El pasado 29 de abril, el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (Dane) reveló que la pobreza monetaria alcanzó máximos históricos en el país. Luego de un año marcado por los cierres, el aumento del desempleo y una recesión general de la economía, al menos 3,5 millones de colombianos cayeron en la pobreza entre 2019 y 2020.
En el caso del área metropolitana del Valle de Aburrá, que aportó casi una décima parte de los nuevos pobres del país, los ingresos de al menos 334.415 personas se situaron por debajo de la línea de la pobreza monetaria y los de 207.818 por debajo de la línea de la pobreza monetaria extrema (Ver Radiografía).
Aunque según advierten expertos consultados, la variación porcentual del Aburrá no fue la más grande en comparación con otras ciudades y áreas metropolitanas, esta fotografía es una de las más preocupantes de la última década. Luis Fernando Agudelo, director del programa Medellín Cómo Vamos, explica que, por ejemplo, en el caso de la pobreza monetaria el registro más alto que tenía el área metropolitana era de 28,7 % en 2012 y este año ese indicador fue del 32,9 %.
En el caso de la pobreza monetaria extrema, mientras el registro más alto era el de 2012, con una incidencia del 4,4 %, en 2020 fue del 9,1 %, agrega. “Desde 2012, que tenemos esta metodología del Dane, el valor de la pobreza monetaria es el peor registro que tenemos”, dice Agudelo.
Esfuerzos insuficientes
Desde la óptica de las políticas públicas, uno de los debates centrales que abrió el informe fue la efectividad de las ayudas estatales lanzadas durante el último año.
Carlos Sepúlveda Rico, secretario técnico del Comité de Expertos en Pobreza del Dane, explica que esa efectividad se midió a través de una metodología en la que se cruzaron encuestas y los registros de varias entidades.
Las transferencias de programas como Ingreso Solidario, Familias en Acción, Jóvenes en Acción, Colombia Mayor y ayudas regionales desembolsadas por las alcaldías de Bogotá, Medellín y Bucaramanga, hicieron parte de ese cálculo.
Según se lee en el informe del Dane, en el caso del Valle de Aburrá la incidencia de las ayudas sobre la pobreza monetaria fue del -1,4 %, es decir, que sin la inyección de recursos del Gobierno Nacional y la Alcaldía de Medellín la incidencia de la pobreza monetaria no habría sido de 32,9 % sino de 34,3 %.
Por el lado de la pobreza monetaria extrema, el impacto de las ayudas estatales fue de un -1,0 %, lo que significa que gracias a los giros del Estado logró bajarse de 10,1 % a 9,1 % la incidencia de ese tipo de pobreza.
Debate por las soluciones
La interpretación de estos indicadores ha generado reacciones divididas entre analistas y economistas. Aunque la mayoría coincide en que el aumento de la pobreza durante el último año es un fenómeno que preocupa por su magnitud, los caminos para superar esa recesión generan lecturas diversas.
Jorge Iván González, economista de la Universidad Nacional e integrante del Comité de Expertos de Pobreza del Dane, propone que los resultados de Medellín deberían ser un llamado de atención, ya que el impacto generado por los desembolsos oficiales estuvo por debajo del promedio nacional.
Según señala, mientras en Colombia el resultado de la inversión pública en la reducción de la pobreza fue del -3,6 %, Bogotá (-1,3 %), Medellín (-1,4 %) y Cali (-1,5 %) mostraron valores por debajo de ese promedio.
“Las políticas sociales no están siendo tan efectivas”, dice González, agregando que, si bien Medellín no tuvo un aumento porcentual tan grande comparado con ciudades como Pereira, Manizales o Villavicencio, debe revisarse por qué las medidas paliativas no surtieron efectos más grandes.
Según propone, ese bajo impacto mostraría la necesidad de hacer intervenciones mucho más ambiciosas, tanto a nivel nacional como a nivel municipal. En el orden municipal, añade González, una de las soluciones consistiría en mejorar los niveles de recaudo y las fuentes de ingresos que se relacionen con los grandes capitales, para reducir la inequidad.
Jesús Botero García, director del grupo de coyuntura económica de la Universidad Eafit, destaca por su parte que en Medellín y Antioquia las cifras coincidieron con uno de los principales hallazgos a nivel nacional, que consistió en que el aumento de la pobreza se concentró en las ciudades, mientras en el campo se redujo.
Contrario a lo que por lógica podría pensarse, plantea Botero, el número de personas que cayeron en la pobreza monetaria en Antioquia fue de 311.021, es decir, 23.394 personas menos que en el Valle de Aburrá.
Según explica el economista, esa diferencia obedece a que mientras en las ciudades creció la pobreza, en el campo se contrajo, generando una compensación a nivel departamental.
“En el conjunto de Antioquia hay menos pobres adicionales que en Medellín. Eso significa que las políticas que implementemos tendrán que ser efectivas para el empleo urbano”, explica Botero García, agregando que inversiones en infraestructura podrían generar empleos transitorios mientras se recupera la economía.
Desde el programa Medellín Cómo Vamos, Agudelo Henao propone que otras medidas que deberán considerarse son impulsar a las pequeñas y medianas empresas, crear un programa de ingresos para los hogares más vulnerables, así como abrir oportunidades para los jóvenes.
No obstante, desde el punto de vista administrativo, Agudelo plantea que debería abrirse un debate público para saber cuáles son los criterios técnicos que están siguiendo las entidades nacionales y municipales para asignar las ayudas económicas, ya que pese al esfuerzo fiscal que estas demandan, su baja incidencia en los índices de pobreza evidenciarían errores en su focalización.
“Debe hacerse un llamado a las administraciones municipales para mejorar la coordinación con el Gobierno Nacional, en términos de quiénes son los beneficiarios de las transferencias monetarias”, propone Agudelo
-1,4 %
fue el impacto de las ayudas para reducir la pobreza monetaria en Medellín.