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Que los millones de casos no lo hagan naturalizar la covid

Suben los contagios, pero también la indisciplina social. Expertos nos cuentan por qué desobedecemos.

  • Indisciplina social podría estar relacionada con el aumento de contagios del coronavirus. FOTO: AFP
    Indisciplina social podría estar relacionada con el aumento de contagios del coronavirus. FOTO: AFP
Que 13 millones de casos no lo hagan naturalizar la covid
Por Juliana gil gutiérrez | Publicado

Poco más de 580 mil personas han fallecido en el mundo por el coronavirus, la pandemia que desde comienzos de 2020 desencadenó una crisis de carácter internacional en la salud y la economía. Son 589 mil vidas que se apagaron y más de 13 millones de contagiados de los que alrededor de 5,9 millones aún luchan por ganarle la batalla a la covid, según cifras de Johns Hopkins University.

Esa cifra sobrepasa, por mucho, la de otras tragedias del mundo. La pandemia del H1N1 del 2009 dejó 284 mil fallecidos; la epidemia del ébola del 2014, poco más de 11.300; la Gran peste de Londres de 1665, dejó 75 mil muertos.

A pesar de ese panorama lúgubre la indisciplina social es latente. No se trata solo de no portar el tapabocas (o usarlo mal) u omitir el lavado de manos, algo que seguramente usted o yo hemos hecho, sino de un escepticismo que llevó a algunos a retar una enfermedad que el mundo aún desconoce cómo curar de manera contundente.

En Alabama, Estados Unidos, hay registros de “fiestas covid”: jóvenes que invitan a personas contagiados a sus celebraciones para competir por quién se enferma primero. Sin ir muy lejos, en Cali y Cartagena la Policía ha encontrado celebraciones en casas o en fincas a las afueras de las ciudades, con más de 5o personas, quienes no portaban tapabocas y mucho menos un permiso para esas celebraciones.

A esto se le suma, el cortejo fúnebre que se realizó en Bello, Antioquia, a principios de abril, el cual tuvo una participación masiva y recorrió las principales calles de la ciudad.

Ahora bien, esto no es solo una indiferencia generacional. A pesar de que en Brasil médicos y autoridades locales (alcaldes y gobernadores) han insistido en la importancia del distanciamiento social, todos los domingos seguidores del presidente Jair Bolsonaro asisten a manifestaciones en Brasilia para protestar contra la cuarentena. El mismo mandatario acudía semanalmente a esos encuentros, abraza a los bolsonaristas y se toma fotografías con ellos. Al del domingo pasado no asistió: fue diagnosticado con covid.

¿Por qué hay indisciplina?

Wilson López, profesor de Sicología de la Universidad Javeriana, explica que hay motivos políticos, sociales y culturales que llevan a una persona a desobedecer al aislamiento preventivo obligatorio.

Brasil y Estados Unidos son un claro ejemplo de indisciplina por razones políticas. Mientras los presidentes omiten las recomendaciones médicas, al punto que Bolsonaro se retiró el tapabocas en una rueda de prensa después de ser diagnosticado con coronavirus, la ciudadanía queda en medio de esa dicotomía entre el negacionismo de la pandemia de los mandatarios y lo que dice la ciencia.

Como lo indicó el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, el pasado lunes, “los mensajes contradictorios de los líderes están dañando el ingrediente más importante de la respuesta: la confianza”.

La indisciplina por factores sociales se refiere a esos grupos poblacionales que viven de la informalidad y tienen que salir a la calle porque, sino, no tendrán comida en su mesa. “Hay que considerar cómo sobrevive la gente en Colombia. Muchas personas viven del día a día y no aguantan un día más de confinamiento. Esto nos lleva a decir que hay asuntos estructurales que deben resolverse antes de esperar que las normas se cumplan. Pero cuando la clase media es la que desobedece esto da cuenta de una sociedad egoísta que no piensa en el prójimo”, asegura Fabián Sanabria, antropólogo y PhD en Sociología de la Universidad de París IV París Sorbonne.

Para el sicólogo Wilson López en el plano cultural los entierros son un ejemplo claro de indisciplina porque, tradicionalmente, nos enseñaron a acompañar a las personas cuando alguien fallece. Así, aparecen casos como el que se presentó en abril en Zona Bananera, municipio de Magdalena, cuando un centenar de personas acompañaron las obras fúnebres de una fallecido por covid, a pesar de que la recomendación es evitar aglomeraciones y, sobre todo, despedidas de quienes fueron víctimas de la pandemia.

¿El covid se volvió paisaje?

Al preguntarle a López si esa indisciplina social da cuenta de una naturalización de la enfermedad, el sicólogo responde que estamos viviendo una “normalización de la anormalidad. Normalizamos una situación que de por sí no es común, pero lo hacemos porque es lo que nos permite seguir viviendo. El ser humano trata de acomodarse a la vida. No obstante, también hay que decir que Colombia es un país que naturalizó los muertos por nuestra historia de conflicto”.

