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Álvaro Uribe y los partidos políticos

01 de marzo de 2009
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En la vida existen valores muy distintos -libertad, honor, tranquilidad, justicia, eficiencia?- y a menudo es necesario sacrificar del uno para tener más del otro. También en la sociedad hay intereses distintos -del campo, de la ciudad, de los pobres, de los ricos?- y los actos de un gobierno benefician más a los unos que a los otros.

Esa diversidad de valores e intereses es la razón de ser de los partidos. Las sociedades modernas son complejas y las democracias suponen pluralismo, así que en una democracia es necesario que la gente se agrupe en corrientes de intereses y valores para competir y alternarse en el poder.

Durante mucho tiempo en Colombia existieron los partidos. Con toda su confusión, sus divisiones internas y sus muchos altibajos, desde mediados del s. XIX hasta mediados del s. XX, el Partido Liberal y el Partido Conservador encarnaron dos proyectos de país, acentuaron valores diferentes (libertad u orden) y apelaron a intereses distintos (el de ciertas regiones, sectores de actividad económica, clases sociales o minorías culturales).

El Frente Nacional eliminó la competencia entre partidos. Mejor dicho eliminó la política -es decir, la disputa entre valores e intereses sociales- y redujo los partidos al papel de electores -es decir, al de escoger candidatos pero no sus programas de gobierno-. Un resultado fue la fragmentación interna de cada partido en fulanismos alrededor de sus precandidatos; el otro resultado fue la clientelización, porque la competencia no era con base en ideas sino con base en favores al votante.

Cada partido pasó a ser entonces una federación de empresarios electorales o "caciques" regionales que cada cuatro años se reunían para escoger candidato. Los caciques ponían su maquinaria y la "opinión" -crecientemente urbana- inclinaba la balanza y -a veces- decidía quién era el presidente.

En 1991 "la opinión" logró imponer la Constituyente para limpiar y revivir la política -o sea para crear partidos fuertes-; pero esa misma "opinión" eligió una Asamblea de minorías, que por lo mismo no quiso -ni podía- crear partidos fuertes. Muy al contrario, buscó debilitarlos, y por eso en los años 90 florecieron los mini-partidos y "movimientos" de corta duración, mientras el "gran Partido Liberal" agonizaba por cuenta de Samper y su 8.000.

Y sin embargo hasta Uribe todos nuestros presidentes habían sido candidatos de un partido. Uribe fue elegido sin partido y en contra de ambos partidos. Peor aún: ambos partidos intentaron convertirse en uribistas -el Liberal con Turbay y el Conservador con éxito-. Pero Uribe no cree en los partidos. No cree porque, pese a lo que dice, Uribe no es demócrata, ni pluralista, ni tolerante, porque su proyecto político es hegemónico y su "visión de país" es vertical, disciplinada, paternalista, pre-moderna.

Entonces los congresistas -y dos aspirantes a heredar de Uribe- se inventaron nada menos que seis "partidos" nuevos, cuyos nombres ni siquiera se recuerdan (¿o usted sí los recuerda?) y cuya diferencia programática esencial consiste en que el "partido" X apoya a Uribe mientras que Y, su rival, apoya a Uribe.

Son "partidos" para recibir dineros del Consejo Nacional Electoral. Pero este cóctel de partidos uribistas no puede hacer lo que habría hecho el partido que Álvaro Uribe no quiso crear: elegir un candidato único que asegure "la continuidad de la seguridad democrática". La consulta inter-partidista no puede funcionar porque cada uno de los "partidos" uribistas reclamará las reglas que le den la ventaja.

Para evitar la división y la eventual derrota del uribismo, será preciso entonces que Álvaro Uribe se sacrifique otra vez y acepte ser reelegido. Y mientras tanto el Partido Conservador anda buscando un candidato de segundas, el Liberal buscando cómo hacer uribismo sin Uribe y el PDA confundido entre ser un partido organizado o disolverse en aras de derrotar a Uribe.

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