Salvar a un ruiseñor

Crédito Emiliana Velásquez

Atticus Finch, personaje de la novela Matar a un Ruiseñor, decidió defender a alguien a quien todos culpaban. Veía en esa persona humanidad, esperanza e inocencia. Cada día, un Atticus Finch va a defender su propia vida de conceptos errados y de ser prejuzgados en un mundo al que le sobran los estigmas. Todos los días, un nuevo juicio para definir la culpabilidad que asumimos al decidir y definir qué nos gusta y cómo actuar frente a las demás personas. Nos damos cuenta de que las “leyes” no se aplican igual a todos, y las injusticias que parecerían suceder solo en películas o libros, ahora se han convertido en parte de nuestra realidad. 

Aquel pequeño niño no sabía que había más de lo que su familia le dejaba ver. Vivía entre paredes de sentencias erradas que no lo dejaban avanzar y tomar control sobre su vida. Hasta que creció y conoció el mundo. Veía cómo sus amigos iban a fiestas, se iban a caminar sin rumbo los domingos en la mañana y comenzaban a experimentar.

Como cualquier persona, él quería lo mismo. Y fue cuando se dio cuenta de que no le sería tan fácil. Sus papás no se hicieron esperar con amenazas de quitarle lo que amaba, prohibiciones sobre lo que escuchaba, leía, escribía y miraba en el televisor. Tal vez, con las intenciones de “protegerlo”. Pero no se dieron cuenta de que, a falta de enfrentarse al mundo, no podía combatir los juicios, por más que se defendiese, siempre habría algo en su contra.

No oía más que lo que menos quería oír. En este momento pudo escribir un libro sobre las mil maneras para oprimir a quienes te aman. Tampoco sería sorpresa si se convirtiera en un bestseller a nivel mundial, estamos tan acostumbrados a escuchar que siempre hay algo mal con nosotros, que no sorprendería si nos sentimos identificados con alguno de los métodos de opresión actuales.

Es que no se necesita ser juzgado por la propia sociedad cuando las frases preferidas de tu familia son “¿qué hicimos mal?” en vez de un “Te amo”. Este chico tampoco necesitaba decidir qué estudiar luego del colegio, pues vivía bajo la amenaza “O estudias lo que te decimos, o tú verás cómo te pagas la universidad”. Mucho menos necesitaba tener pasatiempos, ya que cada vez que hacía algo diferente a lo que le decían, lo privaban de aquellas actividades. Si bailaba, era un problema. Si cantaba, era un problema. Si quería comprar el nuevo álbum de Shawn Mendes, era un grave problema. Aún recuerdo que un día compramos una revista solo porque tenía un póster de Shawn Mendes. Estaba realmente feliz de ponerlo en su cuarto. A la semana siguiente, llegaba del colegio a su casa y encontraba que el póster ya no estaba donde lo había dejado.

Tampoco podía llevar amigas a su casa, pues sus papás se ilusionarían con que alguna de ellas fuera su pareja. Ni mucho menos a su verdadera pareja, porque no podría ser más que su amigo o los apartarían. Tuve la oportunidad de conocerlo y el universo me dio dos opciones: juzgarlo al igual que su familia, al igual que la sociedad, o ser la Scout para su Atticus. Tal vez no podía defenderlo como Atticus defendió a Tom. Porque esa era su propia lucha, pero si podía estar ahí para él y aprender de la situación.

Nos conocimos hace 3 años. Aún recuerdo cuando nos vimos por primera vez… ya se veían sus ojos un poco apagados. Y a pesar de ser una persona que bailaba de un lado a otro, y que siempre estaba para ti con una gran sonrisa, había algo en él que rogaba por ayuda. Es curioso como siempre pensamos que somos los únicos con demonios, cuando vivimos en un mundo donde nadie está libre de ellos. Comenzamos a salir más y a darnos cuenta de que realmente no éramos tan diferentes como parecía.

