Los torcedores terminaron llorando, porque el equipo que conformó Luiz Felipe Scolari (salió ayer) no respondió. Pero los dirigentes culminaron satisfechos, pues Brasil respondió con la organización del Mundial.
No obtuvo resultados deportivos, porque volvió a quedarse sin título de local como en 1950, pero gracias a la Copa Mundo el país más grande de Latinoamérica recibió una gran inyección económica y quedó con una infraestructura deportiva de primera línea, experiencia y una base de 15.000 voluntarios.
Rodrigo de Oliveira, del Comité organizador en Belo Horizonte, resaltó que "todas las ciudades mostraron su capacidad y aprovecharon para globalizarse ante tanto visitante internacional; ahora nos toca mantener el mercadeo y la proyección con miras a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro-2016, en los que el estadio Mineirao también será la sede de la primera fase del fútbol masculino y femenino".
Mientras la verde amarela apagaba la ilusión, el turismo le generó ingresos por más de 13.500 millones de dólares al país, ya que superó los 600.000 visitantes para ver los 64 partidos y dinamizar la economía de las doce ciudades sedes.
Luis Fernandes, secretario del Ministerio del Deporte, confirmó en Reuters que tuvieron más de 700.000 turistas y explicó que "con la llegada de la Copa el visiatnte corporativo le dio paso al de la fiesta del fútbol".
La masiva presencia de viajeros, especialmente latinos, la hospitalidad de los auriverdes, los 13.000 millones de dólares invertidos en los estadios y los 53.592 aficionados de promedio en cada compromiso llevaron al presidente de la Fifa, Joseph Blatter, a entregarle una calificación de 9,25 al país organizador.
Aseguró que "hemos mejorado desde cuatro años atrás en Sudáfrica; consultamos todas nuestras computadoras y en nuestros Facebook y decidimos un 9,25 para Brasil sobre 10 porque la perfección no existe en el fútbol".
Esto significa que Brasil pasó la prueba como organizador, así deportivamente haya quedado en deuda.
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