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Un trato poco cortés, “La favorita del rey”, de Maïwenn

22 de julio de 2024
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Hay historias tan grandes que exceden las habilidades de quien quiere narrarlas. Piensen en películas biográficas fallidas como “Blonde”, en la que Andrew Dominik castigaba sin piedad a la pobre Marilyn Monroe, o en aquel esperpento de Oliver Stone, “Alexander”, en el que poner a Angelina Jolie como Olimpia, la madre de Alejandro Magno, no era la peor decisión que se tomaba en la película. Algo de eso hay en “La favorita del rey”, de Maïwenn, que intenta, demostrando durante todo su metraje que no sabe muy bien cómo narrar la vida de Jeanne du Barry, la última amante oficial de Luis XV.

El gran problema con esas vidas complejas, que además estuvieron involucradas en la Historia que se relata en las enciclopedias, es que normalmente por el afán de dar contexto o de elaborar con cuidado el mapa de relaciones que brinda sentido a los hechos, los creadores terminan olvidando conectarnos con el ser humano que hay detrás. Se convierten entonces estas cintas en una serie de sucesos y de fechas que pasan frente a nuestros ojos a ritmo trepidante, sin que como público entendamos muy bien por qué el personaje hizo lo que hizo o qué sintió para tomar esa decisión. O lo contrario: al centrarse exclusivamente en lo íntimo, en sus emociones más profundas, terminamos por no entender la dimensión histórica de ese personaje que vemos llorar frente a nosotros.

Lo más notable de “La favorita del rey” es que falla tanto en uno de los caminos como en el otro, por unas decisiones que vistas desde afuera son incomprensibles. Porque la película empieza con un tono y unas escenas que hacen presagiar una interesante y comprometida diatriba contra las penurias de aquellas mujeres que tuvieron que usar su cuerpo para forjarse una vida a la altura de su espíritu y de repente, a medio camino, se enreda en una historia de amor contada con desgano (dónde está la escena en que Luis XX queda deslumbrado con su inteligencia, y la conversación en que podemos entender qué Du Barry llegó a ser tan poderosa en la política francesa), como si fuera una película navideña de Hallmark o de Netflix, para terminar mostrando a las hijas del rey que trataban como a una advenediza a Jeanne, comportándose como si fueran las hermanastras de Cenicienta.

Ningún personaje secundario logra ser algo más que un esbozo. Lo que sería menos problemático si a cambio nos ofrecieran una visión completa y tridimensional de Jeanne du Barry. Pero Maïwenn no se decide o no se atreve a definir a su protagonista, ni dándole las escenas y las frases que necesitaría en el guion que coescribe, ni otorgándole los gestos apropiados siendo la actriz que la encarna. Sólo en unos pocos momentos, como cuando se muestre desesperada ante la enfermedad del rey, alcanzamos a ver algo de la fuerza que debió tener una mujer que reinó en la sombra en la corte francesa. Pero es muy poca recompensa para el esfuerzo que implica para el espectador llegar hasta ahí, después de muchas cenas insulsas y anécdotas banales que nunca responden la pregunta más importante: quién fue esa mujer.

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