Cinco años perdió Luis Carlos Arias en las cantinas de La Unión, donde las borracheras eran de tal dimensión que pasaban ocho días y aún no había llegado a su casa.
Tocaba fondo cuando una "señal divina" lo motivó a escuchar a sus padres. "Desesperadamente me decían que me iba a perder para el fútbol y hasta la vida y que la única forma de recuperar el camino era ingresando a una entidad especializada en alcoholismo".
Cuatro años después, Luis Carlos continúa en Alcohólicos Anónimos, pero como ejemplo de vida por su capacidad de superación y porque eligió el bien por encima del mal.
Y prometió no tomarse un trago más.
Luego, en 2008, pasó a ser el goleador del Deportivo Rionegro y gracias a ello llegó, este año, al Independiente Medellín para terminar como un referente del club.
Después del gol de chilena del domingo pasado ante Cúcuta, Arias aparece hoy como una de las figuras del clásico 260 ante Nacional.
"Uno en la vida a veces se deja llevar de los amigos y de joven comete muchos errores; gracias a Dios recapacité con la ayuda de mi familia y de una persona especial que tengo y me metí a una entidad que aún visito, mínimo, una vez a la semana, ya que si uno reconoce su mal puede aliviarse y curarse", dice Arias.
Ahora cuenta orgulloso que en su nuevo estilo de vida no "incluye copas ni fiestas, sólo tiempo para ser un deportista íntegro, hacer sancochos con mis padres en La Unión, leer La Biblia, ir a misa y ser un ejemplo de vida en mi grupo de Anónimos, donde otras personas como yo estuvieron perdidas en el trago y en la actualidad son grandes empresarios de la ciudad".
Y le ha cambiado tanto la vida que se atreve a decir que "todo es tan lindo que hasta recuperé mi fútbol y sueño con una estrella en el DIM".
Motivado por la nueva oportunidad que le brinda Dios, emplea el tiempo libre para ver películas de comedia, escuchar salsa romántica y ver videos de superación personal, cosas vitales para soportar la crisis que le tocó vivir en el Medellín cuando llegó en 2008 y no pasó la prueba.
"Cuando volví me dijeron que estaba en el quinto turno, pero soporté con paciencia y gracias al trabajo me gané un puesto en el equipo".
Con orgullo cuenta que "hace cuatro años nació un nuevo Luis Carlos cuando prometí no tomarme una copa más para curarme de una enfermedad que casi me saca del fútbol".
Ese testimonio de vida hace más especial su presente en el DIM, equipo con el que se convirtió en el socio ideal de sus compañeros y con el cual, asegura "anhelo conseguir un gol en el clásico para volvérselo a dedicar a Dios, que fue la pieza más importante en mi recuperación, me sacó de las cosas malas y no me deja recaer".
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