En cuanto a calidad futbolística la primera parte del juego quedó en deuda, pero la dinámica de ambos elencos fue interesante en la noche brasileña.
De todos modos Chile estuvo mejor en los 45 iniciales. Fueron los inauditos reflejos de David Ospina y las bondades del VAR para dirimir un ajustado fuera de lugar, los que permitieron al elenco nacional marcharse al camerino con un invicto de 528 minutos sin recibir goles, hasta ese momento.
Pero para ganar había que hacer mucho más que encomendarse a Ospina y aplaudir el acucioso ojo del VAR. Por eso resultó sorpresivo que para el segundo tiempo Queiroz no enviara variantes al campo para intentar encontrar lo que carecía el equipo.
La mejoría no llegó. Es más, Colombia comenzó a verse incapaz de llevar peligro al área chilena. Y, mientras tanto, la Roja avisaba con intentos aislados pero punzantes, hasta que llegó el gol de Arturo Vidal que dejó helada a la afición tricolor en el Arena Corinthians.
La anotación hubiera dolido el doble hoy por ser el de la eliminación y por ser, además, ilegítimo, pues la mano del jugador del Barcelona fue más que evidente. Incluso con una buena ubicación del árbitro Néstor Pitana no habría requerido la ayuda que llegó a su rescate vía intercomunicador. Ese fue el clímax, porque luego de ese derroche de adrenalina ambos elencos entraron en una especie de desgano y comenzaron a contemplar los penaltis como la realidad ineludible.
Pero 360 días después, tal como el 3 de julio de 2018 ante Inglaterra, los penaltis cercenaron el sueño tricolor de seguir en carrera.
El desarrollo del partido, ante un rival con trabajo y habituado a partidos de alto valor, puso a Colombia de frente con su realidad: ni era el equipo finalista que todos daban por sentado ni Carlos Queiroz era el técnico de decisiones impecables.
Apenas es la fase introductoria de un proceso. Para llegar al objetivo, las derrotas como la de ayer son necesarias. Eso sí, cuatro partidos oficiales son suficiente diagnóstico para que el portugués sepa qué funciona y qué no, y construir, con base en eso, sin reiterar errores.
Para Reinaldo Rueda, la clasificación es un mérito a su crecimiento paulatino; su trabajo serio y sin aspavientos. Ahora esperará al ganador de Uruguay y Perú.