La fallida instalación de la mesa de negociación entre el Gobierno y las disidencias del Estado Mayor Central –programada para el pasado domingo– estaba planeada para convertirse en el segundo gran logro de la paz total liderada por el presidente Gustavo Petro, pero terminó como una derrota.
El evento para el que ambas partes se habían preparado durante un mes, concluyó con la noticia de que la mesa no fue instalada el 8 de octubre, sino que las comunidades tendrán que esperar hasta el próximo 16, día en que se instalará la mesa y se firmará un cese al fuego bilateral, el cual ha sido el punto más difícil de esa negociación, según han reconocido ambas delegaciones.
Pero, además de la derrota que significó no firmar los documentos como había pedido el mismo Petro, tras bambalinas ocurrieron otras tensiones que dejaron al descubierto el caos de la paz total y su principal líder: el alto comisionado para la paz, Danilo Rueda.
Para empezar, las decisiones de este domingo demostraron un alto poder de mando y de presión por parte de las disidencias comandadas por Iván Mordisco. Días antes, sus comandantes amenazaron que “sin cese al fuego no habría mesa” y así ocurrió.
Ante la imposibilidad de implementar un cese al fuego ese mismo día, la mesa no se instaló, pero la guerrilla se llevó un gran premio: el compromiso del Estado de que no realizará ataques ofensivos contra ellos hasta el día en que se implemente el cese.
Con esas acciones, Rueda y los demás enviados del Gobierno dejaron claro que estaban dispuestos a ceder ante buena parte de las exigencias de Mordisco, un punto delicado si se tiene en cuenta que en estos primeros “tires y aflojes” se define el tono de las negociaciones completas.
Tal fue el caos y el nivel de tensión, que el mismo Rueda recibió amenazas si no firmaba compromisos reales con el Estado Mayor Central. “Usted de acá no se va hasta que no firme el cese al fuego”, se le escuchó decir a uno de los líderes comunales que asistió al lugar.
¿Y las otras mesas?
Pero, más allá de este caos con las disidencias, está claro que las otras mesas de negociación y metas de la paz total de Petro están cojeando.
Con el Ejército de Liberación Nacional, ELN, por ejemplo, el país no ha conocido avances claros más allá del cese al fuego bilateral que está en firme y de las mesas de diálogo que se llevan a cabo en Caracas, Venezuela. Aunque lenta, esa parece ser la única negociación segura que tiene Petro.
Pero ese no es el mismo caso de otros grupos armados ilegales como el Clan del Golfo o las bandas delincuenciales de Medellín y el Valle de Aburrá. Además del limbo jurídico que les ha impedido avanzar en varios frentes, renuncias tan delicadas como la de la excomisionada de la Comisión de la Verdad, Lucía González, dejaron flaqueando esa mesa de negociación con los principales grupos de Antioquia.
“Está claro que al comisionado se le está desbordando la situación porque no tiene manos ni cabeza para hacer todo lo que tiene a su cargo. Pero las soluciones que le han dado ni caminan ni funcionan. ¿Qué pasó con los comisionados de paz regionales, por ejemplo? Son cosas que buscaban quitarle presión al comisionado, pero que no están funcionando y que al fin al cabo terminarán por entorpecer todas las negociaciones”, dijo una fuente que está al tanto de las negociaciones y trabaja de cerca con Danilo Rueda.
Y es que el “desbordamiento” de Rueda parece apenas lógico. Muchos de sus coequiperos admiten que “no es que él no esté haciendo un buen trabajo o que no quiera genuinamente hacer la paz”, sino que tiene más tareas de las que debería.
En manos del alto comisionado están todos los acercamientos con grupos armados, las negociaciones, los ceses al fuego, la defensa de los proyectos de la paz total en el Congreso y hasta la Implementación del Acuerdo de Paz con la extinta guerrilla de las Farc.
¿Cómo es que un solo funcionario podría con todo eso?, eso mismo se preguntan los aliados y detractores del Gobierno Petro, quienes también ven en esa cantidad de asignaciones un gran poder que, en manos equivocadas, podría generar mucho daño.
Con todo eso, el mismo Rueda es consciente de que debe delegar tareas. Justo por eso se creó la figura de “comisionados regionales”, que aún no se implementa, y se decidió revivir la figura de Alta Consejería para la Paz, un puesto creado con poder y autonomía para implementar el Acuerdo de Paz y que el Gobierno Petro eliminó considerando que ese rol debía estar bajo la dirección del alto Comisionado.
Por ahora, Rueda está sumido en lo que sus críticos han calificado como “colapso e improvisación”, dos calificativos que describen bien los tropiezos de la mesa de negociación y que, de seguirse perpetuando, podrían estropear la principal promesa de Petro: lograr la paz total sin generar un caos peor en medio.