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Se repite. Un niño más, abusado, cruelmente asesinado y por alguien cercano a su entorno familiar. ¿Qué está pasando? Es la pregunta que ronda hoy tras la muerte de una pequeña, de 4 años de edad, ayer en Medellín, luego de ser violada y maltratada físicamente en el municipio de Girardota, al norte del Valle de Aburrá.
El hecho ha generado la consternación de todo el país, también revive la reflexión sobre los casos de violencia infantil que ya suman en Antioquia, este año, 378, según reportó el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF).
Sin asimilar la impotencia y el dolor en el país por la muerte de un bebé de 2 años en el barrio Cristo Rey de Medellín, también abusado y golpeado, el pasado 15 de septiembre, la directora de la entidad, Karen Abudinem Abuchaibe, sentenció que de los 7.000 casos en el país, el 10 % se presentan en Antioquia.
“Si nosotros, la sociedad, los vecinos y padres de familia no les damos protección y les garantizamos los derechos va a ser muy difícil revertir esta cifra”, señaló la funcionaria.
La familia como una entidad protectora de los niños es la premisa para evitar maltratos y abusos sexuales contra los niños y en esto es clave el que los padres reconozcan bien a los cuidadores de sus hijos.
Así lo consideró, Bibiana María Grisales, sicóloga y docente de la Universidad San Buenaventura, experta en políticas públicas de primera infancia, y quien se refirió a la necesidad de crear un lazo de confianza entre los niños y sus padres.
“A los niños hay que enseñarles el autocuidado, la valoración de sí mismos. Generar canales de comunicación adecuados que le permitan, en caso de sentirse vulnerado, denunciar”, indicó.
En los dos casos mencionados arriba, hubo presunta responsabilidad de sus padres.
Grisales explicó que cuando el abusador está en la familia hay ciertas características que se leen, como por ejemplo el temor del niño a algunos lugares con esa persona.
“Al niño, por ejemplo, le pueden decir que vaya a la casa de un pariente y llora, manifiesta temor, se opone, entonces, frente a esas señales de angustia, o no querer separarse, hay que ver que está pasando algo. Los padres no pueden dudar de lo que dicen sus hijos”, dijo la profesional.
El abuso sexual puede ser ejecutado por hombres y mujeres. No siempre ocurre en lugares escondidos ni con personas desconocidas y no necesariamente son actos abusivos con utilización de fuerza.
De esa manera explicó Íngrid Wolff, directora alterna de la Fundación Lucerito—que atiende a niños con maltrato y abuso sexual—las características de un victimario.
“El abuso sexual no siempre implica agresiones físicas, puede ser palabras, gestos, tocamientos, insinuaciones o invitación a la pornografía”, enfatizó, y aclaró que “a los niños hay que enseñarles y hablarles sobre sexualidad y abuso sexual, deben aprender a establecer límites: no darles besos en la boca, no bañarse con ellos, respetarlos y proteger su entorno”.
Sobre los aspectos que identifican a un victimario, Grisales subrayó que hay que poner la lupa en las personas que les gusta estar todo el tiempo con los niños, que llega a la casa y lo primero que quieren hacer es estar con ellos, incluso olvidando su vida de adultos.
“Pasan 10 horas en la piscina con los niños, por ejemplo. Todos debemos compartir con los pequeños, pero también tenemos conversaciones, temas de adultos que hacen parte de nuestras vidas”, acotó.
Con respecto al papel de las madres, que en los dos casos recientes son señaladas por las autoridades de permitir los abusos, Grisales estableció que en casos similares suele haber factores como la amenaza de la pareja, el miedo a perderla y dejar de recibir apoyo económico, lo que redunda en silencio y complicidad.