Alguien tenía que decirlo, esos huesos no podían quedarse callados. Merecen siquiera diez centímetros de columna en una de las 327 páginas divididas en dos. O aunque sea cinco renglones por víctima.
Lo mínimo para que quepan nombre y apellidos en mayúsculas, fecha, sitio, batallón, brigada y división, reporte de "guerrillero dado de baja en combate", declaración en voz baja de familiares y vecinos que lo vieron salir poco antes a buscar trabajo.
Alguien tenía que irse al monte a hablar con los deudos, a romper el frío de estadísticas, a poner carne y nervio a muertos que sirvieron para levantarles vacaciones de día de madres a los soldaditos. Estos se iban de fiesta sin remordimiento, porque la orden de resultados positivos venía desde palacio presidencial en voz que exige dureza a comandantes.
"¿Muerticos, muerticos?", así preguntaba hace años el director de periódico sensacionalista bogotano a sus reporteros, ávido de fotografías de primera plana para subir circulación.
Idéntica solicitud impartían oficiales en cuarteles, porque del Ministerio llegó Directiva, marcada como 'Secreto', sobre pagos de recompensas por captura o abatimiento en combate de cabecillas de organizaciones armadas al margen de la ley, OAML -¡otra sigla en la camándula de siglas del conflicto!-.
¿En combate? Bueno, eso se arregla. Combate puede ser escenario con muerto al que se viste de camuflado y se le agrega arma vieja, pero servible. Trámites posteriores incluyen orden de operación con nombre ficticio, necropsia amañada, formalidad de expedientes impecables ajustados a estándares legales.
Para algo nuestros tenientes han hecho muchos cursos de derechos humanos y Derecho Internacional Humanitario, dictados por organismos de Naciones Unidas y Ong. No hay ejército en América Latina tan formado en estos asuntos.
Alguien tenía que gritarlo. Y lo gritó en este libro entregado a la prensa en Bogotá hace dos días: " Colombia, Deuda con la Humanidad 2: 23 años de Falsos Positivos (1988-2011) ", del Banco de Datos de Derechos Humanos y Violencia Política, adscrito al Cinep y al Programa por la Paz de los jesuitas. La Deuda 1 es el paramilitarismo.
Tomo espeluznante, cada uno de cuyos 951 casos enmudecería a Esquilo, Sófocles y Eurípides. Páginas sobre país degenerado en que las recompensas han destruido moral y ética pública, como sentenciaron con pausa en el acto los sacerdotes Mauricio García y Javier Giraldo.
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