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Acampar fue la misión de los fanáticos

19 de diciembre de 2008
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A las cuatro de la tarde del jueves, cuando aún la tarima donde cantaría Juanes más de 24 horas después estaba sin terminar, ya había gente esperando para poder entrar al concierto.

Lo que a la mayoría de la gente le puede parecer un despropósito fue lo más sensato que se les ocurrió a Sebastián Muñoz, Julián Espinosa y Jennifer Muñoz.

Llegaron de Puerto Boyacá solo para el concierto y, para qué pagar hospedaje si en la calle no les cobran y, de paso, se aseguraban un buen puesto para el concierto.

Siete horas duró el viaje. 20 horas la espera para que los dejaran buscar el puesto que querían. Y siete horas más para que, por fin, Juanes saliera al escenario.

La noche, la lluvia y la espera
 Véronica Gómez llegó antenoche a hacer fila. Eran las 11:00 de la noche cuando recorrió la calle 34 y se instaló frente a la entrada más cercana a la tarima.

"Vea esa tablita de ahí. Ahí dormimos", cuenta. Hicieron un cambuche, contaron chistes y se comieron parte de la provisión para aguantar la jornada.

Ahí se amplió el grupo, en esencia femenino, al que se sumaron Julián Díaz, Andrés Salgado y Daniel Vélez, tres paisas que se convirtieron en el alma de los madrugadores... o trasnochadores, mejor.

"Pero nosotros llegamos tarde... Por allá hay unos de Manizales y más allá los de Puerto Boyacá que llegaron desde las cuatro de la tarde".

La mañana fue fría. Quizá mejor, porque a la intemperie el sol pega fuerte. "Lo malo fue la lluvia. Empezó como a las dos de la mañana y no paró hasta las seis", cuenta Verónica.

"Pero Juanes vale la pena ¿O no?", afirma con una pregunta Angélica Guzmán. A sus 17 años asegura saberse cuanta canción el artista ha cantado, tener un álbum gigante de rocortes de prensa y que esperaba, bajo el puente de Guayabal, la hora en que le dijeran "entre", para coger el mejor puesto.

Pero ese se lo ganaron los de Puerto Boyacá. Esperar tiene su cuento.

Se vinieron sin boleta para Medellín. Y sin boleta aún decidieron irse a amanecer a la calle.

"Nos las regalaron ahí en la fila". Y qué cosa, que fueron ellos los que se pararon frente a Juanes. "Mejor posición no podíamos escoger".

Atrás, en medio del tumulto que luego se volvería euforía, María Cristina Mejía silbaba A dios le pido, su favorita entre todas las del paisa.

"Salí del trabajo y me vine pitada para acá, pero no llegué a tiempo. Toca verlo en pantalla, pero lo rico es sentir este ambiente tan bonito", opinó. Y "gracias Juanes", gritó luego.

Y el suyo se sumó a la algarabía, a los aplausos, los silbidos, a la fiesta que apenas se iba calentando mientras, Juanes, en otro rincón de la ciudad se preparaba para su noche.

"No me perdí el de San Juan, no me perdí éste y cuando Juanes vuelva, otra vez y me voy a trasnochar para estar bien cerquita y cantar hasta quedarme sin voz cada una de las canciones", aseguraba María Cristina.

Juanes, Juanes, Juanes, coreaban adentro e, incluso, los que aún no habían podido entrar.

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