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La Avenida La Playa guarda la historia de Medellín desde los inicios de la villa, el paisaje bucólico del siglo XIX y el cubrimiento de la quebrada Santa Elena, que comenzó en la década de 1930.
La Alcaldía anterior, con la intención de devolverle su papel histórico, cultural y simbólico, metió $28.000 millones en su recuperación. Pero, tres años después de la intervención, las bancas están arrancadas de su sitio, las señales de tránsito desaparecieron y los adoquines se están resquebrajando. La Playa no es el corredor turístico que se pensó.
Hay varias razones del rápido deterioro de la avenida. La primera, señaló Jorge Puerta, presidente ejecutivo de Corpocentro, tiene que ver con la calidad de los materiales que se utilizaron. Es cierto que los adoquines están rotos y suenan cuando un carro pasa sobre ellos.
“Esos adoquines retrasaron la obra en su momento, pues no había cantidad suficiente. Nos llama la atención que estén malos pasados apenas tres años después de que entregaron las obras. ¿Los materiales no fueron de buena calidad?”, se preguntó Puerta.
En La Playa también se instalaron señales de tránsito verticales que en su momento fueron reprochadas por la comunidad, pues eran presa fácil de los ladrones. La Alcaldía hizo caso omiso a esa recomendación y hoy no queda ni una sola. Pero el deterioro de La Playa no obedece solo a la supuesta baja calidad de los materiales. Allí se conjuga el abandono, la falta de cultura ciudadana y el esporádico mantenimiento.
Una de las pretensiones es que La Playa fuera una avenida más peatonal, agradable para sentarse a tomar un café, hacer un alto en la ciudad. Para ello se instalaron bancas. Pero hoy, así como las señales de tránsito, estas han sido víctimas de los ladrones. Están desvencijadas, con los espaldares arrancados, apenas mostrando los tornillos que alguna vez los sostuvieron.
También se instalaron una especie de salas al aire libre, al estilo de bulevar, que hoy son poco utilizadas y en donde abundan desperdicios arrojados por los transeúntes. La responsabilidad del mantenimiento está a cargo de varias dependencias. Movilidad, por ejemplo, se encarga de la señalización y los semáforos; Infraestructura tiene bajo sus dominios el mantenimiento de los jardines, que hoy están marchitos en algunos sectores, pisados y cubiertos de basura.
Puerta comentó que desde hace dos años hicieron una petición a Movilidad para que se repararan los daños, pero nada se ha materializado aún. En cuanto a Infraestructura, esa dependencia está a la espera de hacer un recorrido para analizar la situación en detalle y tomar correctivos.
La transformación de La Playa, así como de otras 52 obras que se realizaron en el Centro en la administración anterior, estuvo a cargo de la Gerencia de esa comuna, que estaba en cabeza de Pilar Velilla. Consultada al respecto, negó que los materiales fueran de baja calidad: “Lo de los materiales no es verdad, esa obra la hizo la EDU con la misma calidad de las 52 obras físicas que se hicieron en el Centro”, comentó.
Velilla explicó que la transformación de La Playa se pensó como una manera de devolverle el valor histórico a la avenida y armonizar la convivencia entre peatones y conductores. Además, se pretendió darle una nueva vida al lugar con eventos artísticos y una mejor iluminación. Para Velilla, el objetivo se cumplió “en un gran porcentaje”.
Pero lo que se ve hoy está muy lejos de esa avenida agradable y turística que se proyectó. Desde Corpocentro formularon recomendaciones para que La Playa no se siga deteriorando, como ha sucedido hoy, y se las entregaron a la Alcaldía.
Velilla, por su parte, dijo que había que darle un mantenimiento constante para evitar el deterioro: “Sobre todo, ejercer la autoridad para hacer cumplir las normas, cuidar los jardines y aplicar la gobernabilidad para aprender de experiencias en las que se invierte en espacios públicos y luego se dejan deteriorar por el mal uso que se hace de ellos, pues si bien se requiere el compromiso de la comunidad es la Alcaldía la que debe estar atenta a estos procesos y al buen manejo del espacio público”.
Los vecinos también están inquietos por la situación. Darío Calderón, que vive en la zona hace 16 años, se queja de la invasión del espacio público y el robo del mobiliario. Fredy Hincapié, su contertulio, comentó: “Acá hay cero mantenimiento. ¡Cero! Tanta plata que le invirtieron para que la dejen así abandonada”