Los meses pasaron y cada vez fue más claro todo para mí, él no era una persona emocionalmente estable, como yo, y todo tenía una raíz: su propia familia, impidiéndole ser un adolescente como cualquier otro y satanizando todo a su alrededor. Para ser sincera, en un inicio no le di mucha importancia, él tampoco parecía dársela. Pero luego todo empeoró, ahora su familia no sólo satanizaba las cosas que le rodeaban, sino también a él: su forma de vestir, su forma de caminar, su forma de hablar o incluso hacia quien se sentía atraído.

Emiliana-Velasquez

Me gusta creer que ambos fuimos un escape para el otro de lo que pasaba en nuestras vidas. Teníamos los parches más random del mundo. Recuerdo nuestros planes improvisados en El Planetario y en Oviedo. Siempre terminábamos haciendo lo mismo: sentados en la mitad del lugar, hablando de nuestras vidas hasta que llegara la hora de irnos. Pero nada de eso compensaba todo lo que se repetía al llegar a su casa. Y al otro día, en el colegio, nos encontrábamos en el descanso para escuchar lo que había pasado. No sé ya a quién le dolía más. Él viviéndolo o yo escuchando cómo la impotencia lo consumía, y yo no podía hacer nada tampoco.

Era tal vez abril y salíamos de alfabetizar. Íbamos al centro comercial Santafé con otros dos amigos. Recuerdo que fuimos a Importados a “lolear” y también a Forever 21, a medirnos ropa con la que pasamos vergüenza cada vez que salíamos del probador. Luego de esta bochornosa situación, nos quedamos solos, como era de costumbre en las salidas. Subimos a comer y frente a nosotros pasó alguien a quien llamaremos Mostaza: aquel que se quedaría en nuestra memoria para recordarnos este día. Luego de haberlo visto, comenzamos a recorrer todo el centro comercial esperando volvérnoslo a encontrar y poder hablar con él. No teníamos ni idea de qué le íbamos a decir, pero no queríamos haber desaprovechado la oportunidad de conocerlo.

Como sería de esperarse, no le hablamos nunca. Pero él motivó la conversación más linda que jamás tuvimos.

- ¿Qué hubiera pasado si hubiéramos ido a hablarle? – Me preguntó después de rendirnos en nuestra búsqueda.

- ¿Qué hubiera pasado si él nos hubiera hablado? – Respondí fangirleando ante la idea, mientras encontrábamos un lugar para sentarnos.

-Probablemente hubiéramos comido galletas con helado con él y vivido nuestra propia historia de Wattpad- Cabe resaltar que esa fue la última vez que vimos a Mostaza: pidiendo una galleta en The Cookie Jaar.

-Es mejor imaginarnos lo que podría haber sido, a enfrentar la realidad de lo que sería. –  Dije pensando en la posibilidad de que no fuera una buena persona, y en las consecuencias que habría tenido para él.

Se quedó en completo silencio por unos segundos para luego responder: -yo creo que vale la pena arriesgarse- a pesar de notar valentía en sus palabras, también notaba temor y desconfianza en su voz frente a lo que decía. Tal vez estaba seguro de querer enfrentarse al mundo que lo rodeaba, pero no a quienes lo circundaban. Y es que tal vez es el mayor miedo que sufrimos todos, es uno de los mayores dilemas. ¿Ir con nuestro instinto y arriesgarnos, o renunciar a alguien que habría podido ser, por la incertidumbre de qué pasaría?

Cómo nos gustaría que las cosas fueran como las imaginamos… Esta tarde, continuamos creando el futuro ficticio de todo lo que hubiese conllevado la persecución de un anhelo. Fue un sueño bonito.

Me gustaría poder darle un final a este relato y decir que todo terminó. Pero, como no es así, quedémonos con esto: Él siguió luchando y yo, a pesar de haberme alejado un poco de la pelea, le sigo haciendo porras a la distancia.


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Captura de Pantalla 2020-11-26 a la(s) 12.42.13 a. m.

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