Está en una piñata. Hay globos de colores, serpentinas, dulces y una torta sobre la mesa. Suena música y los invitados siguen sentados. No se quieren parar de las sillas a bailar, unos dicen que les da pena. Entonces aparece por la puerta él: peluca de colores, nariz pintada de rojo, cachetes colorados, traje ancho y de cargaderas y zapatos largos y trompones. Llega el payaso. Las sillas ahora están vacías, todos se van para el centro de la pista de baile donde él los espera. Se escuchan carcajadas, la gente baila, la fiesta comienza. Es lo que faltaba para subir el ánimo.
“En el mundo y en nuestro país el arte del payaso desde hace mucho tiempo salió del circo y llegó a las escuelas de formación, a las calles, a los procesos sociales y pedagógicos, al teatro empresarial. Como lenguaje llegó a otras partes”, explica Ana Milena Velásquez, payasa y docente de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia.
Es decir, el payaso de alguna manera logró una independencia del circo y expandió sus posibilidades. Se dedicó a explorar otros terrenos: hay payasos para abordar temas sociales, en los hospitales, en los colegios.
Uno de los escenarios que nunca han dejado son las fiestas infantiles, sin embargo, en los últimos años este oficio dejó de ser tan apetecido en estos espacios debido a que se han impuesto otras formas artísticas. “Hay una especie de declive o estancamiento en cuanto al reconocimiento de la gente por el valioso trabajo de los payasos, hay épocas históricas donde hemos sido importantes para la sociedad porque trabajamos con la risa, esa válvula de escape que ayuda a las personas a alejarse de una realidad con tantas dificultades”, responde Carlos Álvarez, payaso y director artístico de la Fundación Circo Medellín.
¿Quién los reemplaza?
Álvarez confirma que están pasando por una etapa de transición: “Hemos mermado nuestra presencia en el medio, el mercado y los gustos están cambiando y ya lo estamos sintiendo, se están imponiendo el stand up o los conciertos, es difícil competir, pero no creo que vayamos a pasar de moda del todo”.
Hace cinco años, en un mes, Carlos podía tener hasta 16 presentaciones (cumpleaños, primeras comuniones, bautizos) y en la actualidad hay meses en los que solo le resulta una sola función. “Los organizadores de eventos me dicen que no me han vuelto a llamar porque ahora a los niños les gusta más los artistas de reguetón”.
“Cuando no tengo trabajo la parte creativa se estanca y en lo económico también es un golpe fuerte, pero yo no me doy por vencido, nos toca crear otras cosas más allá de hacer reír como obras que pongan a pensar a la gente”.
Por su parte, la profesora Velásquez agrega que es importante tener en cuenta que este es un arte que se “transforma para no quedarse en el mismo formato esperando que el público llegue”. Y agrega: “El payaso que tenemos solo suscrito a la piñata asociado a los niños desapareció en Colombia hace diez años porque la profesión evolucionó al ritmo de las fiestas”.
“Todavía existe un payaso asociado al teatro (clown) que sigue manejando las mismas entradas cómicas; otro que hace campañas publicitarias más en una dinámica empresarial, política y pedagógica; en el tema de transformación social se trabaja con comunidades, personas vulnerables, espacios de convivencia”.
Una transición
Para Yamile Valencia, payasa y directora artística del Colectivo Teatral Infusión, los payasos de fiestas infantiles o de circo “no permiten que los permeen otras influencias”, es decir, no han logrado una evolución y se quedaron en ser “recreacionistas”.
“Hubo un boom de los payasos y payasas, pero ese auge se fue canalizando. Hoy encontramos unos que se dedicaron profesionalmente a este oficio, se preparan y estudian, no creo que sean muchos, pero en el gremio de los payasos teatrales todavía se mantiene el interés y no creo que desaparezcan”, indica.
Explica que existen payasos de circos, callejeros, terapéuticos y los clown. “Este arte está en la tarea de resignificarse y lo puede hacer a través de festivales digitales, medios audiovisuales, talleres por internet, esta es una forma de quedarnos con lo que nos gusta para no desaparecer”. Ha sido una evolución del lenguaje de los payasos, salieron de ese espacio que le ofrecía el circo, se formaron y abrieron nuevos campos de trabajo.
“Creo en lo que hacemos, este mundo vive constantemente en tragedias, entonces creo en la risa, en la humanidad que el payaso presenta y refleja, el ego del payaso se baja para que el espectador se ría y sea feliz, haga catarsis, sembramos sueños y cosechamos risas, es una tarea de todos los días”.
Desde hace 15 años, en la Universidad de Antioquia se dicta un diplomado en formación de payasos clown. “Hasta 2018 iban alrededor de 300 personas formadas y la mayoría contaban con un trabajo o crearon su propia compañía”, señala Velásquez.
El stand up
Otra pregunta que surge es ¿qué tanto la comedia en vivo le está arrebatando terreno a los payasos?
Mauricio Arias, comediante de Monólogos Sin Propina, dice que la principal diferencia entre los payasos (incluidos los clown o de teatro) y las personas que se dedican a hacer stand up es la formación. Según él, la de los primeros se basa en lo teatral (caracterización y manejo del escenario), mientras que la de los segundos parte del estudio de la palabra.
“No ofrecemos lo mismo que los payasos y ellos no hacen stand up, son cosas completamente diferentes, no competimos entre unos y otros. La gente contrata lo que necesita, sea un payaso, un clown o un comediante”, dice Arias, quien ha participado en el Festival Internacional del Humor y Comedy Central.
Agrega que este tipo de espectáculo humorístico se popularizó en Colombia hace aproximadamente cinco años, pero en Estados Unidos, México y Europa lleva un camino mucho más construido. “Es un estilo de comedia que la gente está aprendiendo en el país y aquí apenas se está creando un público”.
“El stand up en Colombia en el futuro creo que se va a depurar mucho, quedarán los comediantes que hicieron su público porque así se ha comportado en el mundo, hay gente que sigue comediantes como lo hacen con bandas musicales, los que no tengan nicho les tocará remar más”