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Jugadores agotados, ¿daño colateral del frenesí de copas?

La expansión del balompié con miras a obtener más dinero no parece congeniar con la posición de los futbolistas.

  • La expansión del balompié con miras a obtener más dinero no parece congeniar con la posición de los futbolistas. Foto: Juan Antonio Sánchez Ocampo.
    La expansión del balompié con miras a obtener más dinero no parece congeniar con la posición de los futbolistas. Foto: Juan Antonio Sánchez Ocampo.
Jugadores agotados, ¿daño colateral del frenesí de copas?
04 de enero de 2020
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En la última década, entre Suramérica y Europa, desaparecieron tres torneos de largo aliento a nivel internacional (Intertoto, Merconorte y Mercosur). Hubo tres factores comunes que alentaron la disolución de estos eventos: el formato de competencia obsoleto, baja convocatoria de público y, consecuentemente, poca rentabilidad tras la realización de los mismos.

Dichas determinaciones hicieron parte de una dinámica que se instauró en el balompié durante el decenio que terminó hace pocos días y que buscó crear y modificar competencias con el objetivo primario de aumentar los ingresos económicos. Para ello, la dirigencia del fútbol, como la Fifa –Federación Internacional de Fútbol Asociado– y la Uefa –Unión Europea de Federaciones Asociadas–, se valieron de una premisa sencilla: a mayor cantidad de partidos, más ingresos se reciben, en mayor medida, por derechos de televisión, y en segundo lugar por el mercadeo que se genera alrededor de las competencias.

Sin embargo, no todos los involucrados en este deporte han visto con buenos ojos este enfoque. Los principales detractores han sido, precisamente, los máximos protagonistas de esta disciplina: los futbolistas. Estos argumentan que el aumento de competencias va en detrimento de su bienestar físico y de la calidad misma del balompié.

Así que los bandos están bien definidos: en un lugar está el establecimiento, es decir, la Fifa, así como la Uefa y Conmebol –Confederación Sudamericana de Fútbol−, y organismos rectores en otros continentes. Estos pretenden desarrollar nuevas competiciones y ampliar las existentes con el propósito de generar más ganancias y preservar la importancia de este deporte en el plano mundial. Al lado de estos están las marcas e inversionistas.

En la otra esquina se alinean los futbolistas y técnicos que ven, cada vez con mayores recelos, el aumento de competencias como un fenómeno que puede desencadenar consecuencias graves contra la integridad de los atletas y la esencia del juego.

“Los jugadores cargamos con toda la responsabilidad de toda esta política de calendarios amplios. Ponemos todo el trabajo, nos arriesgamos a lesiones y nadie se da cuenta de que somos quienes tenemos la vida más corta en esta industria”, dijo para un informe de la Fifpro –Organización Internacional de Futbolistas–, el central serbio Neven Subotic.

Más es mejor

Fue en 2016 cuando el suizo Gianni Infantino, recién posesionado como presidente de la Fifa, expresó por primera vez su deseo de pasar de 32 a 48 selecciones en el Mundial, según él, como un acto de coherencia con la expansión de este deporte en el planeta. “El fútbol dejó de pertenecer hace mucho tiempo a Europa y Suramérica. El crecimiento ha sido sostenido aún en rincones inhóspitos. Debemos ser consecuentes con eso”, dijo el jerarca del fútbol en su visita a Colombia en octubre de 2016.

Aunque Infantino no logró su cometido y tendrá que esperar, al menos hasta 2026, para ver su sueño de 48 elencos mundialistas, abrió la puerta a un aluvión de propuestas en todos los continentes que buscan sacar el máximo provecho del crecimiento exponencial del balompié.

Un inédito torneo de naciones en Centro y Norteamérica, un nuevo certamen de selecciones en Europa, así como venideros campeonatos de clubes en Suramérica, el Viejo Continente y un Mundial de Clubes, que pasará de siete a 32 equipos, moldean el saturado panorama del fútbol en los próximos años (ver para saber más).

