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Logró la hazaña de nuevo: Javier Zapata coronó, 26 años después, el Coltejer en bicicleta

El antioqueño, de 52 años, es uno de los mejores exponentes del bike trial en el país.

  • El deportistas antioqueño subió el edificio en 33 minutos y 7 segundos. La primera vez fue en 1999. FOTO: Manuel Saldarriaga
    El deportistas antioqueño subió el edificio en 33 minutos y 7 segundos. La primera vez fue en 1999. FOTO: Manuel Saldarriaga
03 de mayo de 2025
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“Te coroné”, gritó con fuerza, mirando al Occidente de la ciudad y recostado en la reja que pone límites en el último piso del edificio Coltejer, el ciclista extremo Javier Zapata. Estaba debajo de la bandera de Colombia que, desde cualquier punto de la urbe, se observa perfectamente alineada con la de Antioquia, en la parte superior de la edificación.

El grito fue de desahogo. Dijo “te coroné”, pero en realidad quiso decir: por segunda vez en la vida no me quedaste grande y, aunque ahora tengo 52 años, subí hasta aquí acompañado de mi familia, a un ritmo infernal en un calor igual, para demostrar que “el límite es el cielo”, que todo se puede ¿La edad? Solo un número.

Por eso la felicidad, cuando llegó al piso 36, de Cristina Yarce, su esposa, de Matías Zapata, su hijo, de Clara Zapata, su hermana, de Gabriela y Elena Giraldo, sus sobrinas pequeñas, pero sobre todo, de Gergios Vavaroutsos, el manager, entrenador, el hombre que le habla al oído a Javier y no le permite rendirse cuando la mente le pide bajarse de la bicicleta.

¿Cómo lo recibió la gente?

Estamos en el corazón del Centro de Medellín. Son las 9 de la mañana y las calles de Junín se empiezan a llenar para la jornada sabatina: vendedores de girasoles, gente ingresando al Astor y a los pasajes comerciales le dan vida a la ciudad.

Sin embargo, nadie pasa sin detenerse a mirar hacia la plazoleta del Coltejer. Javier Zapata, orgullo de Antioquia, atiende a los medios de comunicación. Por un parlante anuncia la hazaña: 26 años después de subir, por primera vez el edificio, esperaba coronarlo de nuevo. Además, le agregan que ese hombre medio canoso, sencillo, amable, tiene 5 Guinness records.

Los curiosos se detienen. Hay quienes entran para pedirle fotos. Javier, quien manifiesta sentirse emocionado por subir de nuevo el lugar que le dio fama internacional, atiende al llamado. “Estoy feliz. Esta vez es diferente porque todo ha cambiado mucho, pero quiero dar un mensaje de disciplina, perseverancia y superación a las nuevas generaciones”, agregó.

¿Cómo fue el recorrido?

Faltaban nueve minutos para las diez de la mañana. Javier se sentó junto a su familia y se cambió. Se puso unas medias largas, los tenis, el casco blanco. Después fue al baño. Cuando salió, el personal de aseo del edificio le pidió fotos. Las dio.

Fue a calentar. Hizo movimiento articular leve. Después se montó en la bicicleta de aluminio blanca, sin sillín y con la llanta de atrás más gruesa que la delantera para soportar el peso. Pedaleó leve y, en medio de los vítores de la gente, empezó a subir.

Los primeros pisos fueron sencillos. Las escaleras anchas permitían que se moviera con facilidad. Se complicó a partir del tercero, cuando llegó a unos escalones estrechos. Ahí empezó la lucha: contra el calor, la sed, el cansancio. Quizás por eso no cumplió con el objetivo de empezar a subir despacio.

En poco tiempo llegó al piso 22, donde tenía planeado tomar un descanso parado sobre los pedales de la bicicleta: no se podía bajar de ella. Ahí llevaba 440 escalas subidas. Le faltaban 260 para coronar las 700 que hay hasta el piso 34. Su esposa lo esperaba para alentarlo. Ella pidió que le dieran sal y agua, para compensar la deshidratación del cuerpo. Él aceptó.

Continuó su camino. En el piso 25 dijo que le dolía una pierna. Su entrenador respondió: “no es nada, nada te duele”. Además, lo animó diciéndole que le faltaba la Unidad donde vive, haciendo referencia a los entrenamientos que realizó, cotidiana y clandestinamente, para preparar la prueba.

Eso lo animó. 33 minutos y 7 segundos después de salir de la Plazoleta del primer piso, contigua al Pasaje Junín, llegó hasta el piso 36. Puso la llanta en el descanso de las escalas, se bajó de la bicicleta muy agitado, con la cara roja y una expresión de cansancio inminente, pero levantó el “caballito de acero” en señal de victoria.

“Pensé que no la iba a lograr”, dijo Javier, de 52 años, cuando ya estaba posando para las fotos en la plataforma de acero, ubicada en la parte externa del edificio, arriba. Pidió agua. Dijo que se sentía agotado, que estaba mareado. Pero, a pesar de todo, coronó para demostrar que la edad no importa y que, 26 años después de su primera subida (en la que se demoró 26 minutos), el Coltejer solo tiene un rey: él.

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