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“Hay mejores poetas que narradores en Colombia”: Pablo Montoya

Pablo Montoya conversa de su primera columna de opinión, de su obra más reciente y de poesía.

  • La más reciente novela de Pablo Montoya es La Sombra de Orión. FOTO archivo ec
    La más reciente novela de Pablo Montoya es La Sombra de Orión. FOTO archivo ec
17 de octubre de 2021
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El escritor Pablo Montoya escribió esta semana una columna de opinión sobre el poeta Jaime Jaramillo Escobar, quien murió el mes pasado, en la que decía que no le parecía un poeta inmenso, entre otras reflexiones personales y literarias, y terminó en un enredo de críticas y defensas en redes sociales, aunque las críticas fueron más.

Era la primera columna de opinión en Diario Criterio, en la que escribirá, sobre todo, de literatura, una vez cada quince días. Un espacio que estaba queriendo hace tiempo para hacer una columna de crítica de los libros que está leyendo.

–La primera fue la de Jaime y le llegaron muchas críticas –le pregunto por teléfono.

–Yo sabía que al escribirla iba a tener muchas críticas negativas –responde desde Popayán, donde fue a la Feria del Libro–, porque estaba tocando a un ídolo del nadaísmo y eso iba a generar incomodidad, pero no esperé que llegara a tales extremos. Es una forma en la que uno siente cómo reacciona el público en general cuando se les critica un monumento, y es muy curioso porque justamente en el manifiesto nadaísta Gonzalo Arango dice que el objetivo del movimiento es no dejar ídolo en su sitio, y me pareció muy curioso que al yo criticar un poco esa suerte de monumento en el que se había convertido Jaime, sus seguidores reaccionaran de ese modo, ofendidos. Por supuesto no he leído todas las críticas que se han hecho a mi columna porque cuando empecé a entender la virulencia dije ‘no voy a seguir leyendo todo esto porque hay un interés muy capillesco y están reaccionando de una forma muy básica’. Finalmente siento que esos son los riesgos que tiene el que se atreve a hacer una opinión. Esas no son columnas de crítica literaria, yo he ejercido la crítica como tal en otros ámbitos que tienen que ver más con lo académico, más con el ensayo mismo, esto es una columna de opinión, pero al ser sometida al gran público, el escritor que las hace tiene que prepararse para recibir críticas.

–Una crítica es por qué no le dijo a Jaime eso en vida, cuando le podía responder

–Yo no formaba parte de los amigos de Jaime, tampoco tenía espacios para escribirlo y decirlo, y no me parecía que hubiese un motivo para hacerlo. El motivo evidentemente fue su muerte, ver ese montón de comentarios laudatorios. Me pareció que era la ocasión de pronunciarme frente a algunas consideraciones que he tenido frente a él como escritor, aunque yo ya lo había hecho en algunos de mis ensayos. Yo no me meto con su persona porque yo no conozco sus hábitos familiares, yo no era cercano a él. Estuve unos meses en el taller y leí toda su obra poética. En la columna digo que hay poemas dignos de celebrar, y me lo han dicho varias personas del taller que él dirigía en la Piloto, que la columna es también admirativa frente al trabajo de Jaime, lo que pasa es que digo algunas cosas que me parecieron siempre muy polémicas, por ejemplo su labor como antologista de ensayos, sus reseñas, la arrogancia que tuvo siempre conmigo. Yo aproveché para decir esas cosas. Yo ya he incurrido en esas críticas tratando de cuestionar el monumento literario: cuando murió García Márquez, una de las voces más críticas que existieron en ese momento fue la mía, diciendo que a este señor había que celebrarlo, pero que debíamos mirar cómo, releerlo y ver su relación con la política, y mucha gente se incomodó. Antes había escrito un ensayo sobre Fernando Vallejo y su trasfondo reaccionario, y también me encontré con unas críticas muy tremendas por parte de los estudiosos de la obra de Vallejo.

–¿Tenía algún resentimiento con Jaime?

–Me pareció un poco oportunista de su parte cuando gané el Rómulo Gallegos que me invitara a su taller sabiendo que durante mucho tiempo no reconoció en absoluto mi trabajo, pero finalmente yo acepté ir. Yo con Jaime no tengo resentimiento, lo que creo es que como expuse esos puntos personales en la columna... Lo que más me suscita Jaime como escritor es una sensación de admirar algunos de sus poemas, de considerar que es el mejor exponente del Nadaísmo sobre todos los demás, inclusive sobre su fundador Gonzalo Arango, pero me parece muy polémico todo lo que él hizo frente a su posición como comentarista de libros, su opinión literaria, con ello yo divergía mucho. Simplemente yo pasé por su taller y fui de algún modo infravalorado, él no reconoció en mí ningún talento y me lo manifestó.

