Hasta el 95 % de la población está infectado en varias regiones del planeta. El Toxoplasma gondii, un parásito exitoso.
La mayoría no sabe que fue infectado y varios estudios han sugerido que produce, en el cerebro de los humanos, cambios significativos en su comportamiento.
Desde hace cuatro o cinco décadas se sabe que una vez infectada la persona contrae inmunidad contra el parásito, un hecho de primer orden para las mujeres en embarazo o que planean embarazarse.
La infección en los primeros meses de gestación puede derivar en malformaciones del feto, como ceguera.
Pero, ¿si es real esa inmunidad? A las mujeres se les hace prueba serológica para ver si presentan anticuerpos para el T. gondii. Si los tiene, se considera protegida para toda la vida y el futuro feto no tendrá problemas. Aunque científicos han reportado casos en los que pese a dar positiva la madre, el hijo ha resultado con secuelas.
En un artículo esta semana en Trends in Parasiology, Solène Rougier, Jose G. Montoya y François Peyron cuestionan el dogma de la inmunidad total de la persona.
“Proponemos que de hecho es posible que el ser humano mantenga una inmunidad duradera toda su vida contra el T. gondii, no necesariamente debido a una sola infección por el parásito sino, hipotéticamente, luego de subsiguiente estimulación antigénica a través de reinfecciones durante la vida del individuo”, escribieron.
Una segunda infección activa otra respuesta, que ayudaría a mantener la protección.
Se han descrito algunos casos de toxoplasmosis congénita en hijos de mujeres inmunocompetentes que se sabía que estaban inmunizadas contra el parásito.
En uno de los casos, la cepa del parásito responsable de la reinfección fue aislada y se encontró que era atípica, descrita sobre todo en Suramérica.
Las razones por las que esa inmunidad “se acabe” son varias, entre ellas la variedad de cepas del parásito: podría estar protegida la persona contra una, pero no contra otras.