El día en que descubrí mi color

Créditos Alesander MesaEra un niño ingenuo, se podría decir, más bien todos éramos ingenuos y nos dejábamos llevar por los demás.

Empezaba el año escolar del 2012, mis primos y yo entramos al grado tercero. Ese año fue bastante complicado y creo que ahí fue donde aprendí a formar mi carácter y a ser una persona más comprometida. La historia pudo haber sido un poco amarga para mí, pero de esta experiencia aprendí mucho, partiendo de que descubrí mi color, su historia, y su fortaleza.

En tercero experimentamos como nunca el racismo y no solo por parte de mis compañeros de clase. Como era de esperarse, empezaba el año y en ese entonces estudiábamos en Fe y Alegría, en Santa María, en Medellín. Vivíamos en Santo Domingo La Torre. Un día nos levantamos, nos organizamos y nos dirigimos al colegio, como era costumbre, al llegar allí todo parecía emocionante, pero al entrar a nuestra aula lo que antes fue dulce, ahora parecía amargo. Desde el instante en que pisamos el aula, a mis primos y a mí, nos empezaron a mirar como bichos raros, nadie nos respondía el saludo, ni la profesora, parecían ignorar nuestra presencia. Pero no le dimos mucha importancia a esto y pasamos el día en el rincón del salón, quizás ni lo notamos mucho en ese entonces.

Al pasar los días, empezamos a notar que no éramos bienvenidos en ese lugar, y que no estábamos en el rincón por preferencia sino por exclusión. No entendía por qué nos miraban así, hasta que me miré a mí mismo y noté mi color. Tal vez antes no había sentido la necesidad de mirarme, de mirarme realmente. Hacían comentarios ofensivos hacia nosotros, por nuestro color de piel, por nuestras bocas, nuestro cabello y mucho más. La profesora parecía apoyarlos, pues nunca les decía cómo se debe respetar a sus compañeros, solo se quedaba callada y en ocasiones se reía. Ser cómplice también es ser parte de quien discrimina.

Para las actividades o talleres era igual, pues no importaba cuánto nos esforzáramos, en la mayoría de veces siempre sacábamos notas malas, incluso aunque los trabajos estuviesen bien desarrollados, nos comparaba a toda hora con los demás, era algo increíble, aunque no hiciéramos nada, éramos los malos, un día dije: “voy a ser mejor y quizás así les agrade”, y me esforcé el triple y empezó a irme mucho mejor, pero… era la misma persona para ellos.

Entonces empecé a ser bastante conflictivo, confieso que yo era algo agresivo ya, y bajo esta situación me volví más, empecé a estar inmerso en peleas con cada uno de mis compañeros, de hecho, fue uno de los años en que más visité la coordinación y, aunque las peleas no cesaban, aún seguía siendo un “buen estudiante”.

Cada tarde, después de llegar a casa, me sentaba a estudiar y en ocasiones me quedaba pensando “¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? normalmente venían a visitarme estas preguntas con las que sostenía una conversación conmigo mismo. Mis padres no se enteraron de esta situación, ya que trabajaban demasiado.

Alesander-Mena

Un día recapacité y me dije que no necesitaba amigos para progresar, ahí estaban mis primos con los que contaba incondicionalmente, así que nos aferramos el uno al otro y decidimos olvidarnos del resto y concentrarnos en lo nuestro, crear nuestro propio mundo en el que podíamos sentirnos bien, sin dañar a nadie, y sin que nadie nos dañase a nosotros; era importante pensar en qué queríamos para nuestro futuro, lo que indudablemente no queríamos era volver a pasar por lo mismo, así que cada vez fuimos mejores, todo el tiempo lo pasaba con mis primos, después de clases, antes de clases, en las clases, establecimos una mejor relación, éramos inseparables. Aprendimos de nuestro color de piel, nos sentíamos orgullosos de tenerlo porque era el color de la familia, y la familia hablaba de otros antepasados que habían luchado mucho para hacerse escuchar.

Después de tanto luchar por ser aceptado en mi aula de clases, paulatinamente fue sucediendo, tal vez no de parte de todos, pero sí de quienes empezaron a importarnos. Parecía que toda aquella repulsión que una vez sintieron por nosotros se había acabado. Tuvo que pasar mucho tiempo, y creo que en gran medida este cambio se dio también por una transformación en la forma en cómo percibía a los demás, pero sobre todo cómo me percibía a mí. En definitiva, quienes necesitaban y tuvieron un cambio de percepción fueron ellos. Desde ese momento, y hasta ahora, aprendí que posiblemente el racismo difícilmente pueda acabar, así como otras formas de exclusión. El mundo siempre estará habitado por gente que cree en el cambio y por gente que perdió las esperanzas y se dedican a atormentar a los demás, pero en todo caso algo que siempre podemos hacer es aferrarnos a quienes nos aman y sacar a flote nuestra identidad.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Puedes usar las siguientes etiquetas y atributos HTML: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>