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La situación se le presentó esta semana al presidente Iván Duque, en medio de los reclamos del Paro, por un flanco inesperado: su propio partido. Las declaraciones del exministro del Interior y de Justicia Fernando Londoño, quien sugirió el martes en su programa radial La Hora de la Verdad que el mandatario debía dejar el cargo si quería negociar con los promotores del Paro, puso al descubierto una fisura en el Centro Democrático que tendría la bancada en dos bandos: con Duque y contra Duque.
Así lo aseguran parlamentarios y expertos consultados por EL COLOMBIANO. La facción crítica del gobierno estaría compuesta, además del propio Londoño, por el excandidato y rival de Duque en la precandidatura del CD para las presidenciales, Rafael Nieto, así como los senadores Alejandro Corrales, Nicolás Pérez, sobrino del gobernador de Antioquia Luis Pérez, y María Fernanda Cabal.
El reclamo común de este sector sería la forma en la que Duque está llevando la conversación nacional sobre el Paro. El presidente invitó, entre otros actores, a los promotores de las manifestaciones. Para Londoño, y sus afines, Duque desconoce el mandato de sus 10,3 millones de votantes en 2018 al entregar su agenda a los manifestantes. Así lo reflejó el editorial de Londoño: “¿Quién manda en Colombia?, ¿El presidente pedirá licencia para dedicarse a las conversaciones?”.
Desde el otro lado, los congresistas que apoyan a Duque (ver recuadro) no han salido masivamente a defenderlo. Solo se ha referido directamente el expresidente del senado, Ernesto Macías, quien en un tuit comparó a Londoño con Gustavo Petro, rival de Duque en la segunda vuelta: “Son igual de nocivos para el país y hacen un daño enorme”.
Las críticas llueven de lado y lado, pero tienen una regla tácita: todos están unidos en torno al expresidente Álvaro Uribe. El también senador permanece como mediador y elemento de unidad en el partido que creó en 2013 y que, con su caudal político, logró posicionar 20 senadores en su primera participación en unas elecciones, en 2014.
En las últimas elecciones, Uribe hizo esfuerzos para alinear las fuerzas de su partido y buscar buenos resultados para sus candidatos a la alcaldía y la gobernación, Alfredo Ramos y Andrés Guerra. Sin embargo, se impusieron las fisuras y ambos fueron derrotados. Uribe sigue definiendo la existencia misma del Centro Democrático, pero no está siendo suficiente para apaciguar a dos tendencias con una historia de desencuentros.
De alguna forma, la fractura del Centro Democrático surgió con el propio origen, a partir de la definición de la primera candidatura presidencial.
Entonces, había un ala del movimiento a favor de Óscar Iván Zuluaga, integrada por varios históricos del gobierno Uribe como María del Rosario Guerra, Fabio Valencia Cossio y el propio Londoño; y otra que respaldaba la frustrada candidatura de Francisco Santos, entre quienes estaban José Obdulio Gaviria, Alfredo Rangel, Everth Bustamente y Samuel Hoyos.
Esos dos bloques se mantuvieron prácticamente intactos 4 años después, cuando el Centro Democrático decidió escoger entre 5 precandidatos el nombre que buscaría la presidencia en 2018. Entre ellos, Carlos Holmes Trujillo, quien luego adhirió a Duque.
Como explica Juan Federico Pino, analista político y profesor de la U. Javeriana, el proceso volvió a dividir al partido en dos grandes líneas. “El cambio fue que, esta vez, a diferencia de 2014 cuando la ruptura era sobre todo por egos, las discrepancias fueron más ideológicas”.
Se consolidó entonces un bloque moderado, representado por Iván Duque, al que suscribían muchos de los que habían apoyado a Francisco Santos 4 años antes, con la adición de Ernesto Macías e incondicionales del actual gobierno como el hoy ministro de Defensa Carlos Holmes Trujillo.
El otro bloque, a favor de la candidatura de Rafael Nieto, no cedió una vez Duque se impuso en el proceso de encuestas del Partido. De hecho, este grupo apoyó al exprocurador Alejandro Ordóñez en la consulta interna en la que se enfrentó con Duque y la hoy vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, según parlamentarios de la bancada y fuentes académicas.
Pero Duque volvió a ganar. Los disidentes se plegaron y le dieron su respaldo en primera y segunda vuelta. Una vez en la presidencia volvieron los desencuentros.
Según fuentes cercanas al partido, el sector radical esperaba que Rafael Nieto recibiera un ministerio importante, barajando inicialmente el de Defensa. Duque se decidió por Guillermo Botero.
Las tensiones, desde entonces, continuaron durante los últimos 15 meses. Duque se acostumbró a gobernar, como señaló un parlamentario, “con enemigos calientes y amigos fríos”: un grupo minoritario pero sonoro que lo cuestionaba desde adentro y una mayoría de su lado que no obstante no salía a defenderlo con contundencia.
La coyuntura del Paro rompió esa estabilidad frágil, al punto de que algunos de sus alfiles llegaron a pedirle “autocrítica”, como el Senador José Obdulio Gaviria en declaraciones dadas a EL COLOMBIANO la semana pasada.
Un encuentro de la bancada el lunes de esta semana habría sido el último intento de llamado al orden. Pero la brecha sigue viva
EL COLOMBIANO contactó a Nieto para preguntarle sobre la división en la bancada uribista, pero se abstuvo de referirse a este punto al sostener que no tiene curul en el Congreso