Brayan Estiven estaba advertido por el teniente Cristian Meza: "cuando vea al general le dice buenos días mi general, ¿cómo le va a decir?".
-Buenos días mi gerenal -, repitió el niño. Luego caminó veinte pasos hasta encontrarse con el general Alfredo González, comandante del Comando Aéreo No. 5 de la FAC.
El oficial le extendió su mano, lo saludó con ternura y el niño le respondió como calculamos que lo haría:
-Buenos días mi gerenal -, le repitió.
Y ¡claro! sobraron carcajadas. Sucedió ayer en la Base Aérea de Rionegro, donde a Brayan Estiven Palacios Rivera la Fuerza Aérea Colombiana lo invitó a que se le cumpliera su sueño de volar en un avión militar.
Antes de toparse con el oficial que lo iba a subir a la aeronave, nada menos que el helicóptero Arpía -que es el niño mimado de la FAC-, Brayan ya había oído del teniente Meza los pormenores de lo que hacen los soldados del aire, incluido un video grabado en plena acción. Pero lo que en verdad quería él era subirse al avión militar y llegar hasta el cielo.
A las 11 y 20 minutos, el pequeñín se montó al Arpía y a las 11 y 30 la nave alzó vuelo. Brayan no lo creía, pero era verdad. Ubicado en silla de privilegio, adelante, como van los invitados especiales, se gozó el viaje y hasta se quitó el cinturón y se pasó de una ventanilla a la otra.
-Lo que más me gustó fue la cancha-, dijo al bajarse del Arpía, que terminó el sobrevuelo por el Oriente a las 12:30 minutos.
-¿Fue el día más feliz de tu vida?, le pregunté.
-Sí, el mejor-, respondió sin titubear.
La FAC había cumplido la misión: "para nosotros es maravilloso poderles cumplir este sueño a tantos niños, ojalá se pudiera más", dijo el general González.
Con él también volaron su madre, Marta Rivera, y Raquel Parga, directora de la fundación Funicáncer, donde el niño recibe tratamiento para un cáncer que le detectaron hace un año y del que le han practicado tres cirugías.
-No se puede saber lo que le va a pasar. Es un paciente terminal y está respondiendo bien a la quimioterapia-, explicó la señora Parga.
Leonardo Zuluaga y otros muchachos de la fundación Soñar Despiertos, que les cumple sueños a niños terminales, también volaron. Estaban los que más lo quieren y a los que Brayan más quiere. Por eso fue su día más feliz. Por eso, antes de subir al avión, sólo pidió una cosa:
-Quiero ir a orinar-. Y emprendió carrera.
Ahora tiene otros dos sueños: montar en los juegos del Parque Norte y que le regalen un avión de juguete. No es mucho pedir para este pequeño de Carepa al que un cáncer lo tiene bastante afectado.
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