A mediados del siglo XIX, los tatarabuelos de Libaniel Presiga Tangarife se establecieron en las montañas de Buriticá. El paisaje lleno de abundantes fuentes hídricas que se colaban entre las colinas y la gran presencia de fauna y flora los cautivaron. Con los años, sus descendientes crearon pequeños emprendimientos como ventas de jabón de tierra, gelatina de pata, hortalizas, frutas y hasta un hotel para los viajeros que iban camino hacia Urabá, pero desde el boom del oro en el municipio, las tierras familiares se convirtieron en un punto de protección de la biodiversidad. Así, en 2018, nació la Asociación Apícola La Reserva de Buriticá, un espacio familiar en el que se protege el medioambiente y se produce miel.
“La creamos también con el fin de generar unos ingresos complementarios porque la economía de nosotros estaba basada en la panela y el café, pero queríamos trascender con otro producto e incursionar en el sector apícola. La idea surgió de un rescate de una colmena, las iban a matar porque estaban afectando a los trabajadores. Las rescatamos y nos dieron muy buena productividad. Ellas nos mostraron el camino. La mayoría de nuestras colmenas son rescatadas”, dice Libaniel Presiga, representante legal.
En el 2020, se conformaron formalmente como empresa. Hoy generan 12 empleos directos y comercializan más de cinco toneladas de miel. La Reserva está ubicada a 20 minutos en carro del casco urbano de Buriticá y en su portafolio se destacan otros productos apícolas como la cerveza artesanal, velas de cera, entre otros.
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