La cuestión es que, así algunos grupos poblacionales desobedezcan las medidas de prevención, el contagio sigue siendo una posibilidad. Especialmente, cuando los estudios recientes dan cuenta de que el riesgo cada vez es mayor. Sin ir muy lejos, el miércoles de la semana pasada la Organización Mundial de la Salud (OMS) indicó que hay evidencia científica de la transmisión de la enfermedad por aire.

Impulsados por motivos económicos y de salud mental, los gobiernos habilitan cada vez más excepciones al aislamiento social, pero desde abril la OMS ya había advertido sobre los riesgos de “relajar” el confinamiento, como un rebrote, un fenómeno que ocurrió en Santiago de Chile, ciudad que tuvo que volver a la cuarentena estricta, o en Melbourne, en Australia, donde el repunte de casos tras la flexibilización llevó de nuevo a sus ciudadanos a la casa.

Medellín da cuenta de un relato similar. Con la flexibilización las aglomeraciones regresaron al centro, subió la curva de contagios, superando la barrera de los 10 mil, la Alcaldía tuvo que declarar la alerta naranja, cerrar la zona céntrica y ahora nos preparamos para cuatro días de cuarentena total. De fondo están los brotes en Santa Cruz, por ejemplo, una zona de la ciudad donde la administración encontró indisciplina social, y las persistentes fiestas que las autoridades han tenido que intervenir.

Mauricio Gallego, sicólogo y docente de la Universidad Konrad Lorenz, explica que la literatura académica indica que cuando las personas viven periodos de estrés prolongados comienzan a minimizarlas situaciones.

“Es una forma de afrontar el estrés que generan los cambios y las restricciones. Las personas comienzan a experimentar agotamiento y la forma que encuentran para suavizar la situación es restarle importancia a lo que ocurre, pensar que la posibilidad de que enfermen es baja”. Un relato que comienza a darse respecto al covid.

El negacionismo es un común denominador. Un estudio de Pew Research Center , un centro de pensamiento de Washington, encontró que algunos estadounidenses piensan que el coronavirus es una exageración, una teoría conspirativa o un invento de piratas informáticos (ver Infografía). El sector que menos cree en las investigaciones médicas sobre la enfermedad es el de los seguidores del Partido Republicano, de los que el 63 % considera que se le dio más importancia a la pandemia de la que realmente tenía.

Como lo indicábamos al comienzo, las razones políticas son uno de los motivos por los que las personas desobedecen las medidas de bioseguridad o naturalizan la pandemia. Pues bien, ese análisis, publicado a finales de junio, también indicó que el 68 % de los seguidores del presidente Trump creen que el coronavirus ha sido una exageración. Precisamente, el mandatario ha restado importancia a las recomendaciones de salud, privilegiando la economía.

Boris Johnson, el primer ministro del Reino Unido, era uno de esos políticos escépticos de la pandemia. Pero cuando se contagió y tuvo que ser internado en la Unidad de Cuidados Intensivos, a comienzos abril, aceptó que el coronavirus sí es un motivo de preocupación. En este punto, Carlos Charry, PhD en Sociología y director de la maestría en Estudios Sociales de la Universidad del Rosario, a punta que detrás de la indisciplina social está una baja percepción del riesgo.

“Cuando la gente no ve que hay personas enfermas en su entorno cercano puede pensar que la enfermedad no es lo suficientemente peligrosa. Un ejemplo es Ecuador. En ese país cuando las personas comenzaron a morir en la calle la sociedad empezó a tener miedo de la enfermedad”, afirma Charry. Sin embargo, no conocer enfermos o víctimas mortales del covid no significa que no exista.

Las cifras y los estudios científicos, por el contrario, demuestran que los contagios siguen y su letalidad es persistente, tanto en jóvenes como en adultos mayores o pacientes con comorbilidades. El negacionismo, naturalizar la enfermedad o no creerle a la Medicina pueden resultar también letales.

Como lo indica Esteban Londoño Agudelo, profesor de Medicina y Salud Global Universidad CES, “todo se agravará por la inconsciencia social sobre la importancia del autocuidado y del cuidado colectivo. Además de la pésima influencia de la redes sociales con teorías conspirativas y negacionistas de la pandemia”.

Justamente, debido a esa presencia de información falsa sobre el coronavirus en redes sociales, EL COLOMBIANO le preguntó a sus seguidores en Instagram qué medidas están tomando para protegerse y el 10 % respondieron que consideran que se está exagerando con el covid (ver gráfico), pero los hechos hablan por sí solos. Las Unidades de Cuidados Intensivos llenas en Bogotá, Medellín y Barranquilla y los 5.625 fallecidos que reporta en Colombia el Instituto Nacional de Salud dan cuenta de que esta enfermedad no es un cuento.

Infográfico

Si quiere más información:

Juliana Gil Gutiérrez

Periodista egresada de la facultad de Comunicación Social - Periodismo de la Universidad Pontificia Bolivariana.

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