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“Necesita afecto, no sabe pedirlo, hay que sabérselo dar”: Alexis García analiza lo sucedido con Nacional y Cardona en la Libertadores

El excapitán verdolaga, ganador de la Copa Libertadores de 1989 y finalista del mismo certamen en 1995, habla en esta entrevista sobre el presente verdolaga y otros aspectos del fútbol colombiano.

  • Hoy, como técnico, Alexis García está analizando proyectos deportivos para ver cuál será el próximo club que dirija. FOTO JUAN ANTONIO SÁNCHEZ
    Hoy, como técnico, Alexis García está analizando proyectos deportivos para ver cuál será el próximo club que dirija. FOTO JUAN ANTONIO SÁNCHEZ
hace 4 horas
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Junto a Alexis Henríquez, Alexis García es uno de los capitanes más importantes que tuvo Atlético Nacional en su historia. Con él llegó el primer título de la Copa Libertadores en 1989 y también disputó otra final de este certamen, en 1995 frente a Gremio. Por eso es una voz más que autorizada para hablar del club verde, y así lo hizo en esta entrevista con EL COLOMBIANO, en la que no solo se refirió a la eliminación del equipo del torneo, sino también a lo sucedido con Edwin Cardona y a otros aspectos del fútbol colombiano.

¿Cómo vio la serie entre Nacional y Sao Paulo?

“Estuve viéndola, sufriéndola. Creo que la clasificación se perdió en Medellín. La vuelta fue más difícil que el juego en el Atanasio, aunque este Sao Paulo no es ni sombra de los que nosotros enfrentamos y conocimos. Pero enredaron el juego, con muy pocas opciones de parte de Nacional, y llegar a los penaltis contra un portero antipenal de tanta talla es mucho más difícil, y por eso se fue la clasificación”.

¿Le faltó jerarquía a este Nacional?

“Sobre todo faltó definición, porque en Medellín se tuvieron dos opciones desde el punto penal inclusive y dos más en los palos. Meter la pelota es la clave para ganar, y eso hace la jerarquía: definir los juegos para lo que uno necesita. Nacional acá fue un equipo muy influyente en el juego pero poco efectivo. Ya en la vuelta no tuvo influencia ni determinación. Entonces la eliminación es triste, pero la gran diferencia en el juego estuvo en el Atanasio. En Sao Paulo fue un juego más parejo, aunque el rival tuvo un poco más de opciones que Nacional”.

¿Le pesó a Nacional jugar en un estadio como el Morumbí?

“A mí me parece que para uno como jugador es más presionante jugar de local: hay más obligaciones y responsabilidades. Hasta para definir a penales es más difícil, y en el duelo de vuelta con Sao Paulo el ambiente absorbió al equipo. A nosotros nos pasó en una ocasión, en la final de la Libertadores de 1995 frente a Gremio. Teníamos un equipo bastante nuevo y muy joven, y nos dejamos absorber por el ambiente de los brasileños en Porto Alegre. Fue un partido que se jugó más en la tribuna que en la cancha, y ese tipo de juegos requieren un comportamiento más especial porque hay que competirlos más que jugarlos. Por más calidad técnica que tengas, si te hundís a esperar a que el rival te ataque para contragolpear, tiene que ver mucho con la calidad de jugadores que tengas. Y creo que Nacional tiene la capacidad suficiente para que, así haya mucha tribuna y mucha afición contraria, pueda sobreponerse. Tiene jugadores que han estado en muchos estadios del mundo y en otros países, entonces no creo que ni David Ospina ni Morelos ni otros jugadores de tanta trayectoria se afecten por eso”.

¿Cómo analiza lo ocurrido con Edwin Cardona en la llave?