–No le parecía un poeta inmenso, ¿quiénes sí le parecen?

–Lo que pasa es que yo hablo en el conjunto de su obra. Jaime tiene unos poemas magníficos, si bien me parece que algunos en prosa son muy extensos y hay una retórica que a veces no funciona muy bien. Hay unos poemas bellos que me gustan mucho y que he leído y releído. Lo que pasa es que él sí es uno de los personajes tutelares del movimiento Nadaísta, me parece muy superior a Gonzalo Arango, Eduardo Escobar, Amílcar Osorio, él es el gran poeta de ese movimiento. Por razones personales, gustos y por los contenidos y las formas, me llegan muchísimo más los poetas Álvaro Mutis, Porfirio Barba Jacob y Giovanni Quessep, son poetas que por mi formación literaria y gustos me llegan más. En el campo de la literatura de la poesía latinoamericana me parece que sí hay poetas que a mí me seducen más, César Vallejo, Octavio Paz, José Antonio Ramos Sucre. Yo con estos entro más en sintonía, pero eso de decir que Jaime no es un poeta inmenso, mucha gente lo tomó como una agresión, como un insulto, y no se trataba de eso en absoluto”.

–Le dijeron que el mal escritor es usted...

–Sí, dicen que el mal escritor soy yo y el buen escritor es Jaime, que el malo como persona y como crítico soy yo y el bueno es él. Es una cuestión muy maniquea y eso obedece un poco a la reacción de la capilla, la gente reacciona de ese modo, yo sé que muchas de esas personas no se han atrevido a leerme, ni me leerán supongo yo por esa columna que escribí, o sea que en ese sentido las columnas también espantan lectores. Los que me han leído a mí y me conocen literariamente hablando creo que leen la columna y no se sienten ofendidos, creo que es una reacción más básica.

La importancia de la crítica

Pablo explica que, en rigor, no era una crítica literaria, sino una columna literaria, pero él muchas veces, desde lo académico especialmente, ha explorado ese formato, que sí existe, cree él, pero no en los medios masivos, sino oculto en revistas universitarias, en el boletín del Banco de la República, en parte porque no muchas personas la leen, es más de un nicho de profesores y escritores. Además, comenta, el crítico literario ha sido mal visto desde la época de García Márquez y Álvaro Cepeda Samudio, casi como un parásito de la literatura que no ayuda, más bien destruye el tejido literario. Esto porque el crítico es fuerte y, precisa Pablo, cuando se está hablando mal de su libro, los escritores despotrican de los críticos, pero la crítica es esencial para marcar rumbos, decirle al lector esto funciona y esto no.

–¿Cómo recibe usted la crítica si es negativa?

–Como yo critico y hago el ejercicio, yo la recibo normalmente. Claro, a veces polemizo con ciertas críticas de mis libros porque son maleintencionadas, unas obedecen a un criterio que no me parece. Yo tengo un libro que se llama Adiós a los próceres, que menciona mucho el Olimpo patriótico y de alguna manera cuestiona las estatuas de la Independencia colombiana. Yo he recibido críticas muy negativas de historiadores que consideran que esos personajes que yo ataco son muy próceres, porque leen mis libros desde la perspectiva de la historia, y pienso que ahí hay un problema porque mis libros son ficciones literarias, entonces están leyendo y me están midiendo con un rasero que no es prudente, y ahí creo que ese crítico está equivocado porque están valorando la literatura en términos históricos. Yo recibo las críticas sin ningún problema en general. Me parece normal, el escritor desde que se hace público tiene que esperar todo tipo de críticas, positivas y negativas.

–¿Cómo está la poesía en el país?

–De pronto voy a cometer una imprudencia más, pero yo creo que los poetas están haciendo cosas mejores que los narradores. Como los poetas no están sometidos a una presión editorial ni comercial ni de los festivales o ferias del libro, a una presión de muchísimos lectores, a una presión política o económica como lo están los narradores, los poetas están más libres, pueden trabajar más tranquilamente, y en ese sentido pueden tener obras más intrépidas, más audaces, unas miradas poéticas más interesantes. Esa poesía no se conoce afuera, se conoce en pocos círculos o no es tan visible. Me parece que los lectores se están perdiendo de un gran perfil de la literatura contemporánea.

Bajo una sombra

Pablo ha sido noticia este año por el lanzamiento de su novela La sombra de Orión, en la que lleva a la ficción ese episodio difícil de la historia de Medellín, la operación Orión. En Popayán asistía al evento número 60 entre entrevistas, presentaciones y conversaciones sobre este nuevo libro, que ya va en la quinta reimpresión.

