La primera vez al compás de la música

BPrensa escuela (1)

En Prensa Escuela leemos en voz alta.

Por: Mariana Acosta Gutiérrez
Tallerista Prensa Escuela 2019
Licenciatura en Humanidades y Lengua Castellana
Universidad de San Buenaventura

La música nos ha acompañado en todo nuestro caminar, ya sea de manera consciente o no, está ahí, siguiendo nuestro compás. Entre latidos fuertes, entre ir y venir, entre susurros y silencios, entre manos gigantes y corazones nostálgicos se componen estas historias que conservan melodías, reflexiones y encuentros inolvidables. Aquí están, a la espera,  cuatro voces que solo necesitan de ti para comenzar a narrar.

Yo y la primera vez
Amaneció y está claro que no será un día común. La mañana estaba preciosa, pareciese que el sol ya se hubiera comprometido a acompañarme. Es un día importante, pero aún no estaba suficiente convencida, tal vez no estaba lo bastante cerca al vacío, seguramente anestesiada en el tiempo.

Todos tienen caras felices, veo que están muy emocionados porque llegue la hora, yo aún trato de asimilar lo que está por pasar. El almuerzo está tibio y el jugo no luce tan apetecible como se ve recién servido, ya es tarde y no es la hora del almuerzo, me retrasé; perdí el tiempo, pero él me encontró, me di cuenta que era hora de ir a casa a tomar un baño y buscar ropa más limpia.

Momento complejo: ¿Una falda? ¿Una blusa? ¿Pantalón? ¿Cabello suelto? ¿Recogido? ¿Tal vez una trenza? Ya no quería complicarme más, tomé un pantalón (negro por supuesto), una blusa cómoda y salí como mejor puedo salir, ese día fui Jimena.

Me acerco al momento, decidida, fuerte y convencida, ya no puedo esperar. Hice conciencia por un momento de lo que estaba pasando en mí: latidos más fuertes y rápidos, sudor repentino en la frente y ese impulso en el pecho que pareciese un espectáculo de juego pirotécnicos, mis ojos… puedo asegurar que, aunque no pudiese verlos, tenía la certeza del brillo existente en ellos y justo ahí entre latidos y torrente sanguíneo igual a una tormenta, escuché: “Con ustedes, Jimena”.

No existió jamás una detonación de sentidos en mi cabeza igual a la de ese momento, yo tomé el micrófono y canté, sí, canté.  Supe inmediatamente que soy eternamente feliz con lo que puedo hacer cuando canto, puedo sentirme tranquila, satisfecha y acompañada; comprobé que los aplausos son de colores y las personas son destellos de luces que ciegan la tristeza.

Eses día cantó Jimena, ese día canté yo.

Jimena Gutiérrez Cortés
Universidad de San Buenaventura
Licenciatura en Educación Artística

WhatsApp Image 2019-03-02 at 17.05.09 (2)

Participando en el taller sobre redes sociales.

 

Amor a primer oído
“Recuerdo mi rúbrica y esas sensaciones únicas cuando conocí esta música, yo solo bailaba Mamblues sin descansar, era el Dios del viento, nadie me podía parar” Gambeta.

En las calles seguía sonando ese asqueroso reggaetón con letras que no dicen nada. Que fuera el reggaetón viejito, con ritmo inevitablemente envolvente y letras pesadas pero trabajadas, pues yo me relajaba y hasta lo disfrutaba, pero esto es horrible, ¿quién llama a esto música? Yo no, yo paso.

“Abrí los ojos, entre paredes la mesa y una conversación, y lo único que separó el secreto ha sido esta canción, esa que no se olvida como el hambre y la imaginación dejándome ir donde quiera sin dejar de ser yo” kaztro.

Había escuchado hablar del rap en los términos más tormentosos y vandálicos. Cuando mi parcero “El Gambino” me invitó por primera vez a su casa, lo único que sonó durante cuatro horas fue 2Pac, Notorius BIG, Snoop Dog y todo el combo de raperos gringos. Me pareció algo muy pesado en ese momento básicamente porque no entendía nada. Pero me gustó. Me gustó como se sentía el Bum-Bap al ritmo de mis latidos, como rimaban los versos, como se me movía la cabeza sola. No lo entendía, pero estaba seguro de que me gustaba más que el reggaetón.

Me interesaron los samples, los scratchs y los skills. Me gustaba el efecto que esta música generaba en mi cuerpo, pero me faltaban las letras. Así fue como me sumergí en YouTube buscando rap en español. Todo hablaba de lo mismo: que la esquina, que la bareta, que los grafitis, que los tombos, que las pollas… en fin, me parecía reggaetón con otro ritmo. Hasta que conocí a Alcolirykoz.

Alcolirykoz son un grupo de rap paisa a los que considero una etnografía andante, son una hermosa personificación de la ciudad que amo, son el significado más puro y más bello de Medellín que he encontrado. Yo escuché su música por primera vez mientras lavaba el baño de mi casa, esa actividad no demandaba más de media hora, ese día fueron necesarias dos.

“Yo iba y venía, yo iba y venía, viajaba sin moverme ¡Vaya suerte la mía!” Gambeta.

