¿Un día para la felicidad? ¿Acaso esta sensación influye en que seamos mejores ciudadanos, y hasta más productivos?
Así lo considera un grupo de estudiantes de octavo y noveno semestres de administración de empresas de la Universidad de Medellín, que proponen que en la ciudad se celebre cada 20 de marzo -como ya se hace en otras partes del mundo- el día de la felicidad.
Pero a partir del día, también se desarrollaría una política pública orientada a fomentar este valor como forma de mejorar las condiciones de vida de toda la población.
Una idea que ya tiene propuesta de anteproyecto de acuerdo y que, según Paola Giraldo Ramírez, una de las líderes del grupo de estudiantes, varios concejales han visto con buenos ojos.
Pero no es una propuesta salida de la nada, cuenta Javier Darío Villegas, profesor de finanzas públicas y quien anima a estos estudiantes a adelantar la iniciativa, porque revela que va acorde con uno de los planteamientos del Plan de Desarrollo propuesto por el alcalde Federico Gutiérrez y que se estudia hoy en el Concejo.
En efecto, el plan propone como una de sus estrategias el desarrollo de un Índice Integral para Medellín (IFI) “...como un ejercicio complementario dentro de los ya existentes en la ciudad para hacer seguimiento al bienestar y desarrollo integral de su población”.
Aprovechando ese marco, Paola y sus compañeros quieren que la felicidad en Medellín sea para sus habitantes, algo tan habitual, como lo es hoy la Cultura Metro. “Que exista una cultura de la felicidad”, apunta Isabel Murillo López.
Más que risas
Las promotoras de esta iniciativa plantean que la felicidad va más alla del sentimiento de alegría. Mientras este es de un momento, el primero implica la satisfacción de una persona con la forma como se desarrolla su vida. Satisfacción con sus relaciones personales, con su entorno, con las posibilidades de lograr sus metas.
Explican en su propuesta de anteproyecto del acuerdo que podría ser analizado por el Concejo, que la felicidad es mirada hoy por muchos gobiernos como una base para buscar propuestas que mejoren la calidad de vida de las personas.
Pero una política orientada a generar esa cultura de la felicidad, no solo crea un beneficio colectivo en torno a la calidad de vida de la ciudad, también desde la perspectiva de la economía es importante. La felicidad se ha convertido en un elemento que redunda incluso en mejoras en la productividad, y por lo tanto, también la rentabilidad de las organizaciones. “Con el aumento de la felicidad en la ciudad el efecto multiplicador esperado afectará de forma positiva la productividad y por lo tanto su economía”.
Con la implementación, de manera oficial, y con respaldo de la administración del día de la felicidad, sus promotores quieren desarrollar estrategias que involucren tanto al sector público, como a las empresas y la academia en la construcción de esa cultura.
Una estrategia enfocada en lograr y medir el nivel de la felicidad, enfatiza Carolina Laverde, es también una forma de generar un cambio en el pensamiento, de cambiar la cultura y potenciar aspectos que permiten alcanzar ese objetivo tanto en lo social, como en lo educativo, la convivencia y la cultura.