El anhelo de título en la Libertadores-Bridgestone se refleja en el rostro de la fanaticada de Atlético Nacional que, después de una espera de 27 años, siente cerca la segunda consagración.
Luego del 1-1 en Quito, en el juego de ida, al técnico Reinaldo Rueda y sus guerreros les bastará exhibir el fútbol que han hecho durante el torneo para coronar la meta y así prolongar la sonrisa de esa afición que tiene contagiado a todo el país de orgullo y optimismo.
Hay confianza y certeza en las capacidades colectivas e individuales de los verdes, pero como es característico en el estratega, la mesura y el respeto salen a flote. Rueda dice que hoy (7:45 p.m.) en el Atanasio jugarán “un partido de igual a igual, con la intensidad que se requiere”. Y recuerda que tendrán un rival “contundente, eficaz y durísimo en 90 minutos de mucha tensión, típicos de una final”.
El entrenador, inconscientemente, expresa el deseo de resolver la serie en el tiempo reglamentario para evitar el alargue de 30 minutos o los lanzamientos desde el punto penalti, y dejar atrás sustos, dramas e infartos.
Sabe que Independiente del Valle basa su estructura en el juego largo y el contragolpe, con jóvenes de gran capacidad, a quienes hay que encarar con jerarquía y hacerles sentir la presión que generan 40.000 personas alentando desde las tribunas.
“Ha sido un camino largo y durísimo. El equipo se ha ganado el derecho de estar en la final con esfuerzo y mística, y todos queremos que se logre la meta, que nos podamos abrazar y disfrutar”, añade Rueda, un caballero del fútbol.