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SaMuel Castro. Miembro de la Online Film Critics Society. TW: @samuelescritor
Tal vez la gente que pone los subtítulos en español en HBO Max debería aprovechar la notoriedad que le da a “Navalny”, de Daniel Roher, ser uno de los cinco documentales nominados a los Premios Óscar de este año, para corregir el error más protuberante que tienen, casi al comenzar la película, después de que el director le pide a Alexei Navalny, abogado y activista de oposición al régimen de Vladimir Putin en Rusia, que deje registrado en cámara un mensaje a sus seguidores para difundirlo si llegara a morir en su lucha. No es un tráiler lo que le pide Navalny a Roher que haga, como ponen los subtítulos, sino un thriller, una de esas cintas que nos mantienen en el borde de la silla, basada en lo que había pasado hasta el momento de la entrevista, insistiendo además en que solo haga una de esas películas homenaje, llenas de frases con vocación de posteridad, si las cosas llegaran a salir mal y él finalmente muere. Roher, como lo refuerza la música inquietante que empieza a sonar justo después, le hace caso al abogado y con la ayuda de sus excelentes editores, Maya Hawke y Langdon Page, construirá un thriller. Un thriller documental.
Para que un thriller funcione bien es necesario que nos ponga de parte del protagonista desde el comienzo y que el guion nos haga temer por su suerte. Como si fuera James Bond, Roher cree que su audiencia no necesita conocer mucho de la historia previa de Navalny, y nos lo presenta rápidamente enfrentado al villano de turno, un Putin que ni siquiera se arriesga a pronunciar el apellido de su oponente en los sistemas informativos rusos. Esta estrategia funciona bien para el thriller, pero no tanto para el documental, pues consigue que muchos espectadores, poco familiarizados con la actualidad política internacional, no capten la dimensión de la lucha que ha venido librando Navalny desde hace ya un tiempo, ni midan, hasta muy avanzada la película, la importancia que tiene su figura hoy en día.
Como thriller poco se le puede discutir a Roher la forma de presentarnos los hechos. A pesar de que sabemos que se recuperó, por su excelente aspecto cuando le habla a cámara, sufrimos junto con la esposa de Navalny al ver las imágenes de su hospitalización, un par de años atrás, y nos asombramos junto con el grupo de personas que lo apoya cuando la burocracia tonta que hay en la base de todo autoritarismo, se acusa a sí misma, dejando al descubierto tanto el temor del líder ruso frente a una figura carismática que podría enfrentarlo con éxito en unas elecciones libres, como la creciente despreocupación de Putin por dejar ver acciones dictatoriales, como detenciones arbitrarias y abusos de fuerza, ante los medios y los organismos internacionales, una actitud que terminaría desembocando en la guerra que todos conocemos.
Suele abusarse de la expresión “el lado correcto de la historia”, porque al final la historia la cuentan los vencedores. Pero en este caso, con Navalny detenido y Putin manteniendo una guerra cruel e inútil, este documental parece estar al menos del lado de los débiles, lo que no es un mérito menor.