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“Feliz cumpleaños mamá”: Pablo Castaño dejó el corazón en el ring de los Juegos Departamentales en honor a la vida de su madre

El boxeador de 16 años brilló en los Juegos Departamentales de Antioquia 2025 con una actuación vibrante y una dedicación que emociona dentro y fuera del ring.

  • Pablo Castaño, boxeador del Municipio de Guarne que destacó por su estilo en Boxeo durante los Juegos Departamentales 2025. Foto: Cortesía @necio.audiovisual.
    Pablo Castaño, boxeador del Municipio de Guarne que destacó por su estilo en Boxeo durante los Juegos Departamentales 2025. Foto: Cortesía @necio.audiovisual.
  • Pablo y su familia en los Juegos Departamentales en Girardota, Antioquia. Foto: Cortesía @necio.audiovisual
    Pablo y su familia en los Juegos Departamentales en Girardota, Antioquia. Foto: Cortesía @necio.audiovisual
hace 4 horas
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En la placa deportiva Aurelio Mejía de Girardota, en el marco de los Juegos Departamentales de Antioquia 2025, un joven de mirada café clara, sonrisa humilde y trenzas perfectamente tejidas se llevó todos los aplausos, en la primera pelea de la jornada.

Apenas sonó la campana en su debut de cuartos de final representando al Municipio de Guarne, Pablo Castaño, demostró que no había llegado a participar, sino a dejar huella. Y lo hizo con una solvencia que sorprendió incluso a quienes ya lo conocen.

La pelea tuvo un momento que arrancó suspiros en las tribunas: el ring estaba mojado y Pablo resbaló. Pero se levantó al instante, como un resorte, sin una sombra de desconcierto. Retomó su posición, volvió a atacar y terminó ganando con autoridad. Ese gesto, ese impulso natural de levantarse sin dudar, parecía decir algo más profundo sobre él, un impulso natural de resurgir incluso en sus peores caídas.

La edición 48 de los Juegos Departamentales, que este año se vive en Girardota y Copacabana entre el 25 de noviembre y el 5 de diciembre, reúne a cerca de ocho mil deportistas de cien municipios. Es una cantera viva de talentos, donde muchos inician un camino que termina en escenarios internacionales. Y entre todos ellos, es Pablo quien brilla como una de las promesas de Guarne, avanzando con firmeza en la categoría de los 54 kg y ya instalado en los cuartos de final.

Pero más allá de los golpes, lo que estremece es lo que carga en el corazón. El 28 de noviembre, cuando levantó los guantes tras su triunfo, los elevó hacia su mamá. Un gesto pequeño para cualquiera, inmenso para él: Ana Cristina había cumplido años un día antes, y esa pelea estaba dedicada completamente a ella.

Pablo, de tan solo 16 años, comenzó el boxeo después de la pandemia, cuando buscaba algo para hacer, algo que lo moviera de la vida sedentaria que llevaba. Lo animó su papá y el profesor Daniel Vélez lo recibió en el gimnasio. Lo que empezó como un pasatiempo se transformó tan rápido en disciplina que, en cuestión de semanas, abandonó definitivamente el fútbol, ese deporte casi obligatorio en la infancia de cualquier niño antioqueño.

Hoy ya completa casi cuatro años entrenando, y lo asume como una forma de vivir: levantarse a las 5 a.m. a trotar, estudiar de 8 a 4, ir al gimnasio y luego boxeo hasta las 8 de la noche. Así, cada día, incluidos fines de semana, incluidos domingos, incluidos momentos en que el cuerpo le pide parar, pero la mente, y sus sueños no.

Un amor por el boxeo que pone el cuerpo a prueba

La dieta, dice Pablo, es lo más duro. Cuando se acerca una competencia debe bajar entre 8 y 10 kilos. Deshidratación, cansancio extremo, estrés... días en los que incluso piensa que no va a poder continuar. Pero continúa, porque lo mueve algo más fuerte, y es la certeza de que siempre lo logra, la experiencia que le dice que todo pasa, la confianza que construyó pelea tras pelea.

Ha competido en torneos nacionales, intercolegiados, interligas, y hasta en México, donde quedó subcampeón en un evento del WBC. Allí perdió la final cuando un golpe le rompió el tabique y la doctora decidió detener la pelea. Fue uno de sus momentos más dolorosos, pero también una de las heridas que más lo hizo crecer.

Sus competencias favoritas son los Nacionales Interligas, donde ya ha ganado medallas de oro. Y su meta es tirar más volumen de golpeo, mejorar y ser más completo. Le encanta la mezcla de estilos entre Saúl “Canelo” Álvarez y Gervonta Davis; un boxeo que combina potencia y movilidad. Tal vez por eso es tan difícil descifrarlo en el ring, porque Pablo golpea duro, pero también fluye como una pluma en el viento.

La familia siempre está en el ring

Pablo no camina solo. Sus padres, Ana Cristina y Wilson, están siempre ahí en las gradas, en las cenas familiares donde él come ensalada mientras todos disfrutan bandeja paisa, en los mensajes que recibe cada mañana preguntándole por el entrenamiento.

Su hermano menor, Daniel, lo mira como quien mira un futuro posible. Quiere seguir sus pasos, aunque a veces la pereza lo frene. Pablo le insiste, lo anima, lo acompaña, porque él sabe mejor que nadie que al principio cuesta, pero luego se vuelve un refugio.

Pablo y su familia en los Juegos Departamentales en Girardota, Antioquia. Foto: Cortesía @necio.audiovisual
Pablo y su familia en los Juegos Departamentales en Girardota, Antioquia. Foto: Cortesía @necio.audiovisual

Para Pablo, su entrenador Daniel Vélez es más que un técnico. Es guía, consejero, apoyo emocional cuando no hay tiempo para hablar con un psicólogo. Es el hombre que le ha abierto puertas, que lo ha acompañado en lo personal y en lo deportivo, y a quien él considera el mejor entrenador que podría tener.

La mañana del viernes en su primera pelea de cuartos, la emoción que se respiró dentro del ring era distinta. Levantó los brazos con orgullo, pero no para celebrar únicamente su triunfo. Era para celebrar a su mamá. Para agradecerle el amor, el apoyo, el aguante en las dietas, en los madrugones, en los miedos y también en los sueños.

Porque si algo define a este joven boxeador es que pelea con el cuerpo, pero también con el alma. Que tiene disciplina, potencia, técnica y un futuro enorme... pero también una sensibilidad que lo hace diferente. Pablo es un talento, sí, pero también es una historia de transformación, de familia, de resiliencia. Es una prueba de que el deporte puede cambiar vidas, y de que a veces los golpes más fuertes no se tiran en el ring, sino en la voluntad diaria de no rendirse.

Y todavía le queda torneo por delante. Él quiere llegar al lunes, a la final, y seguir avanzando. Todo indica que, si sigue levantándose como lo hace cada vez que la vida lo pone a prueba, nada podrá detenerlo.

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