Enamorado eterno de la forma y de los colores, los elementos primigenios del arte, Ómar Rayo les rindió culto en su obra pictórica. En ella demostró que en sus intentos por domesticarlos había llegado lejos.
Los trabajos de este artista nacido en Roldanillo, Valle del Cauca, el 20 de enero de 1928, correspondientes a la última etapa creativa, de 2002 a 2010, se exhiben en la galería Duque Arango, con el título Rayo, rigor y sugestión.
Son 22 piezas en acrílico sobre lienzo, en los que el pintor exhibe series de cuadros con los títulos Vértigo de las nubes articuladas, Mullida huella del viento, Criaturas abisales, Crisálida de arrebol, Semilla de sol...
Según la directora del Museo Rayo, la poeta Águeda Pizarro de Rayo, viuda del artista, Semilla de Sol alude al maíz, sagrado en nuestras culturas indígenas; Corteza de Arco Iris es una metáfora con el elemento natural que representa, multicolor y diáfano; Cristuras abisales incluye “tejido de líneas que incluyen el negro y forman cintas con bordes blancos; Crisálida de arrebol “es un homenaje a un fenómeno vallecaucano: los colores del atardecer en Roldanillo son muchos más que los rojos, naranjas y rosados normales. Puede adquirir tonos verdes reflejados de nuestra cordillera”; Mullida huella del viento se refiere “a la fuerza invisible que altera la superficie de las sábanas colgadas”.
De acuerdo con el curador de la muestra y del Museo Rayo, Miguel González, “cada pieza ilustra elocuentemente el lenguaje, la técnica y la poética que acompañó su producción”.
Estudioso de la creación de Rayo, González lo ubica como artista indispensable en el arte colombiano y continental.
Es una colección de cuadros en los que se ven formas de cintas que se doblan o se enrollan o se trenzan con precisión. Hay, en todo caso, algo juguetón al observar estos cuadros. Sus figuras parecen moverse y, por momentos, uno no sabe cuál franja de color está en el fondo y cuál, en la superficie.