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En Colombia muchos no saben quién es Diego Juan Pinzón, y algunos de los que han empezado a resaltar sus condiciones atléticas y alcances, incluso hasta intercambian su nombre.
“No, es mejor que me llamen como me pusieron mis padres, no soy Juan Diego”, dice el deportista antioqueño, al dejar salir una tímida sonrisa.
Al preguntarle por Pinzón a Lorena Arenas, primera clasificada de Colombia para los próximos Juegos Olímpicos, de inmediato la machista se despacha en elogios por su compañero de Selección, quien recientemente, en la prueba de 50 kilómetros marcha, también consiguió la clasificación a las máximas justas del deporte que se disputarán en Tokio, Japón.
“Es un teso, desde que regresó a la alta competencia volvió impresionando, logrando medallas, buenos tiempos. El talento que tiene y la mentalidad para salir adelante son dignas de admirar. No se pone un techo, es ejemplo de superación”, dijo Arenas.
Y no se equivoca, pues el nacido en el municipio antioqueño de Ciudad Bolívar, inspira a quienes luchan por sus sueños.
Sin ser el mejor de su generación cuando empezó a practicar marcha, especialidad en la que hasta 2010 solo había hecho una prueba en 35 kilómetros, Diego Juan decidió hacer un alto en el deporte a los 25 años de edad para terminar y empezar a ejercer su carrera en la Policía Nacional, en la que es intendente.
Pero luego, a los 31 años, ya pasado de kilos, y al ver por televisión participando a Éider Arévalo y Esteban Soto en los Juegos Olímpicos de Río-2016, con quienes entrenaba y competía cuando era joven, el atleta paisa se puso un objetivo.
“Tras ver a mis colegas en Río, me tracé como meta representar a mi país en los siguientes Olímpicos, y por fortuna estoy a punto de lograrlo”, comentó Pinzón, hoy con 36 años, quien indica que la motivación que le genera Dios, su familia, así como demostrar ante el mundo lo bueno que tiene Colombia, es lo que le permite aspirar a cosas grandes en lo que practica, más allá de los obstáculos que se le puedan presentar en el camino.
Diego Juan, quien en marzo pasado consiguió su tiquete a Olímpicos en Dudince, Eslovaquia (3:49.46), señala que al certamen de Tokio no llega a participar, sino a luchar por los puestos de honor.
“Mucha gente me lo expresa. Mira, tenía 31 años cuando retorné al deporte de élite y me preguntaba: ¿será que sí podré rendir? Pero al saber que en la prueba de 50 kilómetros hay atletas de 36 y hasta de 45 años y son muy buenos, dije que la edad no era un impedimento para empezar otra vez desde cero”.
¿Pero por qué se retiró antes?
“Por el trabajo, por sacar a mi familia adelante. Soy papá soltero, tengo un hijo -Ian Esteban- de 7 años y desde que nació ha estado a mi cargo. En 2010, luego de un certamen de 35 kilómetros en Bogotá, y en el que no me fue también, sentí que me debía enfocar en otras cosas. Entonces me dediqué a estudiar y a trabajar como policía”.
¿Qué fue lo que influyó para que sacara fuerzas y retornara a la marcha?
“Ver por televisión la carrera de Éider Arévalo y Esteban Soto en los Olímpicos de Río, en la que este último fue noveno. Yo decía: ‘juepucha, yo entrené con esos manes, yo podría estar ahí en esa prueba’. No olvido que esa misma tarde salí a trotar en el municipio de Bello, en Antioquia, donde vivía. De inmediato me puse un objetivo, en los Olímpicos de Tokio voy a estar presente”.
Algo que sonaba a locura, sobre todo por su estado físico de ese momento y sus demás responsabilidades...
“Total, imagínese que yo mido 1.66 de estatura, y estaba pesando 75 kilos, siempre estaba gordito. Pero inicié a entrenar a doble jornada, trotaba, montaba en bicicleta, iba a nadar, también asistía al gimnasio... era una jornada larguísima, de mucho desgaste físico, pero mentalmente cada vez me iba fortaleciendo más. Ahora estoy en 57 kilos”.
¿Pero cómo hacía para responder en sus otras funciones?
“Mi hijo fue la excusa perfecta para que en la Policía –laboraba en ese momento en la estación de Aranjuez de Medellín– fueran más flexibles conmigo. Como había que organizarlo y llevarlo al jardín, en mi empleo me dieron permiso para llegar una hora después al tiempo de entrada estipulada. Ahí fue cuando encontré la ayuda de mis padres. Mi mamá Alba Lucía, quien es ama de casa, me colaboraba con Ian Esteban y me hacía de comer. Mi papá Álvaro Antonio –pensionado del Inpec (Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario)– era quien me acompañaba en las rutinas de entreno, y como eran tan largas requería de alguien que me pasara la hidratación. Todos los días salíamos a las 4:00 de la mañana a entrenar. A las 7:00 de la noche que terminaba mis funciones en el trabajo, llegaba casi que rendido a la casa, pero con la motivación por lo alto”.
