Si no fuera de amplio conocimiento que el DIM entrena diariamente sobre 2.100 metros en Llanogrande, podría pensarse que la altura de la capital de Bogotá le pasó excesiva factura a los jugadores del DIM y que por eso se vieron forzados a divagar sobre el terreno de juego durante todo el primer tiempo, sin poder tomarle el ritmo a Equidad.
No fue solo el atípico color del uniforme el que hizo ver extraño al cuadro antioqueño. Los jugadores no lograron encontrarse en el campo; en defensa faltó solidaridad y orden y en ataque chispa.
Aún así el cuadro rojo se las arregló para tener varias opciones claras, casi todas en los pies de Germán Cano, quien, entrando en sintonía con la confusión del equipo, erró increíblemente cuatro opciones que normalmente resuelve con suficiencia.
Ayer, antes del encuentro ante los aseguradores, fue confirmado el extremo Déinner Quiñones, quien había tenido un fugaz paso por el equipo el año pasado.
Con el tumaqueño de 23 años el equipo seguro ganará fogosidad y profundidad en ataque, algo que necesita notablemente.
Pero hay otra falencia más importante que evidenció el elenco de Alexis Mendoza, el DIM carece de control de juego, en buena medida porque Andrés Ricaurte sigue sin recuperar su lucidez con la pelota y porque Adrián Arregui es errático en la entrega del balón y las decisiones de hacia dónde orientar las acciones una vez el esférico vuelve estar en poder del equipo.
Este aspecto, así como mejorar en los retrocesos para evitar los espacios que ofrece al rival, ocupará seguramente los esfuerzos de Mendoza a lo largo de la semana.
Pero a pesar de todo esto, la imprevisibilidad del fútbol premió ayer a Arregui y al cuadro rojo con el tardío gol al minuto 91, que acaba con 7 años sin triunfos del Medellín sobre Equidad en Techo. El puntaje perfecto invita a tener paciencia para seguir construyendo un equipo confiable