulosa química con la cámara que tiene el rostro de Golshifteh Farahani, estamos ante un título de esos cada vez más raros en el panorama comercial del cine: una comedia que habla de cosas importantes mientras nos hace sonreír. Para los tiempos que corren, casi una odisea.