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BUSCAR LA FALTA

  • DIEGO ARISTIZÁBAL | DIEGO ARISTIZÁBAL
    DIEGO ARISTIZÁBAL | DIEGO ARISTIZÁBAL
30 de mayo de 2012
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En las noches, mientras a los niños se les pide que recen el "ángel de mi guarda, mi dulce compañía?", las nanas atentas o los padres cansados les piden a sus hijos que además de este rezo que adormece, piensen en las faltas cometidas durante el día. Desde niños nos enseñan que los seres humanos pecamos a diario, no hay día en la vida en el cual estemos libres de cualquier remordimiento. "¿Y si yo no hice hoy nada malo mamá?", le pregunta el pequeño mientras se restriega los ojos cargados de sueño. "Con seguridad que algo habrás hecho hijo mío, con seguridad". Y así el niño se queda pensando, se duerme tratando de encontrar su falta, hasta que crece sintiéndose culpable de algo. No hay conciencia tranquila en este mundo, la desgracia de la falta nos persigue, nos condena. Y ese gesto de buscar la falta en este país donde todos, por lo visto, somos culpables, nos persigue en una tienda de discos, por ejemplo, porque mientras miramos detenidamente las carátulas, leemos los nombres de las canciones, los ojos inquisidores de la posibilidad del robo nos siguen como si pudieran asegurar: "En cualquier momento echará su mano al bolso". Es tanta la paranoia en este país que apenas se pasan las barreras detectoras de objetos, varios paranoicos como yo, hemos sentido que pita la máquina detectora de robos, así nuestras manos no hayan echado nada en los bolsillos ni en la maleta.

Todo esto me hace pensar en ese método bastante despreciable que empleó el estalinismo contra aquellos que en algún momento se identificaron con éste y que fueron juzgados por crímenes que no habían cometido. La idea era llevarlos a un extremo de desesperación tan terrible que la única salida que les quedaba a los condenados y torturados psicológicamente era confesar crímenes imaginarios que les permitía "salvar el pellejo".

Y pienso en esto a raíz de lo que le está ocurriendo a Sigifredo López, quien después de estar secuestrado, pasó a ser acusado de estar detrás del asesinato de los diputados del Valle. Bajo esta "condena" mediática, no pocos colombianos llegamos a dudar de su inocencia y nos vimos confrontados ante la incertidumbre de que si la guerra en Colombia era capaz de llegar a estos extremos, nada ni nadie podría salvarnos. Creo que nos equivocamos, no siempre el "culpable" es culpable.

Trato de imaginar las reflexiones de Sigifredo y no dejo de repasar todo el miedo y el dolor que habrá sentido, que todavía siente, porque en este país, bajo esta justicia inepta, son muchos los inocentes que están en las cárceles. ¿Cuántos presos tuvieron que "acostumbrarse" a sentirse culpables para no suicidarse en el encierro? A veces el miedo, la desazón, nos dicen al oído que entre más rápido encontremos la falta, más rápido empezaremos a pagar la condena más grande de todas: ser colombiano.

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