Usar, gastar y desechar. En la acelerada cadena de producción y consumo, cuando un objeto se convierte en basura, la apuesta en la mayoría de las ciudades latinoamericanas sigue siendo enterrar los residuos debajo de la tierra.
Pero aunque estén escondidos bajo capas y capas de desperdicios en rellenos sanitarios, el rastro de la basura sí deja a la vista otros problemas latentes: el gas metano, la producción de lixiviados, la contaminación del agua y hasta la propagación de enfermedades.
Así las cosas, mandar la basura a los rellenos ya no es la alternativa más efectiva. La gran pregunta, ahora, debe ser cómo recuperar y reutilizar recursos de eso que ya no usamos, cómo hacer para que lo que botamos al basurero se convierta en ganancia.
Esa es la premisa de Östen Ekengren, presidente de Smart City Suecia y director del Instituto Sueco de Medio Ambiente (IVL). Durante más de tres décadas ha enfocado sus esfuerzos en investigaciones relacionadas con manejo de residuos de una forma más sostenible en Suecia y otros países.
Y en Estocolmo el uso de tecnologías más limpias les ha dado resultado. Solo el 0,7% de los residuos van a rellenos sanitarios, el resto se recupera a manera de reciclaje, energía y biogás.
Implementar este tipo de opciones en otras ciudades no es fácil. Para Ekengren, no se trata de un proceso de “copiar y pegar”, sino de un trabajo que exige de educación, liderazgo político, infraestructura y legislación.
¿Qué hay detrás de años de esfuerzos? En Suecia, por ejemplo, han conseguido reducir los desechos que salen de los hogares y aumentar los que se reciclan. La recolección de la basura también cuenta con una tecnología de transporte vía tuberías subterráneas que trasladan los desechos a puestos de recolección. No es un sueño, dice Ekengren, esta alternativa existe y está funcionando bien.
A esto se suman 44 plantas de incineración que proveen de energía y de calor.
EL COLOMBIANO conversó con el investigador sobre cómo dar este tránsito paulatino a formas más eficientes de procesar la basura en Medellín, de cara a las contingencias ambientales y a la poca capacidad de los rellenos sanitarios.
Usted llega al IVL en 1978, ¿qué problemas encontró con respecto al manejo de residuos?
“Estudié Química y luego me trasladé al sur de Suecia. Allí había un asunto muy problemático: la industria estaba produciendo gran cantidad de pesticidas de manera errada, enterrando estos contaminantes debajo de la tierra. Tuvimos que cerrar estas plantas y limpiar todo el área”.
¿Cómo fue esa transición?
“Estas fábricas no tenían ningún tipo de preocupación por el medio ambiente. Después de esta experiencia, comenzamos a revisar los procesos de producción para pensar cómo hacerlos más inteligente y menos tóxicos”.
En Medellín solo un porcentaje reducido de los residuos son aprovechados. ¿Cómo mejorar este proceso y hacerlo más eficiente?
“Lo primero sería intentar reducir la cantidad de residuos. Y, después de esta reducción, comenzar a estudiar cómo pueden ser reutilizados. Muchas compañías son ineficientes: producen montones de residuos, cuando la clave es minimizarlos.
En Medellín no necesitan calefacción, pero podrían utilizar los residuos para crear un sistema de enfriamiento distrital: no puede ser que cada apartamento tenga su sistema de aire acondicionado y para eso no tienen que tener una planta de incineración, pueden usar paneles solares o energía eólica”.
Al vaso Altar de La Pradera, el relleno de mayor extensión en Antioquia, han llegado ya más de 4 millones de toneladas de basura, de una capacidad total de 8 millones. ¿Qué hacer para evitar un colapso?
“Los rellenos sanitarios deben cerrarse de una forma segura. En Suecia se han cerrado la mayor parte de los rellenos que hemos tenido antes y, al clausurarse, se deben cubrir con capas de diferentes materiales para evitar que el agua penetre en la tierra y se lleve las toxinas.
Después hay que capturar el metano, que puede utilizarse para producir electricidad o para otros fines.
Por supuesto, al largo plazo se debe contemplar la posibilidad de construir plantas de incineración. Si le preguntas a las personas en Suecia, es cierto que ya la prevención es mínima. Además, al tener una planta de incineración, la basura no tiene que viajar largas distancias para ser procesada.
Creo que, muchas veces, los países o regiones no invierten en estas tecnologías debido al costo inicial, pero comparado con la vida útil de los rellenos, estos sistemas son muy ventajosos”.
¿Existen en Latinoamérica algunas experiencias que puedan servir de ejemplo en relación con el manejo inteligente de residuos?
“Sé que hay grandes discusiones en ciudades como Argentina, en Porto Alegre en Brasil, en Uruguay. Muchas compañías están trabajando en esta dirección y quieren hacer algo con la situación. Pero estas alternativas toman tiempo para llegar a una solución, para hacer los cálculos. Y, para que sea un proyecto exitoso económicamente, tienes que involucrar también a los actores locales”.
Que los rellenos sanitarios continúen siendo la opción más utilizada en Latinoamérica podría, quizás, tratarse de una excesiva prevención de los gobiernos locales...
“Pienso que Latinoamérica no es muy distinta a los otros países en los que he trabajado. Tiene que existir educación, hay que trabajar con la comunidad conjuntamente con la implementación. Los cambios requieren energía y esfuerzo, pero creo que sí va a llegar a un cambio.
No quisiera ver que no hagan parte del cambio, que el vuelo despegue sin ustedes. Súbanse al avión para resolver, en conjunto, el problema del cambio climático” .