Su presencia se llevó todos los focos. La primera prueba como entrenador de selecciones de Carlo Ancelotti no fue en la altura de Quito, como se esperaba, sino en Guayaquil, al nivel del mar. Seguro el italiano lo agradeció cuando vio la pendiente bastante tendida que tenía que subir para salir de los camerinos hasta la cancha del estadio Monumental.
El recorrido era largo. Se demoraba poco más de un minuto. “Carletto” lo hizo sin problema. Cuando estuvo en la cancha, hubo euforia. Aquel hombre que ganó todo con el Real Madrid, salió vestido con traje y corbata en Guayaquil.
Lucía sereno, como siempre, pero tenía el rostro rojo por los 28 grados que se sentían cuando empezó el partido. Antes de que sonaran los himnos, los camarógrafos se voltearon hacia él para inmortalizar el momento. Ancelotti ni se inmutó. El hombre, acostumbrado a tener la atención, siguió tranquilo. Cuando sonaron los himnos se paró en posición militar. Seguro le dijeron que lo tenía que hacer. Para él, todo lo que estaba viviendo era nuevo y, quizás, no sabía que en esta parte del mundo los cánticos nacionales son casi sagrados.
Pero mostró respeto. Cuando sonaba el himno de la Champions, el italiano ya tenía un chicle en la boca. Aquí, mientras se oía la canción de Ecuador, no se le vio masticando para calmar los nervios, bajar la ansiedad.
Terminaron los actos de protocolo y el técnico argentino Sebastián Beccacece, con ropa deportiva y cabello largo –amplia diferencia estética con Ancelotti–, se acercó al italiano, lo saludó, intercambiaron palabras: el timonel ecuatoriano no se cambiaba por nadie.
No solo por el abrazo. También porque, desde el primer tiempo, sometió a la Brasil de Ancelotti con la táctica que planteó. Los ecuatorianos generaron más opciones de peligro contra el arco de Alisson Becker: siete en todo el encuentro.
Además, fueron el equipo que más posesión tuvo (53% contra 47% de Brasil), y el más preciso en cuando a los pases que hizo (87%/ 83%). Brasil, que confiaba en las aventuras ofensivas de Vinícius Júnior no fue eficiente, ni generó peligro.
Lo que sí mostró la nueva Brasil fue más orden defensivo. La presencia de Casemiro y Marquinhos, hombres experimentados, le dio equilibrio al seleccionado brasileño, algo que no tenía cuando Dorival estaba al frente. Sin embargo, aún tendrá que pulir aspectos en ataque, donde tuvo la ausencia de Raphinha, para muchos el mejor jugador de Brasil.
¿A quién benefició el resultado?
La igualdad entre ecuatorianos y brasileños en el debut de Ancelotti benefició al elenco andino, que llegó a 24 puntos y, en teoría, ya está clasificado a la Copa del Mundo de 2026. También a Paraguay, que se impuso 2-0 a Uruguay en Asunción, en juego que se disputó a la misma hora.
Incluso, la Selección Colombia se vio beneficiada. En caso de vencer a Perú, los criollos llegarían a 23 unidades. Con eso, superarían a Brasil, que tiene 22 y quedaría en la cuarta casilla de las eliminatorias. Además, estaría cerca de la posibilidad de terminar segundo en el camino a Norteamérica, como estuvo durante casi toda la primera vuelta.
Al final de su primer partido como entrenador de Selección, Ancelotti “discutió” con el árbitro chileno Piero Maza. El italiano no estuvo de acuerdo con que terminara el encuentro cuando lo hizo. Por eso, con un chicle en la boca y el rostro rojo por el calor, le abrió las manos como reclamo. Después, lo saludaron. Luego del duelo, su presencia se llevó todos los focos.
Jugadores como Vinícius lo respaldaron. Pidieron a la gente calma, tiempo para que su proceso tenga éxito. Pero los brasileños, ávidos de triunfos, seguro le exigirán que el martes, contra Paraguay, en el estadio del Corinthians (7:45 p.m.), gane.
