No solo en Francia, Italia, España y Bélgica se ven ríos humanos esperando el paso de una caravana ciclística. Lo que muchos no imaginan es que también sucede en Ruanda.
En ese pequeño país africano, con una población de cerca de 12 millones de habitantes y marcado por un genocidio de 1994 (murieron más de un millón de personas por una guerra intestina), demuestran que el amor por el pedalismo lo llevan en la sangre, tanto que, con las imágenes que se montan en las redes sociales, evidencian el cambio que ha tenido esta población, considerada, luego de dos décadas y tras un informe de Gallup en 2015, como la nación más segura del continente.
La gente se vuelca a las vías y se trepa en los techos de las edificaciones para ver el paso de la caravana. El público sale a alentar y apoyar a los ruteros como si se tratara de la visita del Papa durante el paso de los corredores que disputan esta semana el Tour de Ruanda.
Aún más, al saber que uno de sus compatriotas, Joseph Areruya, de 21 años de edad y perteneciente al equipo Dimension Data for Qhubeka, es, después de cuatro etapas, el actual líder, los ruandeses no escatiman tiempo para apostarse a lado y lado o en cualquier sitio donde se pueda observar al ídolo del país.
Areruya corrió en Colombia, incluso fue el quinto mejor joven de la Vuelta en 2016.
Entre los participantes hay un colombiano, el caleño Edwin Ávila, quien hace su última prueba del año y con el equipo Illuminate, pues en 2018 competirá con el Israel Cycling Academy, que es profesional continental, segunda categoría del ciclismo mundial.
Edwin, doble campeón mundial de pista y segundo en la tercera fracción de esta competencia, es uno de los pedalistas más aclamados entre la multitud, que vibra con un deporte que les genera oportunidades y alegrías.