Un gol puede desatar una tormenta en el cerebro. Literalmente. Un nuevo estudio publicado en la revista Radiology muestra cómo ver jugar al equipo favorito activa circuitos cerebrales de recompensa y control emocional, que se reconfiguran en cuestión de segundos ante la victoria o la derrota.
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El trabajo, liderado por el investigador chileno Francisco Zamorano, de la Universidad San Sebastián y la Clínica Alemana de Santiago, ha analizado con resonancia magnética funcional (fMRI) la actividad cerebral de 60 aficionados al fútbol mientras veían partidos de sus equipos y sus rivales históricos.
Cuando su equipo marcaba un gol, se encendían las regiones cerebrales vinculadas al placer y la recompensa. Pero cuando el rival anotaba, el área responsable del control cognitivo —el córtex cingulado anterior dorsal— mostraba una “supresión paradójica”, es decir, una disminución del autocontrol justo cuando más falta hacía.
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“Esto explica por qué algunos aficionados, incluso racionales, pueden perder los estribos en un estadio”, señala Zamorano. Cuanto mayor es el nivel de fanatismo medido por una escala psicológica, más intensa es la respuesta emocional. Los autores advierten que este patrón cerebral no se limita al fútbol: también podría explicar reacciones extremas en política o conflictos sociales, donde la identidad de grupo anula la capacidad de autorregulación.
“El fanatismo se forja en la infancia”, concluye Zamorano. “Proteger el desarrollo temprano es la mejor forma de prevenir sus consecuencias en la vida adulta.”
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