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Brayan tenía solo 23 años. Conducía el pasado 3 de mayo a eso del mediodía por la Regional, a la altura de los talleres del Metro, cuando un carro delante suyo frenó abruptamente para evitar atropellar a un habitante de calle. Brayan chocó contra el vehículo y no alcanzó a ser atendido por los paramédicos. Murió en mitad de la vía.
En el mismo sitio, tres semanas atrás, había muerto Jesús Alberto, en la madrugada del sábado 9 de abril, al perder el control de su moto. Alejandro había perdido la vida ahí mismo el 5 de abril al colisionar su moto con un vehículo de carga varado. Doce días antes, también allí, Andrés Mauricio había fallecido al estrellarse en medio de la lluvia con una camioneta. Todos tenían 27 años.
Ellos fueron cuatro de los ocho motociclistas que han perdido la vida este año en los 3,4 kilómetros de la variante de Bello.
En dicho municipio están alarmados por la accidentalidad de ese tramo de la Regional. En los primeros 157 días de 2022 se superaron en ese corredor las siete muertes de motociclistas ocurridas en todo 2021. Además, hasta el pasado 6 de junio se registraron en este trayecto de 3,4 kilómetros 57 incidentes, 29 heridos, 22 incidentes con daños, un atropellamiento, 39 choques y 15 volcamientos.
Estas cifras llevaron a la Secretaría de Movilidad del municipio, en cabeza del secretario Rigoberto Arroyave Acevedo, a proponerle a la Gobernación de Antioquia, la concesión Vinus y las autoridades municipales con jurisdicción en la Regional que lleguen a un acuerdo para que la velocidad máxima, desde La Estrella hasta la glorieta de Niquía, sea de máximo 60 kilómetros por hora, tal como lo hicieron en la Autopista Norte, que bajó de 80 km/h a 50 km/h.
Arroyave sostiene que el exceso de velocidad es detonante principal de la accidentalidad traducida en muertes de motociclistas y que, por lo tanto, llegar a ese consenso de reducción del límite de velocidad e intensificar la educación vial es la única fórmula para enfrentar la problemática.
El subsecretario de Movilidad de Bello, Camilo Montoya, dice que saben que no es una propuesta que se materialice de la noche a la mañana por tratarse de una vía departamental, de alto flujo vehicular y clave para el transporte de carga. Pero sostiene que una velocidad de 60 km/h no afectaría la circulación y en cambio sería un punto de quiebre para salvar decenas de vidas.
El funcionario señala que incluso los mismos conductores están de acuerdo con la medida. En un ejercicio que hizo la Secretaría determinó que el 63% está de acuerdo con la reducción del límite de velocidad, frente a un 25% que se mostró en desacuerdo y un 12% que no respondió.
No solo es la velocidad
Montoya reconoce que además del exceso de velocidad, el otro factor determinante en la accidentalidad es la impericia de los motociclistas.
Ambos son parte de coctel peligroso de lo que la OMS ha llamado una epidemia silenciosa. Según cifras de la Federación de Aseguradores de Colombia, de los 16 millones de vehículos que circulan en el país, 10 millones son motos. Sus precios asequibles y pocos requisitos convirtieron las motocicletas en la elección favorita de la ciudadanía.
Sin embargo, su proliferación no ha estado ligada al rigor y calidad. De acuerdo con Fasecolda, la mayoría de las motos que se venden en el país no cumple con las especificaciones técnicas de seguridad a nivel internacional. Además, no existe entre las personas una cultura responsable para asistir a una escuela de conducción a aprender a manejar estos vehículos y para colmo el 80% de las motos circulan sin Soat.
El resultado de esto es que ocho de cada diez accidentes viales en el país involucran motos y este año a nivel nacional van 1.850 usuarios en moto muertos, un aumento del 30% frente a 2021.
Antioquia tiene uno de los panoramas más críticos. En 2022 van 492 usuarios en moto lesionados y 232 fallecidos. La mortalidad ha aumentado un 41,18% entre 2021 y el actual periodo.
En Medellín murieron este año 66 usuarios en moto, la mitad del total de fallecidos por accidentes viales en la ciudad. El último fue el joven Andrés Herrera, el pasado viernes, mientras hacía piques por la autopista Sur.
Para la magíster en epidemiología de la U. de A., Alejandra Vargas, mientras este no se entienda como un problema de salud pública las medidas no serán más que acciones desperdigadas sin impacto a largo plazo.
Dice la experta que aunque las autoridades locales y en el Gobierno Nacional se dan golpes de pecho, ninguna asume el liderazgo para tomar decisiones de fondo que den un vuelco a esta crisis desde la prevención. Esto implica poner en cintura a fabricantes y comercializadores de motos y equipamientos como cascos y aumentar la exigencia en los requisitos para acceder a compra de estos vehículos y las licencias para manejarlos.
“Tenemos información detallada de la prevalencia y factores asociados a esta problemática y a pesar de esto no logramos ningún avance. Casi todas las epidemias que enfrentamos las combatimos con nuestros mejores recursos, ¿por qué con esta epidemia no hacemos lo mismo? Estamos pagando un costo social muy alto por la inacción”.
Carlos Daniel Ochoa pudo ser uno más en esa fatal lista de la variante de Bello, pero la vida le dio otra oportunidad. Conducía por este tramo cuando un motociclista que venía manejando de manera temeraria trastabilló, tocó su moto y lo mandó contra un taxi tras lo cual cayó y su pecho quedó a unos centímetros de las llantas de una camioneta Ford que alcanzó a frenar.
Carlos condujo motocicleta durante seis años y hasta ese día nunca había sufrido un accidente. Ahora lleva cuatro meses sin tocar la moto y dice que no se siente capaz de volver a movilizarse en un medio de transporte en el que su vida quede tan a merced de las decisiones y errores de otra persona.