“Ya no hay boletas”, dijeron en la taquilla del Atanasio Girardot a eso de las 6 de la tarde y Mauro Duque, un hincha del Nacional que llevaba casi 24 horas haciendo fila al sol y al agua, se quedó, como dicen, “con los crespos hechos”.
Mauro no fue el único. Cuando llegó al complejo deportivo a eso de las 7:30 de la noche del jueves, alrededor de mil personas ya estaban haciendo fila. Incluso había gente acampando a las afueras del estadio desde que Nacional le ganó al Sao Paulo en el partido de vuelta de las semifinales, el miércoles en la noche.
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Él sabía que solo iban a vender 3.000 boletas, según la información que difundió el club deportivo a través de redes sociales, pero pensó que podía alcanzar a llegar, porque no estaba tan lejos de la taquilla.
“Una noche en la calle es muy peligrosa, pero la compañía fue entretenida y amena”, dice Mauro, quien asegura que en toda la noche no hubo acompañamiento de la Policía.
Según Mauro, los mismos hinchas del Atlético Nacional organizaron las vallas a lo largo de la fila en la taquilla oriental del estadio, para evitar los colados. “En las horas de la madrugada se presentaron desórdenes, pero las vallas cumplieron con su objetivo. Ya solo nos quedaba seguir aguantando frío y las lluvias durante toda la noche”.
Pero para otros la lluvia fue el menor de los problemas. Luis Felipe Gutiérrez llegó el jueves a las 11 de la noche y estuvo esperando durante 16 horas “en medio de drogas, licor, constantes peleas y olores nauseabundos. Fue una odisea por la que no volvería a pasar”.
La luz del día no mejoró la situación. “Cuando yo llegué a las 7 de la mañana del viernes la gente estaba dormida, entonces la fila se veía muy larga, pero cuando se despertaron la fila se empezó a acortar”, cuenta David Carvajal, otro hincha del Nacional que estuvo haciendo fila por casi 12 horas.
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Los aficionados siguieron llegando al estadio en el transcurso de la mañana y a las 2 de la tarde, cuando por fin abrieron las taquillas, alrededor de 12.000 personas estaban haciendo fila para comprar la codiciada boleta de la final de la Copa Libertadores, un partido que no se juega en Medellín desde 1995.
“A esa hora la gente empezó a estrujar. Los que iban más adelante vendían los puestos a 20.000 pesos, entonces los de atrás se enojaban y se armaban las peleas”, relata David.
“A las dos de la tarde, después de pelear con las personas que se querían colar, la fila no se movía. El Esmad y los carabineros no hacían nada para proteger a los que muy organizadamente soportamos toda la noche ese calvario. Solo se veían riñas, bombas y chorros de agua, y nosotros con nuestro aguante verde ahí. Pero la fila no avanzaba”, recuerda Mauro.
Para acabar de ajustar, la logística sólo habilitó dos taquillas para vender tres mil boletas, y en el transcurso de la tarde cerraron uno de los mostradores. “¿Cómo es posible esto?”, se pregunta Mauro.
El resto de la jornada quedó registrada en las fotos y videos que grabaron los hinchas: caos, desorden, falta de información y una tanqueta del Esmad lanzando chorros de agua al tumulto de fanáticos ansiosos por un cupo para la final.
Y aunque ni Mauro ni David pudieron comprar una boleta, los revendedores -que pagaron a otros por hacer fila y, según las denuncias, amenazaron a los hinchas para colarse cerca de la taquilla- sí tienen muchas en su poder y los precios están por las nubes.
David dice que él vio cómo los revendedores les ofrecían hasta 600.000 pesos en efectivo a las personas que acababan de comprar sus boletas en la tribuna Oriental, que en taquilla costaban 160.000.
El negocio de la reventa se hace ahora vía WhatsApp y las boletas -que cuestan entre 400.000 pesos y 1’100.000- se recogen en una estación del Metro, en el centro de Medellín, en el Centro Comercial Obelisco, o los revendedores las llevan hasta las casas de sus clientes.
Así, los que no tengan dinero suficiente para comprar la boleta a los revendedores tendrán que ver la final a través de las pantallas de sus casas. Parece ser que en Medellín “el vivo” aún “vive del bobo”.
¿Qué dicen los organizadores de Atlético Nacional?
“Ya no hay boletas”, dice Franci Elena Puerta, gerente financiera del Atlético Nacional. Según sus cuentas, era imposible que todas las personas que estaban esperando el viernes en la taquilla del estadio entraran a ver la final entre Nacional y el Independiente del Valle, de Ecuador.
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Puerta explica que el Atanasio Girardot tiene capacidad para 44.000 personas, pero que el Club debe garantizar la entrada a los 30.000 hinchas del Nacional que se abonaron para este semestre.
Otras 4.000 boletas están reservadas para los seguidores del equipo visitante, 2.600 son para la Conmebol y 3.000 más se reparten entre la Alcaldía de Medellín, las cortesías comerciales y las entradas de prensa. De esta forma, al Club le quedaron menos de 5.000 boletas sueltas para vender entre los no abonados, que se agotaron en cuatro horas.