Un hecho recurrente, que unos aplauden y otros reprochan, es disparar un arma en defensa propia, para evitar un fleteo, modalidad delictiva en la que uno o más sujetos buscan robar las pertenencias de otros.
Han sido varios los casos en los que la víctima se opone al delito y dispara contra el atracador, tal como ocurrió el jueves pasado cuando las balas no solo impactaron al delincuente, sino también a un inocente, el joven cantante Fabio Legarda.
En medio del debate nacional, que vuelve y se suscita, sobre balas perdidas y armas en poder de civiles, hay algo en lo que coinciden analistas: “Legarda pudimos ser todos”.
Si bien, afirma Juan David Giraldo, jefe del programa de Sicología de la Universidad de Medellín, el caso del artista está relacionado con un hecho de legítima defensa, pudo evitarse si quien buscaba no dejarse atracar hubiera tenido consciencia social (pensar que al disparar podía afectar a inocentes).
“En este caso, el que se defiende lo hace pensando en salvarse él. Pero uno se pregunta, ¿por qué usa un arma de fuego en un sitio público? ¿O al ladrón, cómo se le ocurre sacar una pistola en medio de tanta gente? Esos son sujetos que piensan individualmente, pero no socialmente”, apunta.
Para el experto, esas actitudes, a la luz de la Sicología, denotan la carencia de “desarrollo de inteligencia social”, pues son pensamientos egoístas.
“Por ejemplo, en ocasiones, algunos juzgan a un policía que ante una persecución no dispara, pero ahí actúa bien, al saber que está en un lugar público y si dispara puede impactar a un inocente, entonces prefiere dejar que el ladrón se vaya, y eso fue lo que no pensó la persona del caso Legarda, que se defendió legítimamente, pero puso en riesgo la vida de los demás”, dijo.
Giraldo enfatiza que la conciencia social se fundamenta en el desarrollo moral, que es cuando la persona que está siendo atracada tiene que solucionar un dilema moral real en poco tiempo (dispara para defenderse y pone en riesgo a inocentes, o deja que lo roben).
“Imagínese una persona, sin buena inteligencia social ni emocional y resolviendo un dilema moral en el que está en juego su vida, termina resolviéndolo a favor de él: muérase quien se muera yo voy a quedar vivo. Eso nos afecta (...) somos sujetos egoístas que sabemos defendernos en derecho, pero lo hacemos mal como sociedad”, subraya.