El sudor que tantas veces corrió por el rostro de Pedro Antonio Muñoz, luego de largos recorridos en bicicleta para llevar a su niño desde el sector Los Patios hasta el coliseo de gimnasia, al otro lado de la ciudad (Cúcuta) hoy es recompensado con medallas y prestigio mundial.
También, las prolongadas esperas de Herlinda Pérez cuando iba a las empresas a pedir ayuda económica para su hijo que se forjaba en la alta competencia. Y es que muchas veces la plata no alcanzaba para las vitaminas y los pasajes, pues el muchacho no podía faltar a los entrenamientos.
Esos esfuerzos son valorados hoy por Johnny Muñoz, el “gigante” (mide 1,81 metros) de la gimnasia colombiana que acaba de conseguir una medalla de oro (arzones) y otra de plata (barra fija) en la Copa Mundo de Medellín, y que ya está en Veracruz, México, listo para darle más alegrías a Colombia en los Juegos Centroamericanos y del Caribe.
Johnny, que tiene un biotipo escaso en este deporte, dice que Pedro Antonio y Herlinda, además de padres consentidores, son sus verdaderos amigos, los pilares de sus progresos.
Pedro Antonio trabajó en un circo e intentó, sin suerte, que su hijo menor incursionara en la acrobacia. Se lo arrebató la gimnasia artística, disciplina que enamoró al joven que muchos nortesantandereanos, por cariño, llaman el “Niño Grande” y que tiene como meta clasificar a los Juegos Olímpicos de Río-2016.
“Es un orgullo tener un pelao como él, nos ha dado muchas satisfacciones, momentos bacanos y merece todos los honores como hijo y como amigo”, relata su padre mientras recuerda los comienzos de Johny, a los 6 años, bajo la orientación del profesor Jairo Ruiz, su entrenador en la época más gloriosa.
Herlinda también ha llorado y reído con la carrera de este campeón. Cuenta que al principio le daba temor que se fuera a golpear “haciendo esas piruetas”, pero acabó por aceptar las súplicas del niño para que lo dejara hacer lo que quería.
“Johnny ha tenido subidas altísimas y también grandes bajones por causa de las lesiones, pero sigue ahí, firme, con empeño y dedicación; no bebe ni trasnocha y está estudiando”, apunta su mamá.
Uno esos episodios tristes fue en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Singapur-2010, cuando a un día de la competencia se lesionó la clavícula en una práctica.
Ella, su confidente, sí sabe de los esfuerzos de este insigne representante de la raza nortesantandereana. Confiesa que casi siempre compite lesionado y su único consejo es que “no haga ni más ni menos, que vaya de la mano de Dios; que se goce la competencia como cuando se está comiendo el mejor manjar”.
Animadores por siempre
Los padres de Johnny son animadores de fiestas. Los cucuteños los conocen como los Flautín y Flautica, dos payasos que gozan del aprecio de la gente y a quienes, algunas veces, se suma en las presentaciones el hijo mayor, Ricardo, que encarna a Chispitas. Un herencia familiar que no alcanzó a tocar al campeón de gimnasia. “A mí no me llama la atención, aunque mi familia vive de ella”.
Él prefiere ofrecer otro espectáculo al público, montado en aparatos y que también le exige dar lo mejor.
Un deporte que hace que “sea nombrado en todo el país”, algo que le genera emoción a Herlinda, quien con sentimiento evoca el día que Johnny logró el título de la Copa Mundo en Medellín. “Usted es la primera persona que llamo porque es la mamita más linda y más hermosa del mundo”, le dijo el campeón de arzones.
Esos logros y manifestaciones de cariño y humildad son las que hacen felices a sus padres. Gestos que los llena de satisfacción al saber, como dijo Pedro Antonio, “que valió la pena luchar y hacer tantos sacrificios”. Una alegría que comparten cuando se visten de Flautín y Flautica, personales que contribuyeron con la crianza del campeón