Si la cuarentena tiene de moda los juegos de mesa como el parqués, el dominó y el Rummi-Q, la nostalgia del aislamiento trae a la memoria de las familias antioqueñas los juegos de antaño que reinaban en las cuadras de Medellín y sus alrededores.
Jaime García, por ejemplo, pasó su infancia en el barrio Manuel Uribe Ángel de Envigado y recuerda cómo jugaban en los años 70 por las cercanías de la quebrada La Ayurá que aún no estaba canalizada.
“Quizás uno de los más recordados es la Vuelta a Colombia con tapas de gaseosa. En esa época las tapas venían con un corcho y uno se lo quitaba y rellenaba la tapa con barro o con parafina para darle peso y hacíamos el trayecto en el piso con curvas y todo. Eran recorridos largos, antes de llegar a la meta, y hasta número le poníamos a las tapas”, recuerda de aquellas épocas que ciclistas como Martín Emilio Cochise Rodríguez y José Patrocinio Jiménez eran ídolos gracias a las transmisiones radiales que reproducían sus hazañas.
El hombre, que ahora vive en el mismo barrio que lo vio crecer, recuerda otros juegos populares que se fueron extinguiendo como darle vueltas al barrio con un rin de bicicleta arrastrado por un gancho de alambre y los campeonatos con bolas (o canicas) de cristal que eran una prueba imperdible de precisión y puntería.
“Todavía tengo amigos de esa época y siempre nos acordamos que éramos muy creativos a la hora de jugar. Una cosa particular y es que había un vecino que alquilaba bicicletas porque pocos teníamos, apenas uno conseguía cualquier monedita era feliz por ir a prestar una bicicleta por una hora y nos montábamos hasta cuatro o cinco”, recordó.
Estrellita Román nació y creció a finales de los 70 en el barrio Prado Bello, al otro costado del Valle de Aburrá, pero coincide con Jaime García en que esos momentos de la infancia y de jugar con los amigos de la cuadra le forjaron el carácter y la convirtieron en una persona sociable.
“Mi infancia quedó marcada por esa etapa y recordarla me da alegría y hasta nostalgia. Jugar boy, stop, golosa (la rayuela que inmortalizó Cortázar), escondidijo, y hasta carrera con carros de rodillos. Sin ningún problema podíamos jugar todo el día en la calle hasta que a las 8 o 9 de la noche le pegaban el grito desde la casa para que se entrara. Esa época con los amigos de la cuadra no la cambio por nada”.