Una fórmula simple

Refutar un negocio que arroja anualmente 500.000 millones de dólares (según Forbes) parecería necio. Sin embargo, el experto en marketing y gerencia deportiva, Juan Carlos Ángel, desconfía de la viabilidad a largo plazo de este.

“El modelo de negocio del fútbol actual es simple: con la irrupción de los derechos de televisión lo que se busca es más partidos, para generar más ganancias. Para mí es un modelo insostenible porque sobreexplota la materia prima, los jugadores. En apenas una década el aumento de la carga competitiva para responder a intereses del mercado fue tal que quedó poco margen para ampliarla en la próxima década”, explica.

Por ejemplo, un jugador que acuda habitualmente a su selección a afrontar diferentes compromisos (eliminatorias, copas, amistosos) puede recorrer más de 100.000 kílómetros anualmente, equivalentes, casi, a darle poco más de dos vueltas al mundo. Un caso que ilustra lo anterior es el del coreano Son Heung, quien recorrió en la temporada 2018-2019 110.000 kilómetros para atender diferentes frentes con su Selección, Corea del Sur. Con 78 partidos fue el jugador que más actividad tuvo en dicho lapso.

Para Sebastián Cruzado, estratega de la agencia norteamericana Octagon, una de las encargadas de manejar el marketing deportivo de la Fifa “no se trata solo de vender partidos. El fútbol atraviesa un proceso en el que busca ser un producto de entretenimiento de alta calidad. Este es el deporte con más penetración en todo el mundo, es una mina de oro para las marcas y trae una cadena de beneficios deportivos, económicos y sociales”, responde a EL COLOMBIANO Sebastián, quien integró el equipo de Octagon que dio vida al Fan Fest en el Mundial 2014, que se trató de una estrategia novedosa en eventos futbolísticos con la cual la Fifa logró convocar a miles de asistentes al Mundial, oriundos de todos los continentes, y reunirlos en un escenario monumental a las afueras de los estadios donde cientos de marcas hicieron presencia con activaciones diversas.

La cadena de beneficios de la que habla Cruzado es comprobable. En Centroamérica, por ejemplo, se creó en 2019 la Liga de las Naciones, que le permitirá a países pequeños (Surinam, Bélice, Antigua y Barbuda, etc), tener una mayor participación en una competencia internacional y percibir ingresos por esto. Recursos que, según ordena la Fifa, deben invertirse en desarrollo social en estos países, a través del deporte.

El peso del negocio

Según una encuesta realizada a 500 jugadores en 2018 por parte de la Fifpro, el 64% considera que no se cumple las condiciones de descanso que exige la medicina deportiva.

“El calendario saturado, los vuelos y desplazamientos, son los grandes males de los jugadores actualmente. La Fifpro ha lanzado decenas de alertas. Estamos ante una generación de futbolistas explotados físicamente. Es necesario que cambie la mentalidad de la dirigencia que busca solo vender derechos de televisión. La salud de los jugadores y calidad del fútbol están en riesgo”, asegura, en diálogo con este medio, Bréiner Castillo, exarquero y agremiado de Acolfutpro –Asociación de Futbolistas Profesionales–.

La medicina deportiva aconseja, mínimo, 42 días de descanso en una temporada, máximo 56. Actualmente, un futbolista que juegue en una de cinco ligas principales (España, Italia, Inglaterra, Francia y Alemania) y actúe para su selección, tiene entre 25 y 30 días, o menos.

Manuel Darío Quintana, deportólogo colombiano de la NCAA –Asociación Nacional Deportiva Universitaria en Estados Unidos–, responde que “existe seis veces más riesgo de que un futbolista incurra en una lesión si juega partidos con menos de cinco días de descanso, en relación con quien puede tener ese periodo entre cada competencia. En la élite, un alto porcentaje está jugando con menos de cuatro días de distancia”, explica.

Por ahora no se avizoran cambios. Al contrario, en 2020 el fútbol tendrá una inusitada actividad en cuanto a competencias internacionales y en la próxima década, según iniciativas que dejan entrever directivos en todo el mundo, el calendario del balompié podría saturarse con más competencias más de gran formato.

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