¿En qué momento se dio cuenta que sí podía ser competitivo en esta especialidad?
“Llevaba tres meses entrenando, y a comienzos de 2017, me presenté a la Copa Nacional en Meta. La distancia a recorrer fueron 35 kilómetros. La verdad solo quería finalizar, pero terminé quinto. El rendimiento que tuve me dio a entender que sí podía asumir este tipo de retos, y que los 50 kilómetros también podrían estar a mi alcance. Comencé a trabajar más fuerte y las oportunidades empezaron a llegar”.
¿Como cuáles?
“Cada vez que competía mostraba mejoría, tanto que me metí tercero a nivel nacional. En 2018 hasta estuve, con mis propios recursos, en una carrera en Nueva York, donde hice una buena marca (4.04 minutos), y en 2019, en la Copa Nacional de Duitama, finalicé en la tercera posición. Esto me abrió la posibilidad de estar en la Copa Panamericana en México, en la que los dos mejores colombianos tendrían el derecho de representar ese año a Colombia en los Juegos Panamericanos de Lima, Perú. Y por fortuna fui el segundo mejor representante nacional. Ya en las justas de Perú, sin que nadie se lo esperara, gané medalla de bronce. A partir de ahí, los permisos en la Policía, las ayudas económicas y los viajes empezaron a llegar”.
En una prueba en la que se requiere hacer varios kilómetros de recorrido para entrenar, ¿cómo hizo usted en casa en medio del confinamiento por la pandemia?
“Fue dura la situación, porque aquí en Bogotá no tengo caminadora, entonces tuve que comprar un rodillo para rodar sobre él con la bicicleta; sin embargo, como la cuarentena se extendió, me vi obligado a salir cerca de donde vivía, y en un sendero peatonal, plano, y el cual era muy solo, comencé a marchar ahí. Ese circuito, como era muy cerrado para dar las curvas, me ocasionó una lesión –pubalgia–y duré cuatro meses sin poder ejercitarme como se debía. Menos mal por la pandemia no hubo Olímpicos en 2020, pues con ese problema no hubiera podido clasificarme a Tokio”.
Y ahora que tiene la marca, ¿qué piensa del camino que tuvo que recorrer para lograrla?
“Que los sueños sí se cumplen, y que es bonito que, a través de mi experiencia, muchas personas se puedan motivar a luchar por lo que anhelan, más allá de las edades que tienen, en sí nunca es tarde para volver a empezar siempre y cuando se enfoquen y luchen para lograr lo que quieren”.
¿Qué lo inspira a no desfallecer?
“Primero que todo Dios, que me dio la voluntad para volver a creer en mis metas y tener la fortaleza para salir a entrenar, pues en realidad no es fácil. Mis familiares también son fuente de inspiración, como también ese deseo de mostrarle al mundo que en Colombia sí hay talento y no solo cosas malas. Además, quiero que la ciudadanía se dé cuenta que en la Policía hay grandes profesionales, hasta destacados atletas que se levantan para regalarle alegrías al país, y que así como las demás personas, también tenemos seres queridos y sufrimos en medio de toda la problemática que vivimos actualmente”.
¿Cómo se siente para encarar los Olímpicos?
“Dios es tan grande, que hasta una medalla me puedo traer. Se debe soñar en grande, todos son iguales, son personas de carne y hueso, entonces no nos podemos sentir inferiores a un chino, japonés, ruso, español... porque les haya ido bien en la marcha atlética. En competencia todos somos iguales y quien esté mejor preparado y adaptado hará la diferencia”.
Tendrá el honor de estar en una distancia que después de estos Juegos saldrá del programa olímpico...
“Sí, lastimosamente es la última prueba que hacen de 50 kilómetros, en Tokio se despide de los Olímpicos. Da dolor porque es una carrera muy antigua, pero tenemos que adaptarnos a los cambios”.
Eso quiere decir que no ve el retiro cerca...
“Después de estos Juegos miraremos en qué prueba continuaremos, que parece ser la de 35 kilómetros. Pero la verdad espero afrontar otro ciclo olímpico más para luego retirarme y disfrutar de la familia. En realidad quiero ser ejemplo para otros, que no se rindan ante los obstáculos que se les presentan”