–¿Sus libros son más leídos después de haberse ganado el Rómulo Gallegos?

– A La sombra de Orión sí le ha ido muy bien, para el medio colombiano que es tremendo en ese sentido. Después de Tríptico de la Infamia, a la que le fue muy bien por los premios que ganó, la novela que siguió, que es La Escuela de Música, no tuvo tan buena acogida como La sombra de Orión. Tiene que ver con el tema, digo yo, porque La escuela de Música habla de los aprendizajes de unos chicos que se van a estudiar música a Tunja, música de conservatorio, clásica, una novela que sucede en Colombia pero que el abordaje es más tradicional, mientras que La sombra de Orión toca temas muy de actualidad. Eso es lo que ha llamado la atención, esa operación, la desaparición forzada. Luego vino la cifra nueva de los falsos positivos, el paro, y todo esto que me parece a mí que actualizó mucho la novela. Impactó fuertemente. Además ha sido muy reseñada, la he presentado muchas veces, nunca me había pasado con otros libros.

– En La Sombra de Orión toma un hecho real y lo lleva a la ficción. ¿La literatura también tiene una función “histórica”?

–Sí, claro, y La Sombra de Orión está conectada con esos asuntos que hoy son tan dicientes de la realidad de Colombia, la memoria histórica, la revisión del pasado, las resistencias civiles, muy en la atmósfera de todo el país y de América Latina hoy. La novela vincula eso. Yo la escribí porque sentía un deber ético frente a esos flagelos que ocurrieron ahí, porque me incomodaba la situación de la desaparición forzada. Era un deber conmigo mismo, más bien. Me ha parecido que sobre todo los jóvenes han estado muy receptivos a los temas que propone la novela.

–Sentía molestia con la desaparición forzada, y eso se toca en La Sombra de Orión. ¿Pablo Montoya es un escritor que siempre necesita hablar? Usted ha tocado temas de Venezuela, de este gobierno. ¿Es deber de los escritores tomar posición, levantar la voz?

–Sí, en el caso mío, pero hay escritores que no quieren hacer eso, que no se pronuncian, y yo respeto esa posición. En lo que a mí me concierne, estoy muy alimentado por esa tradición latinoamericana y francesa y muy rusa. Estoy muy influenciado por esos escritores que escriben su obra y que al mismo tiempo opinan sobre diferentes situaciones. He opinado sobre pacifismo, contaminación ambiental, desaparición forzada... Me tildaban en algún momento de ser castrochavista porque acepté ser parte del jurado del Rómulo Gallegos, dije que yo no era castrochavista y he hecho críticas al sistema, y también he criticado a Francia por la ventas de armas, que es como la base de su economía, y también he criticado a Colombia. El escritor debe tener unos espacios de crítica, y acepté ser columnista después de muchas vacilaciones, me pronuncié como escritor sobre Jaime Jaramillo y todas estas formas de criticar y opinar generan polémica. Es lo normal y creo que así es como debe recibirse y como siempre se ha presentado esa participación social del escritor. A partir de la polémica, la crítica, el debate, la aprobación y la desaprobación. Es un riesgo que corre el escritor, sobre todo el de América Latina que desde el siglo XIX ha estado conectado con la sociedad y los conflictos de la sociedad.

–¿Por qué hacerlo?

–Es una especie de compromiso cívico, con la consciencia de uno, la manera en la que uno asume la realidad, la jerarquía, el arte, la política, y una forma de participar en el debate. En el caso mío, es también develar ciertas circunstancias que de pronto permanecen ocultas y que la gente no quiere asumir. Me he considerado desde adolescente un inconforme, una persona que no daba bien en esas atmósferas que todo lo aprueban, todo lo celebran, que todo les parece bien. Siempre he estado incómodo en esas atmósferas. Es una necesidad propia, un modus operandi de mi labor escritural. Cómo pronunciarme, opinar, molestar, denunciar, incomodar desde la consciencia de la colectividad...

–¿Cuándo un escritor habla, lo escuchan más?

