Dijo Truman Capote citando a Santa Teresa que el mundo derrama más lagrimas por las plegrarias atendidas que por las no atendidas.
Es justo esa frase, comprobada miles de veces en la dureza de la cotidianidad, la que debe romper Barack Obama, presidente electo de E.U.
Tiene que demostrar que su promesa de cambio es cierta. Que es el nuevo John F. Kennedy. Que E.U. va a ser de otra vez ejemplo de democracia y libertades en Occidente.
Hay tanta esperanza puesta en él que los ojos del mundo no lo desampararán y se calificará con mucha más severidad su actuar que el de cualquier otro político del mundo.
Su candidatura empezó como algo tan pequeño, como un sueño que parecía tan inalcanzable, que la materialización de sus deseos, primero en las elecciones de su partido y luego en las elecciones nacionales, fue algo poco menos que cinematográfico.
Barack Obama lo ha hecho bien desde entonces. Su rostro alegre y jovial se transformó una vez dio el discurso aceptando su triunfo. Tomó cara de presidente. Serio. Calmado. Comprometido.
El recorrido que ha tenido desde ese día es muestra de que Obama es un estadista que se sabe rodear y está en la selección de "lo mejor de lo mejor" de Washington para salir de una crisis de valores y prestigio que no tiene recuerdo desde que E.U. es la única súper potencia del mundo.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6