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Todo es puro tránsito, escribió el autor en las palabras introductorias a su más reciente libro Bitácora de un Naufragio. Es una conclusión que, aunque no es nueva para él, se hizo más honda y clara tras una serie de golpes que la pandemia trajo sobre su vida. Tramitando preguntas propias y narrando historias basadas en personas cercanas, Mario Mendoza da cuenta de cómo la vida sigue esforzándose por mover las aguas.
Ante sí, el mundo pandémico no daba asomos destacados de liderazgo político y estaba caído, enfermo socialmente. Para el escritor era claro: la sociedad no estaba al borde del caos sino en caída libre. “El barco está fisurado. Acabamos de chocar contra un iceberg y el agua ya entró a la sala de máquinas. Muy pronto se tomará las áreas sociales, los camarotes y la sala de mandos. El naufragio es inminente”, continuó, un poco más adelante, en la antesala a esa bitácora que no es ni novela, ni cuentos, ni ensayo.
Tras un año tan complejo, considera que los límites entre la realidad y la ficción se han difuminado y por eso los 46 relatos consignados en las páginas no pertenecen a ningún género en específico, porque estos “funcionan cuando hay una realidad única, cuando el mundo no se ha hecho trizas. Pero cuando todo alrededor está quebrado los moldes no funcionan”, explicó.
Desde su perspectiva, además, es como si hasta el tiempo hubiera decidido cambiar. “Creo que se aceleró vertiginosamente. El pasado se nos alejó, el presente se recortó e ingresamos en un futuro. A veces siento que estoy viviendo ya en un futuro”, contó en entrevista. Su reflexión se da en torno a cómo vivir en ese tiempo que no parece real es el que desata las historias de bitácora. “Finalmente es un problema sobre el tiempo”.
Una vía para tratar de entender lo que sucede entre la saturación de información de este tiempo ha sido a través de las letras, en un momento en el que se sentía anulado para volver a escribir narrativa después de terminar Aquelarre.
Mendoza se había enfocado, más que todo, en los guiones de cómic antes de la pandemia. En 2020 fue que decidió crear ese “género mixto y muy raro que no podría definir”. La ventaja, dice él, “es que tuve que crear un género que no existía para poderme expresar”.
La literatura, a diferencia de la sobresaturación de información que viene de otros lugares, “tiene un tono más pausado, más reflexivo. Es más lenta y al mismo tiempo creo que ingresa con mayor profundidad. Eso es lo que finalmente me mueve, ese viaje al otro lado de lo real”.
Añade que lo que hace el libro todo el tiempo es “navegar por los imaginarios, viajar por los delirios de los ciudadanos que están enfrentando la pandemia como puede”