–No sé, yo no soy un escritor de masas, a mí en estos días alguien me presentó, justamente en la feria del Libro de Montería, y dijo que con el Rómulo Gallegos yo me había convertido en un escritor de masas, y yo le dije no, yo no soy un escritor de masas, no soy un escritor que venda mucho mis libros. Mis libros durante mucho tiempo permanecieron completamente ocultos, solamente después del premio empecé como a sonar, pero inclusive no me parece que en este momento sea un escritor leído por muchos. Es verdad que ahora me leen más que antes, pero he hablado con algunas personas que dicen que los escritores que opinan en columnas y generan polémica, esos escritores generalmente aumentan los lectores. Yo no sé qué va a pasar en mi caso, yo antes no había sido columnista, estoy asumiendo esa labor, me siento un poco extraño en eso porque yo he sido más que todo un profesor que se ha pronunciado, un escritor que se ha pronunciado en sus clases, en sus ensayos, en los textos de crítica literaria, pero esos textos no son leídos por el público en general, eso es leído por un pequeño grupo de lectores. Entonces creo que la prensa, los diarios, las columnas sí ayudan, me parece a mí, en el panorama colombiano y latinoamericano, sí pienso que ayudan a que el escritor sea más leído, al menos en lo que tiene que ver con las columnas que escribe. Es muy posible que los escritores se sientan inquietos ante esas columnas y busquen al escritor en sus libros, creo que eso se presenta usualmente.

–Pero igual a usted no le interesaría ser un escritor de masas, ¿o sí?

–No. Yo creo que la literatura mía no es una literatura de masas, de best seller, es más, mis libros no buscan al comprador de libros, al consumidor de libros, sino que buscan unos lectores particulares. No buscan el bolsillo de los lectores sino su corazón, su inteligencia. Yo a estas alturas de la vida no creo, la literatura mía no da para eso, inclusive exige unos ciertos niveles de riesgo en la lectura por parte de los lectores. A veces son propuestas estructurales un poco complejas, hay una carga de datos, historia, arte, literatura, lo que algunos dicen que es una literatura erudita, eso también de algún modo ahuyenta a ese tipo de lector masivo.

–Esa estructura que usa es más clásica...

– Depende de los libros, hay unos que son muy clásicos, por ejemplo La Escuela de Música, que es una novela de formación tal como la escribían los europeos en el siglo XX, muy de la línea de Thomas Mann, La Montaña Mágica. Pero hay una novela, Lejos de Roma, que dialoga con esas cosas clásicas de la antigüedad, y hay otras que son un poquito más complejas a nivel estructural como Tríptico de la Infamia o Los derrotados, que pone a dialogar dos épocas, donde hay muchos contrapuntos, donde está el aspecto de la metaficción, las intertextualidades. Esas novelas, incluyendo La Sombra de Orión, sí son un poco más complejas y más difíciles para el público en general.

–Ahora la escritura está siendo más fragmentaria, ¿esa estructura más clásica está cambiando?

–Sí, la literatura siempre está en ese intento de renovarse, de oxigenarse, por ejemplo si comparamos la literatura que se escribe ahora con esas obras del Boom Latinoamericano, El otoño del patriarca, Rayuela y Terra Nostra, que son novelas primero muy extensas, donde hay muchas experimentación, juegos con el lenguaje, si las comparamos con las novelas de ahora, creo que hay una especie de vuelta a cierto conservadurismo frente a las formas de narrar, de hecho muchas de esas novelas largas que fueron tan exitosas en los años 60 - 70 del siglo pasado, no han resistido muy bien el tiempo. Es una impresión que tengo, que estamos asumiendo un momento en el que la literatura está volviendo a una especie de orden de volver a hacer novelas más sencillas de leer, más comprensivas, por supuesto que también hay apuestas un poco más arriesgadas. Ahora, en el caso de la literatura colombiana, creo que está más diversificada, entonces hay novelas de muchos caracteres y tipos. Las que más lectores tienen en este momento, en lo que tiene que ver con literatura colombiana, son novelas más sencillas, simples, no le exigen demasiado al lector. Igual hay otras expresiones en la literatura colombiana que de pronto le apuntan a lo que tú dices, una especie de fragmentación, a trabajos más experimentales, pero creo que lo que más busca la gente es el público lector masivo al que nos referíamos ahora, es una literatura más sencilla, más simple. La literatura best seller es generalmente una que se lee con mayor facilidad, el manejo del lenguaje es mucho más fácil, donde no hay muchas palabras para buscar en el diccionario. Eso era un rasgo típico de las novelas barrocas latinoamericanas, tipo Carpentier, Lezama Lima, que eran novelas que exigen que el lector vaya al diccionario, se concentre. Ahora hay una vuelta, los lectores masivos están buscando una especie de facilidad en la lectura. Las novelas más arriesgadas, más experimentales, más vanguardistas, son menos leídas.

Mónica Quintero Restrepo

Es periodista porque le gusta la cultura y escribir. A veces intenta con la ficción, y con los poemas, y es Camila Avril. Editora de la revista Generación. Estudió Hermenéutica Literaria.

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