“Edwin es un hombre que se reta y le gusta retar. Es un guerrero que ha salido de circunstancias duras y maneja una rebeldía muy de él, pero que necesita acompañamiento. Para mí es fundamental el entrenador, o los psicólogos, pero primero el entrenador, para arroparlo y exigirle. En el fútbol de hoy la democracia de que los jugadores tomen tantas decisiones no me parece que deba existir tanto. Las decisiones las debe tomar el entrenador, y el liderazgo también. Eso de cederlo genera situaciones como la de Edwin. Él es un gran muchacho, un hombre que lo que necesita es afecto y comprensión. No lo sabe pedir; hay que sabérselo dar y guiar, porque un jugador de ese talento, pero con ese carácter tan rebelde y explosivo, necesita quien lo abrace, lo arrope y le muestre el camino, sobre todo en momentos cruciales como estos”.

¿Cómo levantar un equipo después de quedarse sin el objetivo más importante del año?

“Lo único que queda es acudir a las personas, a los seres humanos. Es hacer que todo el mundo caiga, aterrice, tenga un polo a tierra y hablarse, tener esas conversaciones incómodas que a veces uno tiene con la familia, con la pareja, con el mismo amor. No se deja de amar cuando se dice la verdad, y este es un momento ideal para decirse verdades, limpiar la energía, volverse a abrazar e ir por los otros objetivos. Porque el fútbol es eso: volverse a juntar y echar para adelante”.

¿Los penaltis son suerte, una lotería o preparación?

“Antes pensaba que un penalti era un estado anímico y que se cobraba de acuerdo a cómo estuviera uno. Pero ahora pienso que no: creo que son entrenables. Así te equivoqués, es muy diferente patear un penal entrenado después de haber ensayado muchísimos remates. Muchas veces uno toma esa decisión democráticamente y pregunta quién se siente capaz de patear, pero en realidad hay gente que le pega mejor. Para mí, los jugadores deben entrenarlos, y los que patean los debe elegir el técnico”.

¿Cree que Gandolfi se equivocó al dejar cobrar a Edwin otra vez en Medellín y al no poner a ‘Chipi Chipi’ para los penaltis en la vuelta?

“Para mí la elección de quién cobra pasa por el entrenador. Ya sobre quién ataja, terminando el juego, no me parece. Los penaltis tienen que ver mucho con la intuición, la experiencia... y yo, que conozco a David (Ospina) desde los 5 años y que lo tuve hasta los 16, no entiendo por qué no es antipenal, porque desde chiquito le tapaba penaltis hasta a los más grandes. Él es un estupendo arquero y lo demostró en la jugada del rebote del jugador de Sao Paulo, que por poco termina en gol, y él reaccionó de manera increíble. Si de pronto hubieran hecho el cambio por ‘Chipi Chipi’ para entrar a los penaltis, a lo mejor esa termina en gol y ni penaltis hay. Entonces este tema es tan relativo que yo me quedo sin respuestas”.

Ahora el único equipo que nos representa a nivel internacional es Once Caldas. ¿Notó algún progreso del fútbol colombiano en estas competencias?

“Veo mucho fútbol brasileño y argentino. El brasileño cada vez me gusta menos, no es ni sombra de lo que uno veía antes, y eso se refleja en la Selección, así su base de jugadores esté afuera. El argentino también ha bajado mucho en la parte táctica y técnica. El fútbol colombiano creo que ha evolucionado y mejorado desde lo táctico y lo técnico, no porque hagamos las cosas planificadas, sino porque siguen saliendo jugadores por generación espontánea de los barrios, de las escuelas, de los potreros. Lo único que nos falta para estar a la par de brasileños y argentinos es la parte mental. Seguimos adoleciendo de lo mismo, enfermos de la misma situación: no nos hemos vacunado contra el temor al fracaso ni contra la crítica despiadada de nuestros propios coterráneos. Ese miedo a perder nos mantiene en ese limbo del que no hemos podido dar un paso adelante”.

¿Sí pesa tanto el factor económico?

