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La presencialidad les es esquiva a los estudiantes de la Institución Educativa de El Hatillo, en Barbosa. Al lugar, desde que comenzó la pandemia, no han logrado volver, y eso nada tiene que ver con la covid-19. La presencia de murciélagos en las aulas, las inundaciones cada vez que llueve y la ausencia de agua potable se han convertido en un mal mayor, según los afectados.
Mediante un recorrido, una comitiva del plantel, integrada por coordinadores, profesores y padres de familia, alegó ante este diario un manojo de afectaciones que, en una institución tan nueva —no ajusta cinco años desde su entrega—, parecen inusuales.
La profesora Adriana Cadavid es enfática en evidenciar las falencias que, hasta el momento, tienen atado de manos al colegio y por ello no ha logrado recibir a sus 975 estudiantes habituales.
La lista de percances comienza por las inundaciones. Con llavero en mano, la profesora y Juan Camilo Gómez, uno de los coordinadores, abren salones de clase, como la sala de cómputo, donde la lluvia genera estragos cada que llueve.
A ese problema, se suma el estancamiento de aguas en espacios comunes como la cancha del plantel y los techos de las construcciones, en los cuales se almacena el agua cada que llueve, lo que degenera en humedades.
Pero este no es el único problema. Los mismos salones afectados por el agua lidian con las heces de los murciélagos que allí duermen. Aunque ahora no hay nadie en la institución, cuenta Jennifer Carvajal, estudiante de grado 11, antes esa era la primera tarea de la jornada: sacar el agua —cuando llovía — y deshacerse del excremento de estos mamíferos voladores.
A estos males se suma otro: no hay agua, ni para lavado de manos ni para el funcionamiento de los baños. La planta de tratamiento de aguas residuales está dañada y aunque en cientos de ocasiones les han prometido su arreglo, expone la profesora Cadavid, nada ha pasado al respecto.
Problemas de vieja data
El coordinador Gómez relata que el tema no es nuevo. Allí padecen afugias desde 2016, cuando se entregó el colegio, que es la sede principal de una institución con seis sedes educativas en el municipio de Barbosa.
Las puertas que han tocado no han sido pocas. “Hemos ido hasta el Área Metropolitana, la Alcaldía de Barbosa y la Secretaría de Educación de Antioquia”, cuenta el coordinador. Pero de esos ires y venires han salido pocas soluciones, pues en palabras de este y de la profesora Cadavid dichas entidades se “chutan la pelota”, cuando se habla de competencias para intervenir lo que sucede.
Respecto a los murciélagos, la profesora cuenta que ya recibieron respuesta. “Vino alguien desde el Área Metropolitana y lo que nos dijo, en pocas palabras, es que teníamos que convivir con ellos”. Ese dictamen, cuenta la profesora, no es el mismo que les compartió Corantioquia, entidad que les aclaró que se puede ejecutar un plan para mitigar el problema.
Los demás arreglos tampoco se concretan. Aunque estarían listos para mitad de este año, y así garantizar el retorno, esa fecha se ha movido. Hace unos días, confirma el coordinador Gómez, la Alcaldía de Barbosa les indicó que en enero del año entrante estarían listos, de una vez por todas, los arreglos para el retorno.
Los más afectados
Entre tanto aplazamiento, los integrantes de esta institución han perdido la fe de volver a sus instalaciones. La estudiante Jennifer, del grado 11, cuenta que desde hace dos años no ha vuelto a la institución y, según parece, la graduación le “tocará en la casa”.
Ella, de la mano de Mónica Alzate, representante de padres de familia ante la institución, describe que el no retorno ha afectado la calidad de la formación. “Por acá, la conectividad a internet es muy mala. Aunque se han enviado talleres impresos, es muy difícil, siempre será mejor estudiar cerca de los profesores y poder interactuar con los compañeros”, afirma la estudiante.
Esas encomiendas para la casa han desencadenado, según Mónica, en que los padres de los niños deban terminar en el buscador de Google o viendo videos de YouTube para tratar de comprender lo que sus hijos no alcanzan en las clases virtuales.
“Muchas veces la explicación no es tan completa. Le toca a uno meterse a internet, entender y luego explicarle a los muchachos. Mi hijo, de 11 años, dice que le hace falta volver. Las tareas son más pesadas y le hacen falta los compañeros”.
Lo que piden en este colegio de El Hatillo es que les cumplan las promesas que les han hecho una y otra vez. Que las soluciones lleguen, sin importar la entidad de donde vengan, y que como los demás colegios que han retornado tras la pandemia, los murciélagos, inundaciones y falta de agua no les impida volver.