Su elección estética también llamó la atención: un vestido largo, sobrio y de manga larga, adornado con diamantes, con el que mostró una faceta diferente a su habitual despliegue de colores intensos.
El peinado semirrecogido, trabajado en ondas suaves, acompañó la sobriedad del momento y subrayó la importancia histórica de la ocasión: Karol G hizo historia y actuó en la plaza vaticana.
El momento de mayor simbolismo llegó cuando Andrea Bocelli subió al escenario para cantar a dúo Vivo por ella. La pieza, interpretada originalmente en múltiples versiones por el tenor junto a diferentes voces femeninas, adquirió un nuevo matiz al entrelazarse con la frescura de la artista antioqueña.
Karol G no ocultó la emoción. Al terminar, se inclinó hacia Bocelli en un gesto de respeto y gratitud, consciente del peso simbólico de compartir escenario con una figura universal de la música.
En redes sociales, sus seguidores multiplicaron los mensajes de orgullo: “Hermosa”, “qué espectáculo”, “qué honor verla en ese escenario”.
El programa de Grace for the world incluyó también a Pharrell Williams, acompañado por el coro gospel Voices of Fire; a John Legend, Jennifer Hudson, BamBam, Teddy Swims y la cantante africana Angélique Kidjo.
Todos estos artistas se unieron al Coro de la Diócesis de Roma, dirigido por el maestro Marco Frisina, en un repertorio diseñado para resaltar la diversidad cultural como fundamento de la fraternidad.
El cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de la Basílica de San Pedro, explicó en días previos que el evento buscaba “proponer la fraternidad como piedra angular de un posible nuevo orden político, económico y social”.
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Bajo esa premisa, el Encuentro Mundial sobre la Fraternidad Humana reunió en Roma a pensadores, artistas y líderes sociales que discutieron sobre política, economía e inteligencia artificial, y que entregaron sus conclusiones en el Capitolio.
Entre ellos estuvo la periodista filipina y Nobel de Paz Maria Ressa, quien recordó que “estamos más interconectados que nunca y, al mismo tiempo, más aislados que nunca”, llamando a elegir la conexión sobre la división.
Por eso, la presencia de Karol G adquirió un valor doble: no solo fue un reconocimiento a su trayectoria y a su impacto en la música global, sino también un gesto de apertura hacia expresiones culturales populares en escenarios tradicionalmente reservados a la música clásica y sacra.
La “Bichota”, convertida en símbolo de Medellín y de una generación que ha llevado el reguetón a estadios del mundo, se proyectó así como embajadora de una Latinoamérica capaz de dialogar con la tradición europea en términos de igualdad artística.