“Pesa en la medida en que consigas mejores jugadores. Los dólares no pesan en la cancha, pesa la actitud y la capacidad. Pero con los dólares obviamente podés contratar a los de mejor capacidad técnica. Brasil se da el lujo de repatriar jugadores de valores estratosféricos, y Argentina igual. Pero ya Colombia lo está haciendo, como con David Ospina, que es una figura de talla mundial, con Morelos, Tesillo, jugadores que estaban en ligas donde pagan demasiado. Creo que la gran diferencia del fútbol está en la condición física, técnica y en la mentalidad. Eso parecería muy poco, pero lo es todo. En Colombia hemos crecido en la técnica, pero en lo demás hay fenómenos aislados como el caso de Luis Díaz, que pese a venir de una comunidad que no tuvo la preparación mental para lograr todo lo que ha logrado, llega y triunfa en Inglaterra y también lo hará en Alemania, con toda seguridad. Entonces uno se pregunta si pasa por el dinero o por dónde pasa. En Colombia estamos en mora de meterle más trabajo a lo mental, a lo actitudinal, a la toma de decisiones y a cambiar nuestra estructura y modelo”.

¿Cómo se disputa una Copa Libertadores, cómo se debe asumir para ganarla?

“Más que la cultura del dinero, hay que crear una filosofía. Nosotros construimos una familia en procura de un objetivo. Llegamos a hacer unos lazos tan fuertes donde el dinero no importaba tanto, era una consecuencia del ganar y hacer las cosas correctamente. Sentíamos una responsabilidad social, y esos tejidos afectivos deben crecer en el equipo y trascender el dinero, los premios y la fama, y ser causas de país, de personas, de familia. Así lo asumimos. Nos falta generar líderes dentro de los jugadores para que transmitan una idea que viene de afuera y del entrenador. Nosotros teníamos a Pacho Maturana, a Bolillo Gómez, a Hugo Gallego, que transmitían una idea: Hugo de fútbol y Pacho y Bolillo una filosofía de vida. Eso supera cualquier cosa. Todo eso se puede lograr aunque no tengamos los mejores jugadores, pero sí podemos ser los mejores equipos”.

¿Cómo trabajar el tema de la mentalidad, porque pasan los años y no la cambiamos?

“Hay una frase de maestro Pacho que dice que ‘como se vive, se juega’. No es aplicable a lo económico o social. Nosotros vivíamos muy mal económicamente, pero jugábamos muy bien. Así que cuando él habla de vida no se refiere a lo económico sino a lo personal. La clave para que el Nacional en el que estuve haya hecho cosas tan grandes fue una generación de jugadores y seres humanos que jugaban muy bien al fútbol, tenían una filosofía clara y que donde fuera jugábamos como lo hacíamos en el barrio. Fuimos capaces de trascender la fama y el dinero, de no creernos lo máximo por ganar un torneo, sino de mantenernos humildes para no salirnos de la horma. Obviamente era una época donde no había redes sociales, ni tanta televisión, ni tanto empresario ofreciéndote el oro y el moro. Nos centramos en hacer grande el equipo donde estábamos: ninguno estaba muy interesado en irse de Nacional ni pensando en el fútbol del mundo, sino en ganar en la casa para nuestras familias y nuestros hinchas, que hacían parte de nuestras familias, y para la prensa que nos apoyaba permanentemente y se enamoró de un proyecto. Eso fue lo que nos hizo grandes. Ahora se puede trabajar la parte mental de los jugadores, porque hoy están viviendo demasiado la vida loca que propone la sociedad”.

¿Cómo explicar que Dayro Moreno vive esa vida loca, pero siempre rinde y hace goles?

“Dayro, al igual que Luis Díaz, que han salido por generación espontánea, son casos especiales, factores fenomenales que se presentan porque sí. Dayro es especial, porque tiene un entendimiento del juego como nadie. Yo lo tuve y soy su amigo, es un hombre con una manera de pensar especial. Así como dicen que Messi sufre del síndrome de Asperger y que solo se concentra en una cosa y nada más, así es Dayro cuando entra a la cancha: solo se concentra en hacer goles. No importa lo que haga en la semana, pero a la hora del partido tiene el físico y el talento para tomar las mejores decisiones, porque entiende el fútbol mejor que los propios entrenadores”.

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