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El 7 de enero de 1980 llegó a la Redacción de EL COLOMBIANO un muchacho ávido de experiencias en periodismo. Venía a hacer sus prácticas profesionales tras cursar las materias de Comunicación en la UPB y, de entrada, le asignaron labores en la sección de Deportes.
Ayer, luego de 40 años de servicio, Julio César Acosta Valencia les dijo adiós a sus compañeros, al salir pensionado y emprender un nuevo camino, luego de una cálida y emotiva despedida marcada por la alegría y el humor que siempre lo han caracterizado.
“Mi paso por esta empresa me permitió conocer el mundo. Estuve en Francia, Alemania, Japón, Corea del Sur y todo Suramérica. Fueron años maravillosos”, relata con nostalgia al evocar sus vivencias.
Entre todas ellas, asegura, hubo una que lo marcó: la misión a República Dominicana, donde cubrió los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1986, con la que estrenó su pasaporte.
La coordinación de la revista Motores, durante casi un lustro, fue de gran agrado para él, pues aparte de los viajes, le tocó vivir los mejores momentos de Juan Pablo Montoya en F-1. “Pero todo el tiempo que trabajé en Deportes fue gratificante. Al comienzo era muy bueno por el contacto que uno tenía con los futbolistas, en la cancha y las concentraciones, no como ahora que todo son ruedas de prensa”.
Aunque le tocaron múltiples cubrimientos de fútbol profesional y de selecciones nacionales de mayores, Julio César confiesa que su gran disfrute lo encontró en el balompié aficionado, en el que fue testigo de una época brillante con el surgimiento de los técnicos Francisco Maturana, Bolillo Gómez, Luis Alfonso Marroquín, Juan José Peláez, Piscis Restrepo y el Profe Montoya, entre otros, y figuras encabezadas por René Higuita, Leonel Álvarez, Luis Carlos Perea, Torito Cañas, Chonto Herrera...
También se convirtió en especialista de ajedrez, deportes de motor, hípica, baloncesto, boxeo, balonmano, y tuvo un estrecho vínculo con el deporte de la provincia.
Oswaldo Bustamante, actual editor de Deportes y con quien llegó ese enero del 80 a hacer las prácticas, lo define como “un buen profesional, cumplidor del deber, gran compañero, mejor amigo. Periodista raso, de esos que gastan suela y van a la fuente. Siempre tuvo apuntes oportunos para hacer de la labor diaria momentos de felicidad y propiciar ambientes gratos”.
Como persona, “un ser genial, amigable, leal, festivo, comprometido. Julio, en sí, es sinónimo de entrega y un ser íntegro y maravilloso”.
Para el colega John Eric Gómez, Acosta representa alegría. “Además, ha sido un consejero incondicional y un profesional incansable”.
Y Jheyner Andrés Durango Hurtado, quien ha compartido con él los últimos seis años, descubrió en Acosta “un hombre paciente, tolerante, con una energía envidiable y una voluntad férrea en su labor”. Y puntualiza con una frase con la que coincide gran parte de la Redacción de este diario: “Sus risas, apuntes y chanzas, en los momentos de mayor tensión, siempre serán recordadas”.
Ahora estará más tiempo al lado de su esposa María Victoria Pérez, sus hijos Esteban y Carlos Andrés, sus nietos Isabela y Sebastián, la hermana Marta Gladis y la sobrina Paula, después de darle cuatro décadas al periodismo. Misión cumplida, Julito.