Trabajos manuales, sin pincel ni lápiz, solo una máquina patillera o una barbera, con la intención de dibujar, en un juego con el pelo, una ilustración que poco a poco revela un rostro. Imágenes que representan la cultura, los imaginarios colectivos o la contemplación de la memoria. “El cabello se presta para producciones artísticas”, expresa Jasson Mejía, líder de la Asociación de Barberos de Colombia.
En el barrio Buenos Aires, en el oriente de Medellín, se reúnen barberos de la ciudad para dibujar, en las cabezas de sus clientes, retratos o paisajes basados en la técnica del realismo, una corriente artística que reproduce un elemento del mundo real en alguna superficie. Las copias son tan reales como una fotografía.
Mejía afirma que realizan varios cortes apoyados en tendencias urbanas, old school (cortes clásicos), tribales, cortes europeos y americanos, pero lo que requiere de más tiempo y mayor detalle es hacer un rostro, es decir, el realismo.
David Durango, Safary Baber, y Sebastian Restrepo, barberos que hacen realismo, señalan que a “los clientes les gusta más que les hagan caricaturas, escudos de los equipos de fútbol, símbolos de los cómics, como el escudo de Superman o Batman”.
Es una técnica donde se debe maniobrar la cuchilla de una manera precisa y sutil, para matizar las luces y las sombras. La barbera se convierte en un pincel que traza en el cabello y hace surgir los rasgos de un personaje en particular. Una pintura bicromática compuesta por el contraste del blanco y negro.
Este grupo de barberos consideran que la barbería está desarrollando nuevos cortes que exploran la presencia de diversas culturas en el territorio, además de servir para descubrir jóvenes con un innegable talento.