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Amores, desamores y nostalgias de la redonda en Colombia

De la modestia ecuatoriana, pasando por la rudeza japonesa, hasta el encanto patrio; la pelota en nuestro país siempre ha tenido su cuento. Hoy, con la suspensión de los torneos, la extrañamos.

  • De la modestia ecuatoriana, pasando por la rudeza japonesa, hasta el encanto patrio; la pelota en Colombia siempre ha tenido su cuento. Hoy, con la suspensión de los torneos, la extrañamos. FOTO COLPRENSA
    De la modestia ecuatoriana, pasando por la rudeza japonesa, hasta el encanto patrio; la pelota en Colombia siempre ha tenido su cuento. Hoy, con la suspensión de los torneos, la extrañamos. FOTO COLPRENSA
Amores, desamores y nostalgias de la redonda en Colombia
03 de mayo de 2020
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En un buen día, con mucha suerte, el partido o entreno dejaba como saldo solo algunas laceraciones que ardían por un par de horas. Cuando la fortuna no brillaba, el balance contemplaba desde dedos descompuestos hasta algún hematoma.

Aún así, al escuchar el nombre del verdugo la mayoría suspira con la nostalgia de quien recuerda los buenos tiempos. “¡Ayy, el Mikasa!”.

Nélson Ramos es uno de ellos. Y eso que, en su condición de arquero, fue carne de cañón durante sus años de formación, a tal punto que mantiene intacto, en su cabeza, el particular silbido que emitía el testarudo balón japonés (Mikasa) al ser pateado.

Pero, ¿cómo fue que un esférico confeccionado tan lejos vino a dar a Colombia y a ser el protagonista de cientos de juegos en el fútbol profesional durante los años 70 y 80?

La respuesta no tiene nada de romántica y sí mucho de pragmática: el bajo costo.

“Era una pelota favorable y duraba muchísimo. Los directivos la adoraban por eso. No valía queja de los jugadores. Bueno, y tampoco se quejaban mucho, la idea era jugar con lo que hubiera”, cuenta el historiador Guillermo Ruiz, enciclopedia andante y uno que sabe como pocos del tema pues fue él, en su época de dirigente en Millonarios, quien en 1982, puso a sus jugadores a ensayar las bolas de una marca que hacía rato le venía coqueteando al rentado nacional: Golty.

De todos modos faltaría casi una década para que se hiciera oficial el matrimonio entre Dimayor y la única marca que han visto rodar por las canchas profesionales del país los aficionados millenials.

Pero si de cariños se trata, don Guillermo se queda con la Soria, una pelota que produjo una emprendedora familia ecuatoriana y que mucho antes de que el Adidas Telstar se adjudicara el inmortal diseño a blanco y negro, ya tenía rodando a la original “pecosa” por Suramérica, incluyendo Colombia, cuya Liga dominó casi toda la década del 60.

“Venía en colores rojo, verde, blanco, naranja. Era una pelota modesta, difícil de dominar como todas las de la época, pero le permitía a los jugadores, poniéndole mucha técnica, lograr algún efectico, y eso ya era mucho”, cuenta.

De todas formas, dice, lo que valen no son los balones sino las hazañas que se lograron con estos, y este es un consuelo al que don “Guillo” trata de aferrarse especialmente porque un día, que aún recuerda con tristeza, un plomero aprovechó la confianza para robarle 9 balones históricos de los mundiales que coleccionaba devotamente.

En fin, para aumentar el nivel hacía falta algo más que ganas de jugar y en esa búsqueda por la cualificación, Golty ganó el pulso a marcas extranjeras, a partir de 1991, y desde entonces ha ido entregando grandes productos, salvo uno que otro gazapo que aún saca “piedras”.

“Golty ha sido una apuesta por el talento colombiano, y ha ido mejorando entre aciertos y errores. Por ejemplo, el Euforia (2016) era una porquería, y soy generoso, una pelota de piñata. Por eso no duró nada. Pero la actual (Forza) es de talla internacional, por confección y tecnología creo que es el punto de referencia para futuros diseños”, dice Ramos.

El payanés es uno de esos arqueros con una relación especial con el balón, pues así como los ha padecido en el arco les ha sabido sacar brillo en el pórtico rival. En septiembre de 2008, jugando con Pasto, clavó un zurdazo de tiro libre que significó el triunfo sobre Equidad. Días atrás había pasado al banquillo de los acusados señalado como responsable por dos goles del adversario de larga distancia. El protagonista de ambos hechos: El Dorado, pelota con la que Golty celebró los 60 años del Fútbol Profesional Colombiano.

Jamás un balón ofreció tantas garantías, incluso, hasta al volante de marca más limitado, para llevar peligro al arco rival desde distancias insólitas. Un dato ilustrativo: en las primeras 9 fechas de aquel Apertura-2008 hubo 35 goles de media y larga distancia. Fue como hallar El Dorado.

Pero detrás de la pasión y la nostalgia por la pelota en Colombia, hay una tenaz historia de emprendimiento.

Golty, que cumple 40 años, pasó de imitar en los 80 diseños extranjeros a ser hoy día una marca avalada por Fifa y exportadora. No solo eso: desarrolló una tecnología que facilita la retención de aire y la calidad de los balones laminados, que dos grandes empresas en Pakistán compraron.

Eduardo Martínez, timonel de la compañía, conoce muy bien el poderío de sus competidores como Adidas y Nike, pero su pregón siempre ha sido uno: apostarle a tocar fibras. “La compra de un balón es una cuestión emocional. Eso es lo que buscamos y lo logramos”, dice.

Sin duda es así, porque si algo ha demostrado Golty en el país es que no se necesita ser un Mikasa para dejar marcas en los amantes del fútbol.

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