Cristian Andrey Vargas Rodriguez
Universidad Pontifica Bolivariana
Comunicación Social y Periodismo

WhatsApp Image 2019-03-02 at 17.05.09 (3)

Los talleristas  explorando aspectos sobre las redes sociales

Realidades distintas
“Hay personas cuya existencia es una lucha continua. Personas que, batalla tras batalla, han aprendido a transformar su naturaleza y fortalecerse, hacerse ejército, como si de contingentes humanos se tratara.” Memorias de una salvaje

Las palabras tienen poder, no como algo celestial o místico, más bien como una suerte de declaraciones que poco a poco se tejen en realidades. Cuando estaba en el colegio solía decir: no veo la hora de irme a vivir sola, ser entre comillas independiente y poder hacer muchas cosas que en mi hogar no me eran permitidas. Oh sorpresa, cuando me gradué tuve que enfrentarme con la vida cuando me susurró: lo pediste, aquí lo tienes y es hora de que veamos cuál de las dos golpea más fuerte.

Sentí miedo, debía enfrentarme a una vida con la que no estaba familiarizada, en mi casa solo éramos mi mamá, un primo, ocasionalmente una señora que nos ayudaba con las labores de la casa y yo. Mi mamá y yo siempre nos habíamos tenido la una a la otra, éramos nosotras dos contra el mundo. Ya sería yo sola, tendría que librar mis propias batallas, mi heroína no estaría en el cuarto siguiente y me salvaría de lo malo. Con 17 años tuve que ponerme las botas de combate y pintarme las líneas negras en las mejillas, tenía que vencer al mundo o mejor aún, establecer una amistad con él.

Los primeros meses fueron un drama total. Cuando llegaba de la universidad prendía el televisor y me ponía a llorar. Me hacía falta hablar con alguien, escuchar las historias diarias de mi mamá y comer literalmente lo primero que encontraba en la nevera. Era nueva en un lugar que apenas si conocía y mis amigos eran muy pocos, no tenía compañía en ese lugar al que debía llamar: mi hogar.

Me fui acostumbrando poco a poco, los silencios se llenaron de pensamientos, ideas, música, series y salidas con mis nuevos y antiguos amigos. Comencé a comprender que la verdadera soledad estaba en nuestro interior y que si estamos bien con nosotros no existe esa necesidad imperante de llenar esos vacíos que antes existían con cualquier persona o con cualquier actividad en la que de verdad no te sientas feliz, pero al menos mates el tiempo.

Ahora he aprendido la lección: primero se debe aprender a estar consigo mismo, con sus silencios, sus dudas, sus alegrías, sus temores y sus demonios. Ese adagio popular que reza: uno nace solo y muere solo nunca me había parecido tan cierto como esas noches en las que, en medio de la oscuridad, debes disponer de uno de tus hombros y dejar que el río de lágrimas fluya porque no hay otro hombro dispuesto a secarlas y a la mañana siguiente, cocinar el desayuno y tener la certeza de que la vida continua y te tienes a ti, siempre sin importar lo que pase.

Además, adueñarme de mi vida y de los acontecimientos que en ella sucedían me permitió entender que todos vivimos realidades diferentes, libramos batallas a diario y todas son valiosas sin importar cuál sea su naturaleza.

Mariana Flórez
Universidad Pontificia Bolivariana
Comunicación social y Periodismo

WhatsApp Image 2019-03-02 at 17.05.09 (1)

Los talleristas reconociendo aspectos de las redes sociales.

La primera vez
En estos días, después de hablar con mi papá por teléfono, recordé una situación que pasó hace unos dos o tres años. Podrá sonar un poco soso y quizá hasta ingenuo viniendo de un hombre 22 años, pero creo que ese día fue cuando realmente me di cuenta que era un adulto, que la vida era verdad y que, desgraciadamente, tendría que seguir las lógicas de esta sociedad.

Verán, después de una temporada fuera de mi pueblo y mi casa, volví. Estaba en mi cuarto tirado en la cama leyendo, después de un rato salí a la sala y me percaté que la puerta de la habitación de mis papás estaba entreabierta y pude ver a mi papá acostado en la cama; en ese momento recordé cuando era niño y entraba al cuarto de mis padres precisamente a jugar con mi papá, el recuerdo más claro que tengo de esos momentos es cuando entraba a la habitación corriendo y le agarraba la nariz a mi papá, yo era un niño pequeño y mi mano era tan pequeña que cuando la acercaba a la cara de mi papá solo cubría la nariz.

Después de regresar a mi cuarto y recordar cuando jugaba con mi papá siendo niño, dibujó una sonrisa en mi cara, quizá porque siempre he encontrado más felicidad que tristeza en la nostalgia. Pensé en volver a hacerlo, en ir a la habitación de mi padre, sentarme a su lado y agarrarle la nariz una vez más. Me levanté de la cama y fui a la habitación, después de un rato de conversa y duda me decidí a hacerlo, sin aviso alguno extendí mi brazo con la mano abierta, y en mi credulidad pensé que iba a pasar lo mismo que antes. La heteropía fue brusca, pues fue darme cuenta que mi mano no sólo cubría la nariz sino gran parte de la cara de mi papá; por unos segundos quedé fuera de mí preguntándome qué había pasado si seguí todos los pasos al igual que antes. Mi mano ya no era la de un niño.

Brandon Ortiz Hernández
Universidad Pontificia Bolivariana
Licenciatura en Español e Inglés

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Puedes usar las siguientes etiquetas y atributos HTML: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>